Ron y David montaban guardia en una de las dos entradas de la cueva que el derrumbe no había dejado impracticables, y que Harry les había descrito justo antes de marcharse en busca de la bestia. Comenzaban a perder la paciencia, agazapados entre los matorrales cercanos a la entrada, pues ya hacía más de media hora que Harry se había marchado, y ni él había dado señales de vida junto a Edward, ni el propio chico se había mostrado tampoco. Ron rebullía en su escondite, nervioso, mientas David observaba la boca de la cueva impasible, completamente concentrado en su tarea.
- No sé cómo puedes estar tan tranquilo – Ron reprochó a su compañero, cambiando de postura por milésima vez durante el tiempo que llevaban ambos escondidos.
- ¿Qué te hace pensar que lo esté? – David preguntó, a su vez, sin mover ni un músculo para mirarle. – Pero no veo cómo puede ayudar a Harry que nuestros nervios nos delaten y que el tipo ese nos pille desprevenidos si decide atacarnos. Ya me la ha pegado una vez, y te juro que con ella, he tenido suficiente.
- Grrrrunf… - fue la respuesta del pelirrojo, pues sabía que el otro llevaba razón; pero no podía evitar sentirse como un animal enjaulado e indefenso. – Le doy cinco minutos más; si ambos no aparecen en ese tiempo, pienso entrar a saco en esa maldita cueva y llevarme por delante a esa bestia inmunda, sea como sea y pese a quien le pese – anunció con cabreo.
Ron no pudo ver la amable sonrisa que David mostró al escuchar aquellas palabras, con las que estaba tan de acuerdo. Hacía varios minutos ya que el auror había decidido que el límite de espera estaba comenzando a ser alarmante. Temía que ni Edward ni Harry fuesen capaces de salir con bien al enfrentarse con la bestia. Harry les había ordenado luchar si tan sólo salía Edward de la cueva, pero ¿y si no salía ninguno de ellos? ¿Cuánto tenían que esperar para saberlo?
El hombre seguía observando la oscura oquedad, perdido en sus cavilaciones e intentando tomar una decisión al respecto, cuando un bello fénix, etéreo y transparente, se mostró de la nada, suspendiendo su vuelo ante ambos aurores. Al reconocer en él al patronus de su esposa, inmediatamente tensó todos los músculos de su cuerpo, en guardia.
- Edward acaba de salir de la cueva por la entrada que yo he estado custodiando – la magnífica ave anunció de forma críptica, usando la voz de su dueña. - Harry necesita toda nuestra ayuda, está luchando con la bestia. Yo me he adelantado para apoyarle, no podía esperaros. Reuníos con nosotros en cuanto podáis – había infinito apremio en el tono de aquella voz.
- ¡Joder! – fue la alarmada respuesta de Ron, mientras echaba a correr detrás de David, que prácticamente nada más ver llegar al patronus, había emprendido una rauda carrera hacia la otra entrada de la cueva, presintiendo la naturaleza del mensaje.
A casi un kilómetro rodeando la entrada que ambos hombres habían custodiado, se toparon de frente con Edward, quien los aguardaba con impotencia.
- ¡Seguidme y os enseñaré la entrada de la gruta! – les ofreció, echando a correr hacia dentro de la cueva para que ellos no perdiesen tiempo parando para hablarle.
Los dos hombres lo siguieron a todo correr, en silencio, - David hizo que la luz de su varita iluminase el camino ante ellos - y cuando el chico se detuvo e hizo que la abertura de la caverna se mostrase para los tres, - tal y como había visto hacer a Campbell la primera vez que el hombre, transformado en bestia, había alcanzado el lugar con el pobre chico colgando de su lomo como un peso muerto – Ron lo tomó por un brazo, con fuerza, obligándolo a detenerse.
- Nosotros nos encargaremos – dejó claro, impidiéndole la entrada. – Tú ya has hecho suficiente. Vuelve al hostal junto a Aby, que está muerta de angustia, temiendo por ti.

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El secreto
Lãng mạnCuando Harry fue consciente de lo que sentía por Ginny,ella acababa de hacerse novia de Dean Thomas;diez años después, ella está apunto de casarse con Dean,y él se plantea marcharse a Canadá para siempre.Mientras,su mundo se desmorona a su alrededor.