Paz
Chelsea
El tiempo se deslizaba entre mis dedos como la arena. Las vacaciones estaban llegando a su fin, y en lugar de arreglar las cosas, las había empeorado aún más. Suspiré mientras metía mi billetera en el bolso. Tenía planes de ir a buscar algunas flores, quizás esa era la razón por la que llevaba puesto este vestido blanco. Cosas de mujeres que, en este momento, no me apetecían mucho.
― ¿Vas a salir? ―mi madre me evaluó minuciosamente.
― Si, voy donde Leslie. ―mentí.
― ¿Así vestida?
No lo había dicho de buena gana.
― ¿Qué tiene mi ropa?
― No te va bien.
― ¿A que te refieres con eso?
―Que te ves mal. ―deslizó una mano por su cintura mostrando autoridad― ¿así o más claro Chelsea?... Quiero que vayas y te cambies.
Ja.
¿Cómo si sus palabras afectarán mi moral?
Hace mucho que eso no sucede.
― Voy hacer como si no escuche eso, quiero estar en paz hoy.
Lo último que hice fue esbozar una sonrisa, guardando mi molestia para mí misma, sin entrar en ninguna discusión. Campbell siempre cuidaba su imagen y la de quienes la rodeaban, especialmente nosotros, sus hijos.
No había necesidad de tomar un taxi; la florería de Doson estaba bastante cerca, así que decidí caminar con alegría. El vecindario era tranquilo y, a pesar de dirigirme hacia Doson, no me sentía nerviosa. Quizás era porque ya habíamos arreglado las cosas.
Acomodé un poco mi cabello antes de entrar. Al abrir la puerta, el sonido de la campana resonó por la tienda, y una agradable fragancia a flores llenó mis sentidos. Sonreí al ver el colorido y la belleza de las flores que me rodeaban.
― Buenos días, elegante dama.
Me hizo gracia escuchar eso.
― Bongiorno. ―decidí seguirle el juego.
Pude ver que llevaba un delantal blanco que hacía juego con sus ojos cafés.
― En que puedo ayudarle señorita.
― Por el momento solo miro.
― Esta bien, cuando tenga algo en mente me avisa.
― Por supuesto. ―Jugué con una sonrisa.
Quedé embelesada por la belleza que me rodeaba, especialmente por la atención que me brindaba Doson.
¿Qué podría comprar con siete dólares?
Me di cuenta de que estaba en un dilema financiero. Tal vez debería considerar pedirle a Doson un empleo, aunque dudaba que estuviera en posición de contratar a alguien.
― Creo que llevare esta. ―Señale una amapola amarilla.
― Está bien, son cinco con treinta.
¡Bien!
Lloro en pobre.
― Pero, por tratarse de ti corre por mi cuenta.
― Oh, no no. No vine aquí para obtener flores gratis.
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Hay quienes solo soñamos con ver arder el mundo [✔]
RomanceDenzel Kennedy Dubois, inmerso en la efervescencia de una vida social deslumbrante, donde los reflectores y los buenos modales son su carta de presentación, proyecta la ilusión codiciada de ser el niño rico con padres excepcionales. Sin embargo, det...