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Todos habían bebido y cantado hasta tener rota la garganta. Había sido una gran noche. Baji pidió un taxi para los dos. A él no parecía afectarle el alcohol, sin embargo, Kazutora estaba algo más que contentillo.

En el taxi se dejó caer en el hombro del mayor, quien lo miró y le pasó un brazo sobre los hombros, acercándolo más a él.

Kazutora notaba cómo su fuerte brazo le rodeaba, en otra ocasión lo hubiera apartado por respeto al conductor, pero ahora mismo lo que menos le importaba eran las muestras de cariño en público.

Llegaron al edificio en el que vivía el profesor y subieron a su piso.

―Tengo que darte tu regalo.

El profesor se sobresaltó al escuchar eso, su corazón comenzó a latir más fuerte y sus orejas se enrojecieron. Esa sería una noche de pasión desenfrenada, el de mechas rubias sabía lo que se le venía encima.

Baji rebuscó en su maletín y sacó un pequeño peluche de perrito con un lazo rojo en la cabeza. Kazutora parpadeó unas cuantas veces para tratar de entender qué estaba pasando.

―Lo vi y tuve que comprártelo. Se parece mucho a ti.

― ¿En qué se parece a mi exactamente?

―Es blanquito y tiene tus ojos.

Después de unos instantes de desconcierto por esa actitud kawai que nunca antes había visto en Baji, el maestro empezó a reírse.

― ¿Qué es tan gracioso?

―Es que... no me esperaba esto de ti.

― ¿Y qué te esperabas?

―Pues... algo más... pasional.

―De verdad kazutora... tú solo piensas en esas cosas... ¿Acaso no te gusta tu regalo?

― ¡Claro que me gusta! Y yo no estoy pensando siempre en eso...

―Si lo haces, hace unos minutos era en lo único en lo que pensabas, ¿me equivoco?

―Si...

―Es una pena, creí que tendrías ganas de hacer algo especial esta noche, pero veo que no. Así que debería irme a casa ahora supongo.

―Espera... maldito perro... siempre haces lo que quieres conmigo.

― ¿No has visto tu regalo? Aquí el que se parece a un perrito eres tú.

Kazutora empujó a Baji contra la puerta del apartamento y lo sujetó por los brazos mientras su lengua abría los labios del sensei.

Puso una pierna entre las de Baji y presionó suavemente su entrepierna. Empezó a endurecerse y el peli negro lo separó, pero kazutora volvió a empujarlo contra la puerta.

Continuaron besándose mientras se quitaban la parte de arriba, Baji empezó a desabrocharse la camisa blanca del traje que aun llevaba puesto.

―No, déjatela puesta, y los pantalones de momento también ―le pidió kazutora.

―No sabía que te gustaran los hombres con traje.

―Me gusta cómo te queda a ti.

Baji lo empujó con más fuerza contra otra pared y kazutora repitió el gesto en una competición por el control. Entre abrazos, besos y tocamientos fueron golpeando sus cuerpos por las paredes y los muebles hasta llegar al dormitorio.

Kazutora cayó en la cama después de un último empujón que definía que Baji había ganado esa batalla.

― ¿Puedo quitarme la corbata al menos?

―No.

Terminó de desvestir al maestro con rabia y sin previo aviso se llevó su miembro a la boca. Empezó a chuparlo con fuerza y kazutora no pudo contener los gemidos.

Como venganza por haber ganado el primer asalto, kazutora agarró la cabeza del sensei, la apretó con fuerza hacia sí, sin dejarle escapar. Baji se aferró a las caderas del contrario mientras intentaba zafarse.

―Voy... a ... ―ahora kazutora lo soltó para que pudiera apartarse antes de lo inevitable, pero Baji no se apartó y lo recibió todo en su boca y se lo tragó.

― ¿No era lo que querías? ―kazutora no podía responderle, estaba demasiado extasiado, intentó ser rudo, pero no estaba en su naturaleza.

Baji le dio la vuelta, se quitó la corbata y con ella le ató las muñecas.

―Es-espera, ¿qué estás haciendo?

―Lo has intentado, pero ahora es mi turno ―Baji le dio un azote en el trasero y luego se acercó a su oreja para susurrarle ― Feliz cumpleaños, mi amor.

Kazutora volvió en sí, y su corazón empezó a latir más fuerte que nunca. Los dedos del sensei se deslizaron suavemente desde su cuello hasta su entrada, donde empezaron a trabajar.

Después de tener hasta cuatro dedos dentro, kazutora ya volvía a estar completamente duro. Baji sabía donde tocar con sus veloces dedos.

Le dio la vuelta otra vez, ahora kazutora veía a un Baji con el pelo alborotado, la camisa entreabierta y su miembro asomando por sus pantalones.

Y estaba entre sus piernas preparándose para darle uno de los mayores placeres del mundo. Kazutora quería decirle lo increíble que él era, y que cada día se enamoraba más de él, pero no era capaz de articular palabra en un momento como ese.

Lo único que salía de la boca del maestro eran jadeos y gemidos de placer. Y cuando el pene de Baji entró por completo en su interior, de esa boca salieron gritos.

― ¡Ahhh! Mmh... Por favor... n-no pares nunca.

―No lo haré...

teacher's; bajitora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora