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―Te enseñaré alguna llave básica y también a caer correctamente.

―Bien.

El sensei se dio la vuelta y le dio la espalda al profesor.

―Haga como que me va a asfixiar por la espalda. Con los brazos en el cuello ―le ordenó señalando sus hombros con las manos. Kazutora obedeció y rodeó su cuello con uno de sus brazos, pero antes de darle tiempo a apretarle bien, Baji le agarró el brazo y lo lanzó sobre él, dejándolo bocarriba en el suelo sin soltarle el brazo, para que no cayera del todo y se hiciera daño.

La maniobra fue rápida y limpia. El rubio salió volando por encima del sensei, pero éste le mantuvo agarrado en todo momento y evitó que la caída fuera fuerte. Al profesor le sorprendió no haberse hecho daño.

―No me lo esperaba ―dijo el joven riendo un poco.

― ¿Y qué esperabas? Ahora te toca a ti ―el sensei ayudó a incorporarse al rubio ― Dame la espalda y yo te agarraré por detrás.

El corazón del maestro bombeaba sangre como nunca lo había hecho, pero a pesar de eso se sentía calmado. Baji le proporcionaba seguridad en sí mismo y tener una experiencia como la que estaba teniendo motivaba mucho a Kazutora, que hacía mucho que no se salía de su rutina.

El sensei rodeó con uno de sus brazos el cuello del joven, que trató de repetir el movimiento, pero sin éxito, el cuerpo del hombre parecía una roca inamovible, no logró ni levantarle un poco los pies del suelo.

―No tengas miedo a hacerme daño, inténtalo con fuerza.

―Ya lo hago.

―Pero no estás usando todo tu cuerpo, solo estás tirando de mi brazo. Debes echar las caderas hacia atrás con fuerza, para desequilibrarme, y luego agacharse y hacer que pase por encima suyo.

―Ah... va-vale... ―la incomodidad volvió a presentarse en el ambiente cuando Kazutora fue consciente de que debía pegar totalmente su cuerpo con el del sensei, y echar las caderas hacia atrás provocaría que chocara con su entrepierna. La calma se disipó y la cara del maestro se convirtió en un maduro tomate.

―No me digas que te da vergüenza ―el cuerpo del hombre seguía muy cerca del suyo, su brazo continuaba rodeándole, como un abrazo y las palabras del sensei sonaron muy cercanas a su oído, pudo sentir el aire que salía de su boca hacerle cosquillas en la oreja. Kazutora estaba a punto de perder el control sobre una parte importante de su cuerpo, y al darse cuenta de eso, despertó de su coma.

De un tirón pasó al mayor por encima de su hombro tumbándolo en el suelo como el otro había hecho anteriormente, solo que Kazutora le soltó el brazo y el sensei casi ni llegó a tocar el suelo, ya que se mantuvo en pie después de la maniobra.

― ¡Vaya! No me esperaba que te saliera bien tan pronto. Pero a la próxima no sueltes mi brazo, eso se hace para evitar que su oponente se haga daño.

―Si intentan atacarme querré hacerle daño ¿no?

―En un caso real si, pero normalmente practicará con personas a las que no quiere hacer daño, en la calle puede hacer lo que quiera. Repitamos.

Repitieron la maniobra unas cuantas veces, la mayoría de las veces era Kazutora el que tiraba al sensei, pero un par de veces fue al contrario. Cuando el profesor parecía dominar la técnica, cambiaron de maniobra y el sensei empezó a enseñarle algo que no requería tanto contacto.

Sacó una colchoneta de la pared y la colocó en el suelo, donde se deslizó dando una voltereta y se levantó dando un golpe en el suelo. Kazutora repitió sus movimientos varias veces, mientras Baji le explicaba para qué servía aprender todo eso.

Kazutora no pudo evitar fijarse en que la parte superior del traje de su sensei se había abierto más, dejando ver toda la zona central de su blanco pecho. Le gustaba esa imagen, no podía negar que el hombre era de los más atractivos que había visto nunca; sus facciones masculinas, su tez clara, y su cuerpo fuerte.

Había pasado una hora desde que empezaron la clase y ahora los dos estaban sentados en el tatami, uno frente al otro, pero lejos.

― ¿Qué le está pareciendo la masterclass? ―preguntó el sensei de manera formal a Kazutora. Eso al joven lo tranquilizaba de cierta forma ya que era una manera de mantener las distancias entre ellos. Aunque a estas alturas a cualquier otro ya le estaría tuteando e invitándolo a tomar unas copas.

―Pues la verdad, yo pensaba que me enseñaría a lanzar estrellas ninja o a saltar por los tejados de los edificios.

―Lo de los tejados puede esperar, y lo de las estrellas es para profesionales, pero puedo mostrarle cómo se hace ―el sensei se levantó y fue hacia su mochila, de donde sacó las estrellas ninja. También tomó una diana y la colgó de una pared que ya parecía estar preparada para eso.

―Pensaba que lo decía de broma ―rio Kazutora sin apartar la vista del sensei, que se colocó pegado a los espejos mirando en dirección a la diana. La distancia era muy grande, pero el hombre lanzó las estrellas una detrás de otra con suma habilidad. El rubio apenas pudo verlas por el aire, era demasiado rápido para su vista.

Todas dieron en el centro, parecía que hubieran luchado por hacerse con el mismo punto. La puntería de ese hombre era increíble, Kazutora se quedó con los ojos abiertos como platos y la boca abierta también.

―Ahora sé que no debo meterme con usted ―alcanzó a decir mientras el sensei se acercaba a recoger las estrellas.

― ¿Quiere probar?

― ¿Quiere morir?

―Le prometo que no me matará.

―Puedo romper algo.

―No serás el primero en lanzar una de estas en mi clase.

Baji le hizo un gesto para que se colocara junto a él, en vez de en el fondo de la clase se puso en el medio. Kazutora se levantó y fue hacia él, quien le entregó una de las estrellas. El rubio se concentró unos segundos, cerrando un ojo para apuntar al centro. Realizó el lanzamiento, pero la estrella quedó clavada a un metro por encima de la diana, en la pared, que ahora notaba que tenía algunas marcas como la que quedaría una vez despegasen la estrella de ella.

― ¡Lo siento mucho! Le dije que no era buena idea. Lo siento.

Baji rio.

―No pasa nada, es completamente normal, en todo caso la culpa sería mía por permitírselo. Ven, lanza otra, esta vez le diré un truco.

El sensei le entregó otra estrella, se colocó detrás del maestro, con una mano apoyada en su hombro y la otra sujetando delicadamente la mano de lanzamiento del maestro dibujó en el aire un suave movimiento. La cara del mayor estaba muy cerca de la cara de Kazutora, que giró levemente su cabeza para fijarse en la irresistible cara de ese sensei.

― ¿Lo ha entendido? ―preguntó el sensei con los ojos cerrados esbozando una sonrisa mientras se separaba del maestro.

―Cl-claro ―kazutora asintió con la cabeza para centrarse y repitió el movimiento con fuerza. Esta vez dio en la diana, muy cerca del centro.

―Increíble, a este paso acabará superándome, le dije que tenía potencial.

―No diga eso, es que usted es un buen sensei.

―Lo sé.

teacher's; bajitora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora