Capítulo 5: "Traidora"

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A la mañana siguiente llegué al instituto, había algo que me decía que este sería un buen día, por lo que entre con una sonrisa. Incluso estando por los pasillos me sentía feliz.

Pero como siempre, algo tenía que suceder. Comencé a ver papeles pegados en la pared, tomé uno entre mis manos para saber qué ocurría.

Desearía nunca haberlo hecho.

Mi nombre estaba escrito en cada uno de ellos, con una frase que decía "Maldita huérfana". Había algunos otros que, a diferencia de este, me llamaban puta y zorra.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Nadie sabía sobre mi adopción, nadie que no fueran mis amigas claro.

Comencé a mirar a los lados, todos los ojos estaban sobre mí.

—¡Arizona! —gritó Jo, corriendo hacia mí — Sé que esto se ve mal, pero-

—¿Quién fue? —la observé con la mirada dura y fría.

—No-no lo sé, cuando llegamos ya estaban aquí. —titubeó.

Comencé a arrancar cada uno de los papeles pegados en la pared, llena de rabia e ira. Corrí hacía el baño en cuanto mis ojos se llenaron de lágrimas, pero todo empeoró.

El tocador estaba en el mismo estado que el resto de la escuela.

Respiré profundo, intentando no colapsar en medio del baño como si fuera una maldita niña. En la hora siguiente tenía Lengua, realmente no me importaba.

Planeaba quedarme encerrada por el resto del día aquí, en un cubículo frío y oscuro.

La campana sonó, ni siquiera fui capaz de moverme. No me asusté por lo que diría la Srta. Torres. Solo quería desaparecer de la faz de la tierra.

Pasaron largos minutos hasta que sentí tres toques en la puerta, acerqué mis rodillas al pecho y esperé que nadie me oyera ni siquiera respirar.

— ¿Arizona? —preguntó Calliope —Sé que estás allí...— suspiró —Solo déjame entrar.

Analicé el contexto, una y otra vez. Al fin y al cabo, era mi profesora, no podía negarme, ni aunque quisiese.
Destrabé la puerta y la moví apenas, dejando tan solo un hilo de luz entrar.

La Srta. Torres dirigió su mirada al suelo, frunció el ceño apenas. Entró en el cubículo y nuevamente cerró la puerta. Se sentó frente a mí, en el frío y sucio piso.

—El suelo está demasiado sucio como para que arruine su perfecta vestimenta...—susurré.

—Realmente eso no me importa justo ahora. Quiero saber qué pasa contigo, he visto los papeles... Tus amigas han estado preocupadas por ti.

—Ellas fueron las que hicieron esto. Solo ellas sabían mi secreto.

—¿Segura?

Asentí frustrada.

Dejé mi rostro entre mis manos, intentando ocultar las recientes lágrimas derramadas en mis mejillas.

—Arizona, no debes sentir vergüenza por ser quien eres...

Callie dejó caer su mano sobre mi rodilla, como si eso pudiese arreglar todo lo que estaba sintiendo ahora.

—No siento vergüenza. Solo no quiero volver a sentirme insuficiente por la mujer que me dejó. Ella simplemente se fue, ¿Entiendes? Me abandonó, no me quiso.

Subí mi rostro, mis manos pasaron por mi frente y acabaron en mi nuca, intentando retomar mi postura firme, al menos quería verme así frente a ella.

—Ella tal vez-

Metáfora de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora