Capítulo 12: "Cigarrillos y libros"

586 73 12
                                    

Era miércoles por la mañana. No había hablado con nadie de esto que sucedía con Calliope, no era vergüenza, solo quería pensar a solas. No volvería a dejar que hiciese conmigo lo que quisiera, la ultima vez ni siquiera me había pedido disculpas.

No puedes ir por la vida simplemente acorralando a la gente, metiendo tu lengua en su boca y después desentenderte completamente del tema. No era mi estilo, y espero que el de ella tampoco.

Finalmente, la morena ingresó al salón, decidí bajar la mirada y concentrarme en el libro que estaba leyendo, hacer contacto visual sería un error a estas alturas. No tenía muchas ganas de participar de la clase, simplemente me coloqué mis auriculares y me dejé llevar en la literatura. Hoy Lauren no había asistido a clases, lo cual me pareció extraño, pero decidí ignorarlo.

Mi imaginación fluyó tanto que cuando quise notarlo, la Srta. Torres estaba frente a mí, en un salón vacío.

—Ya me preguntaba yo cuándo notarías que te has quedado sola —murmuró.

—No estaba prestando atención —me limité a responder.

Parecía extrañamente normal, como si nunca hubiese sucedido nada.

—¿Crees que podamos hablar?

Calliope tomó asiento frente a mí, en el pupitre.

—Si no vas a acorralarme contra una puerta o una reja, sí —me burlé. —Sobre todo si luego harás como que nada sucede.

Dejó escapar un ruidoso suspiro, tal vez ni ella entienda qué le sucede.

—Lamento mucho lo que ha estado pasando estos últimos días, créeme que ni yo entiendo qué ocurre conmigo. Realmente te debo una disculpa Arizona, ¿podríamos solo olvidarlo? —me rogó.

Iba hacer alguna broma, pero decidí callarme. Estábamos en una conversación seria que podría facilitar o no, nuestra relación. Simplemente asentí.

—Creo que pasamos la línea...

—¿Tú crees? —reí apenas.

Su sonrisa se agrandó. Le había divertido mi pequeña ironía.

—¿Podemos empezar de nuevo? —preguntó con una pisca de ilusión.

—Claro —fruncí los labios en una sonrisa a medias.

—¿Qué lees? —frunció el ceño intentando leer el título.

Los siete maridos de Evelyn Hugo, es mi libro favorito, es la quinta vez que lo leo —reí avergonzada.

Ella lo tomó entre sus agiles dedos, revisando la parte trasera, leyendo la pequeña sinopsis. Calliope era alguien muy transparente, su rostro podía decirte exactamente lo que sentía, o al menos yo podía descifrarlo. Sus grandes pestañas que actuaban como abanicos sobre sus ojos medianos, con iris marrones. Su cabello azabache con pequeñas ondas, inclusive en su rostro. Su tez oscura, no era demasiado, algo más como caribeño... Me había tomado el tiempo de analizarla completamente.

No me pregunten por qué lo había hecho, un día simplemente se me dio por hacerlo. Me gustaba observarla y encontrar pequeños detalles que nadie más veía, o no le prestaban atención. Como las arruguitas que se forman a los costados de su boca cuando sonríe, creo que esas son mis favoritas dentro de todos los mini detalles que tiene.

—Parece un buen libro —por fin habló.

—Lo es —le aclaré. —Puedo prestártelo, solo si quieres... No me molestaría atrasar un poco mi quinta lectura para que tu tengas la mejor de tu vida.

Ahí estaba una vez más, su sonrisa iluminada.

—Si tú lo dices... Gracias.

Nos quedamos en silencio, observándonos la una a la otra. No estaba comprendiendo lo que pasaba por mi mente. Tenía tres ideas diferentes; la primera era lo sexy que se veía Calliope hoy. Esta llevaba un bléiser negro, unos pantalones a juego y unos zapatos rojos de infierno. La segunda era que me gustaban sus ojos, aunque eran "normales", no podía dejar de verlos y, por último, pero no menos importante, pensaba en qué rayos me pasaba con esta mujer.

Si la morena fuese alguien más, no me molestaría en dirigirle la palabra luego de todo lo que me hizo, no aceptaría sus disculpas y me marcharía, pero aquí sigo, sentada frente a ella, prestándole mi libro favorito.

Por otro lado, me negaba a pensar que pudiera llegar a ser más que un amor platónico. Es decir, no necesito enamorarme de mi profesora, apenas termine mi año escolar me mudaré a Nueva York. No quiero que nada me ate a Ohio. Debo despertar de mi sueño, ella es solo algo pasajero, confío en mí.

—Creo que debo irme o terminará el receso.

Asentí distraída.

Comencé a guardar mis cosas, pero una de mis cajas de cigarrillos se me resbaló, y antes de que pudiera levantarla, Calliope ya la tenía entre sus manos.

—Hemos tenido una larga conversación acerca de esto —susurró.

—Solo son cigarrillos —intenté minimizar el hecho de que los tenía y solo le quedaban siete, siendo una caja de veinte.

—No los necesitas —iba a quedárselos.

—Dámelos y olvidaremos el hecho de que los tenía, ¿sí?

Intenté tomar la caja de sus manos, pero la morena los subió, haciéndome imposible llegar hasta ellos.

Calliope no era mucho más alta que yo, pero sus tacones de hoy eran bastante altos, más la media cabeza que me sacaba ya de por sí.

Bufé ante aquel acto.

—Dámelos.

—No, no —negó con una pequeña sonrisa burlona. —Dejarás de fumar de una vez, infanta.

—¿Acabas de llamarme infanta? —me quejé cruzando los brazos por debajo de mis pechos.

—¿Lo hice? No lo recuerdo —la morena comenzó a tomar sus cosas y dejarlas en su bolso, junto con mi libro y cigarrillos. —Deja de hacerte daño —me regañó. —O tendré que hacer algo al respecto.

Su risita apenas audible se esfumó en cuanto salió por fin del salón, me dejé caer en mi silla. Coloqué mi cabeza entre mis manos y chillé. No comprendía si era por mis malditos cigarrillos o porque me gustaba el hecho de que ella me cuidase.

Metáfora de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora