O12

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Nada más entrar al aula, Baji ya lo estaba esperando tal y como la otra vez, solo que en esta ocasión se giró a saludarlo en cuanto atravesó el marco de la puerta.

―Buenas tardes Kazutora.

―Buenas tardes, Baji.

―Le noto raro, ¿le ha pasado algo?

¿Cómo lo supo? ¿Acaso tiene un radar?

―Ah... no, no es nada.

―Los malos pensamientos pueden influir negativamente en el entrenamiento.

―Son cosas del trabajo, nada del otro mundo.

―Si fuera algo habitual no lo notaría extraño, lo notaría cansado.

―Está bien, se lo diré, pero no se ría de mí, por favor.

―Soy todo oídos.

―La madre de una alumna me pidió una consulta en mi despacho y en cuanto pudo se me tiró encima y el director entró justo en el instante en el intentaba apartarla.

―Lo más normal del mundo.

―Eso no fue lo peor, lo peor fue que el director y el resto de compañeros trataron el tema como si pasara cada día e insinuaron que no tardaría en acostarme con ella, me molestó mucho la falta de seriedad ante un tema tan delicado.

―Ser profesor conlleva sus riesgos.

―El caso es... que a mi... bueno... nunca lo he ocultado, pero tampoco lo voy diciendo a los cuatro vientos, a mi no, no me van las...

―Si, entiendo. No hace falta que siga.

Kazutora permaneció callado y con la cabeza agachada después de las palabras cortantes del sensei.

Le ha molestado... no debí mencionar esto último, pero es que no quiero que precisamente él piense que no me van los hombres, él tiene que tener esa información, pero no debí decirlo así, mierda... soy un estúpido.....

Esperen.... Él me quiso emparejar con el chico de cabello azul el otro día, no tendría sentido que esto le molestara.¿Cierto?

Baji rompió el silencio.

―Los mejores siempre nos cambiamos de acera eh―dijo mientras soltaba una risa.

Kazutora abrió los ojos como platos, pero poco tiempo le dio a sorprenderse por esas palabras ya que el sensei enseguida le ordenó comenzar con el calentamiento.

Después de dar las diez vueltas mientras Baji se sumergía en su literatura, se tumbó para hacer las flexiones y entonces el pelinegro se le sentó con las piernas cruzadas sobre su espalda.

― ¿Cada día me lo va a poner más difícil?

―He notado que tiene buenos brazos, solo le pediré que haga diez, porque no creo que llegue a veinte conmigo encima.

Las palabras de Baji hicieron un hueco en el orgullo del maestro, quién con mucho sudor y esfuerzo consiguió hacer las veinte flexiones, justo para tirarse exhausto en el suelo nada más terminar.

―Le ha costado.

―Pruebe usted si es tan listo ―replicó el rubio respirando con fuerza.

―Lo bueno de ser el sensei es que no tengo que hacer lo mismo que hacen mis alumnos.

A Kazutora le encantaba que Baji lo picara de esa forma. Que lo retase despertaba los instintos masculinos primitivos que llevaba dentro. Normalmente no era de los que se dejaban llevar por las apuestas de sus amigos o el típico "no hay huevos", pero con Baji era diferente, su mirada, su tono de voz y todo su ser podía hacer que Kazutora se atreviera a cualquier cosa.

teacher's; bajitora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora