Chapter 8: Trampa mortal

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Harry se sentía inquieto. La inesperada llegada de Hermione a la casa la tarde anterior, había dado un giro rotundo a la situación, tanto a nivel de la misión que los aurores se llevaban entre manos, como a nivel personal de todos los ocupantes de la casa, incluida ella misma. A pesar de que la bellísima pelirroja había apaciguado su enfado con tanto arte, que él aún no dejaba de asombrarse, su corazón no había podido ser apaciguado del mismo modo, y tampoco su mente, que no paraba de dar vueltas al asunto de la bestia que acechaba a los habitantes de la villa, y a la "otra bestia" que se había revelado en su propia casa, y que le preocupaba tanto, o más, que la que se había comprometido a atrapar.

El joven moreno esperó a que Ginny, que hasta el momento yacía profundamente dormida en sus brazos, se acomodase en su sueño en otra postura, para ponerse en pie con sigilo, vestirse y salir de la habitación, pues sabía que, si permanecía a su lado por más tiempo estando despierto, acabaría por despertarla a ella también; y apenas había comenzado a amanecer, no había motivo alguno para hacerla despertar tan pronto.

Se desperezó mientras bajaba las escaleras con parsimonia, intentando despejarse por completo; caminó hacia la cocina, con un buen vaso de leche con galletas en mente, pero al entrar en ella, lo único que ocupó sus pensamientos, de hecho bastantes sombríos desde entonces, fue la triste estampa de un hombre que yacía abandonado - más que sentado - en una de las sillas, con ambos codos apoyados en la mesa, sujetándose la cabeza como si en cualquier momento pudiese llegar a perderla.

Al escucharle entrar, el joven alzó el rostro, y su semblante se mostró culpable y atormentado, cuando le reconoció.

- Te ves penoso – Harry le dijo sin contemplaciones; aunque el tono de su voz estuvo lleno de complicidad.

Ron hizo mueca de sonreír con ironía, pero lo pensó mejor, y evitó que la herida del labio se le abriese de nuevo.

- Lo estoy. Llevo tres noches sin dormir – en cambio afirmó, en el mismo tono.

Harry lo miró a los ojos, sorprendido; no había imaginado que llegase tan lejos el alcance de las consecuencias del sufrimiento de su mejor amigo.

- Esto no puede seguir así, debes descansar, sea como sea – cogió una silla y se sentó a su lado, haciendo que los ojos de ambos se enfrentasen a la misma altura.

- Tranquilo. No voy a permitir que mi patética vida personal se inmiscuya en mi trabajo. He venido a ayudarte, y eso haré.

- ¡Olvídate del trabajo! – el moreno gritó con indignación - Los chicos y yo lo haremos.

- De ningún modo. Dices eso porque eres mi mejor amigo, - objetó el otro, rendido - pero no olvides que también eres mi jefe. ¿Quieres que todavía me sienta peor, un bueno para nada? – le mantuvo la mirada con estoicismo.

- ¡Sabes que eso no es así! ¡Todos tenemos malos momentos! Y los compañeros estamos para cubrirnos las espaldas unos a otros, además de para dar el callo.

El pelirrojo mostró un amago de sonrisa, lleno de agradecimiento y adoración por el hombre que tenía frente a él.

- Harry… anoche perdí la razón; dije cosas sobre ti y sobre Hermione que… - intentó disculparse torpemente, sin saber con exactitud cómo decir todo aquello que le abrasaba las entrañas.

- ¿Que ya no crees? – Harry le ayudó tranquilamente.

- Nunca las he creído, en realidad – Ron respondió, cabizbajo – No sé qué demonios me pasó.

- Entonces, no hay nada de qué hablar, todo está bien – le dio una palmada de ánimo en la espalda - Siento haberte roto la mandíbula.

- Y yo siento haberte roto la nariz, aunque no debería – Harry alzó una ceja, suspicaz – por tu culpa, no podré ni siquiera sonreír en una semana; también me partiste el labio, y eso no es un hueso que se cure con tanta facilidad. Aunque para lo que voy a necesitar reír…

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