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Las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas, pero sus ojos estaban más abiertos de lo que lo habían estado jamás. Nunca se hubiera imaginado que la imagen que se encontraba delante de él, devolviéndole su cartera, fuera la de aquel hombre.

―Ten, esto es tuyo, ¿Te encuentras bien?

―S-si... gracias.

El sensei de Mana se encontraba sonriéndole con cara de preocupación y sin un pelo fuera de sitio.

―Menos mal que estaba cerca ―volvió a decir. Con su voz suave y masculina logró que a Kazutora se le paralizara el corazón. Ambos empezaron a caminar despacio para volver a la calle principal.

―Debiste pasar un mal rato, será mejor que te acompañe a casa, ¿Está bien?

―Cl-claro ―al joven maestro aun le temblaba la voz, y las piernas, pero esto último podía disimularlo un poco mejor. La presencia del pelinegro lo tranquilizó, después de ver lo que vio se sentía muy seguro en su presencia. Seguro y culpable por no haber sido capaz de defenderse por sí mismo.

― ¿Puedo preguntarle algo?

―Si, claro.

― ¿Por qué devolviste la tarjeta? Era un regalo.

―Ah... eso... es porque es demasiado, me sentiría mal aceptándolo.

―La tarjeta solo será válida durante un año, después de eso tendrá que apuntarse como cualquier otro. Considérelo como un periodo de prueba si lo prefiere.

Baji hablaba con normalidad, creaba conversación para tratar de rebajar la tensión y hacer que Kazutora pensase en otra cosa que no fuera lo que acababa de ocurrir. Estaba claro que el joven aun no procesaba lo sucedido.

―Antes solía ir al gimnasio, pero ahora prefiero salir a correr y de vez en cuando hacer pesas en casa.

―Las clases que ofrecemos pueden ser muy entretenidas, quizás alguna le llame la atención, ¿no le gustó la clase de ninjutsu?

―Me impresionó mucho, pero soy muy torpe con esas cosas, ya ve que con un pequeño hoyo en el camino me hice un esguince.

―Si viniera a mi clase no dejaría que se lesionase tan fácilmente.

Los pómulos de Kazutora se sonrojaron al oírle decir eso al sensei, desgraciadamente en ese momento su cerebro no reaccionaba de la forma que lo haría en condiciones normales. Ahora mismo se sentía muy vulnerable; protegido, agradecido, pero vulnerable.

―No son las lesiones lo que me preocupa, es que tiendo a hacer el ridículo cuando soy inexperto en algo.

―Nadie nace aprendido, eso es totalmente normal.

―Si fuera un niño no me importaría, pero un adulto rodeado de niños y adolescentes...

―Entiendo, sin embargo, le propongo una solución.

―Lo escucho.

―Podría darle clases individuales. Yo estoy acostumbrado a entrenar tanto a principiantes como a expertos, así que no me importaría enseñarle desde lo básico.

―Eso si que sería demasiado ―dijo Kazutora, con una mano posada en su nuca y más rojo que un tomate.

― ¡Para nada! Me vendría bien tener una clase relajada, sin tanta gente y avanzaríamos muy rápido y en poco tiempo ya no le importará unirse a una clase normal.

―Pues es que...

―No puede negarse, ya me ha rechazado un regalo, no me rechace como sensei también. ¿Acaso no le gusta cómo enseño?

―No, no, me parece que sabe dar bien su clase.

― ¡Perfecto entonces! ¿Qué le parece los miércoles? La hora la pone usted.

―Los miércoles... el miércoles tengo que estar en el colegio hasta las seis, así que... solo podría ir a partir de las siete.

― ¡Pues a partir de las siete lo esperaré donde usted ya sabe!

―Está bien.

―No es fácil de convencer usted ―rio Baji.

―Soy más fácil de lo que se imagina ―nada más pronunciar esas palabras Kazutora abrió mucho los ojos dándose cuenta del doble significado de su frase, por suerte Baji no parecía habérselo tomado con segundas.

Después de unos minutos llegaron al edificio en el que vivía Kazutora.

― ¿Seguro de que estás bien? ¿Necesitas algo?

―Usted ya ha hecho bastante, no sé cómo podría agradecérselo, me ha salvado...

―No tienes que darme las gracias, me conformo con que aceptes que sea tu sensei.

―De verdad que yo... no quiero molestarle...

―Ya le dije que no me molesta, me molestaría si no hubiese aceptado mi oferta.

―Entonces... el miércoles sobre las siete... Mejor siete y media, ¿está bien así?

―Por supuesto, nos vemos la semana que viene, hasta entonces, Kazutora.

―Hasta el miércoles, Baji.

Los dos profesores sonrieron, Kazutora subió a su apartamento y Baji permaneció fuera hasta que lo perdió de vista en el ascensor.

El rubio llegó a su piso, cerró la puerta tras de sí y apoyó su espalda sobre ella, dejándose caer lentamente, analizando lo que acababa de pasar.

teacher's; bajitora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora