Clock
Chelsea
Estaba bailando un vals.
Y llevaba a Kennedy conmigo hacia la desgracia, yo soy él puto puñetero que ningún suegro quisiera tener, pero para su beneficio solo era una fachada.
En esta zona es común notar que las puertas de las casas no llevan seguro. Somos bastante confiados, o más bien, la gente aquí ni siquiera piensa en cometer un atraco, porque rara vez se ven personas en casa.
― Ponte cómodo Kennedy. ―ordené como si la casa fuera mía.
Di un giro para encontrarme con su hermoso rostro y adentrarme en la cocina de mi exquisita amiga.
― Estoy seguro de que leí 'Rossi Fiore' en la insignia" ―comentó el rubio con cautela.
― ¿Mala combinación verdad? ―Saque dos chocolatadas del refri y le tire una a Kennedy, al parecer no entendió la referencia― acabo de darme cuenta de que estas más despistado de lo normal.
― Quizás si me hubieras avisado que me la lanzarías en primer lugar no hubiera explotado en el piso.
― No tienes reflejos, así que no levantes excusas, eso déjaselo a los mediocres.
Le di la mía mientras iba en busca de un trapo para limpiar el regadero que habíamos hecho.
― No veo a ninguna persona de limpieza. ―Vacilo con la pequeña cajita en sus manos.
― No, no hables de eso aquí. ―Ordene.
― ¿Qué? ¿Qué tiene?
Porque me hierve la sangre de tan solo hablar de ello.
Suspire, acercándome a él para poder hablar en susurros.
― No, no quieres saber.
― Si, si quiero.
Lo obstinado y decidido le sale por ratos.
― Los hombres son unas fichitas y se lo he dicho a la señora Fiore. ―Pase mi brazo sobre su nuca para hablarle en el oído, temía mucho que Leslie apareciera de pronto― Justo aquí ―Toc, toc hicieron mis dedos contra el mesón― la señora de la casa encontró a su marido machucándose con una empleada de limpieza.
Negué con la cabeza, de tan solo pensarlo mi cuerpo se despeluco.
Kennedy me miró asqueado.
― Lo sé, entre más conoces a las personas más te desilusionas.
Se lo dije sin ninguna pisca de sensibilidad.
― Los hombres son unos perros en luna. ―Y, es algo que no dejo de repetirme cada que puedo.
Termine de limpiar lo que quedaba de chocolatada, el reflejo de mi cara se dejo ver sobre la deslumbrante cerámica blanca de la cocina.
― Chelsea. ―Llamo a mi con un tono un poco desconcertante.
Respondí con un cabeceo sin mirarle a la cara.
― Esos no son hombres. ―Comento Kennedy.
― ¿Qué quieres decir con eso? ―A mi ya me quedo claro.
Siempre ven a la infidelidad como una necesidad.
― No solo por el hecho de tener genitales es que son hombres.
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Hay quienes solo soñamos con ver arder el mundo [✔]
RomanceDenzel Kennedy Dubois, inmerso en la efervescencia de una vida social deslumbrante, donde los reflectores y los buenos modales son su carta de presentación, proyecta la ilusión codiciada de ser el niño rico con padres excepcionales. Sin embargo, det...