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Pasó el fin de semana y por fin, ya era miércoles por la mañana. A partir de ahora la vida del profesor iba a basarse en esperar a que llegara su día de clases en las que por una vez no era él el maestro. Hoy sería su segundo día, y si el primero había sido intenso, ¿cómo sería este?

Sus alumnos tenían una hora de educación física y luego el recreo, así que Kazutora se encontraba en su despacho tomando un café mientras esperaba por la madre de una alumna que le pidió una hora para ir a hablar con él.

La madre de Sana, su alumna, se llamaba Megumi, y tenía fama de ser un poco pesada con los profesores. Un par de compañeras le compadecieron por tener que tratar con ella, ya que al parecer a esa mujer no le caían bien las demás mujeres.

Llamaron a la puerta y Kazutora dejó su taza y acomodó su camisa antes de invitar a pasar a Megumi.

―Buenos días señor Hanemiya.

―Por favor, puede llamarme Kazutora, aun soy joven para que me llamen señor.

―Oh, lo siento mucho, la verdad es que me esperaba a un profesor más... mayor ―dijo echándole una mirada de arriba a bajo que incomodó un poco al maestro.

―No se preocupe. Y dígame, ¿qué es lo que le preocupa de su hija?

―Pues quería que me lo dijera usted. Últimamente la veo muy distraída con esos grupos musicales de chicos y se pasa las tardes mandando mensajitos. Me da miedo que bajen sus notas cuando entre en el instituto.

―Sana en clase se comporta muy bien, y siempre trae los ejercicios hechos. Si no me lo dijera usted no me creería que fuera así fuera de clase.

―Antes sacaba más dieces, el último trimestre solo me trajo uno.

―Eso es normal, este curso es más difícil, pero su hija va bien, si este trimestre no saca por lo menos tres dieces le prometo que le meteré caña para que salga de primaria con notas excelentes.

―A eso venía, quiero que le de caña ahora, no espera a que saque malas notas para hacerlo.

―Le aseguro que este trimestre sacará buenas notas, ya le dije que va muy bien, me ha entregado unos trabajos perfectos y eso le subirá mucho la nota ―dijo el profesor con una de sus mejores sonrisas para intentar calmar a la mujer que tenía sentada enfrente.

―Es usted muy bueno. Demasiado bueno. La verdad es que esperaba encontrarme a un profesor viejo, con barba blanca y muy serio, pero me ha sorprendido ver que es usted muy joven y guapo.

―Esto... gracias, es usted muy amable.

― ¿Sabe? Desde que me dejó mi marido me ha costado mucho encontrar a otro hombre, no hay muchos a los que le gusten los niños. ¿A usted le gustan los niños?

No me gusta por donde está yendo esto...

―Claro, sino no sería profesor de primaria.

―Tan joven... y ya a cargo de tantos niños, me encantan los hombres a los que les gustan los niños ―la mujer se levantó y rodeó el escritorio del maestro mientras paseaba un dedo sobre él.

― ¿Qué está haciendo?

―Es usted tan atractivo... lo vi de lejos en una reunión de padres, pero de cerca es usted aun más guapo, y su cabello lo hace aun más atrayente.

¿De qué me suena esto?

La mujer agarró el cuello de la camisa del maestro y acercó su cara peligrosamente a la cara de éste, que enseguida la giró.

―Señorita, por favor, compórtese.

―Uy, ¿se ha puesto usted nervioso? Eso solo hace que me guste más ―de un salto la mujer se colocó sobre las piernas del rubio.

teacher's; bajitora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora