Capítulo 18

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Al acecho

Chelsea

― No digas nada. ―Le rogué a Denzel, sintiendo un nudo en la garganta mientras apartaba la mirada de Kennedy.

Me removí en el asiento.

― Ha sido tu culpa. ―Insistí, dejando escapar un suspiro de frustración. Las palabras se escaparon de mis labios antes de que pudiera detenerlas.

Nos habían llevado a detención por culpa del empalagoso e innombrable beso que nos dimos en el pasillo. Se suponía que solo debía ser un pico, no lo que había quedado registrado en las cámaras. La vergüenza se mezclaba con la irritación mientras nos sentábamos en la sala de detención, enfrentando las consecuencias de nuestro impulso.

― ¿Quién demonios mira las cámaras en estos tiempos? ―Su cara parecía radiar felicidad.

Lo fulmine con la mirada.

― Es tu mala suerte, Kennedy.

― Yo no fui quien empezó el beso. ―remató. 

Por favor, trágame tierra.

― Ni lo menciones.

― Cómo quieras, Chelsea.

Cruzando las piernas, observé el cuadro que destacaba en la oficina de Murphy, uno de los inspectores de la institución. Sabía que él no era sobornable; lo sé porque ya lo intenté, y eso complicó aún más las cosas.

― ¿No podemos simplemente largarnos? ―sugerí, buscando una salida.

― Seguro que ni se enteran. ―respondió con sarcasmo.

Lo voltee a ver.

― Prometo que si no te callas rubio tonto te mato.

Kennedy inclinó la cabeza ligeramente y esbozó una sonrisa.

― Inténtalo.

La tensión entre ambos se hizo palpable, como una corriente eléctrica que fluía entre nosotros.

― Cállate. ―Gruñí, clavando mi mirada en sus ojos con determinación.

Los ojos de Kennedy se oscurecieron, su expresión pasó de serena a intensa en un instante.

― Entonces, cállame. ―Su tono era desafiante, casi provocador.

Negué con la cabeza, dejando escapar una sonrisa forzada. Era una situación complicada: aunque en el fondo lo odiaba, también reconocía que Kennedy me había ayudado en más de una ocasión. Sin embargo, era innegable que la mayoría de mis problemas surgían cuando estábamos juntos.

― Serás idiota. ―Puse los ojos en blanco con exasperación― Lo que pasó hace un momento no volverá a suceder.

― La realidad de tus palabras eventualmente te cerrará la boca.

― Mi puño terminará cerrando tu boca.

Extendí mi mano hacia su rostro, con los nudillos tensos y listos para actuar.

― Menudo miedo me provoca. ―Sonrió con desdén, desafiante.

Él me veía como un chiste, uno de esos que ni siquiera merecen una risa compasiva.

―Voy a ignorarte. ―propuse, cruzándome de brazos y desviando la mirada.

Fue lo último que dije hasta que quedamos en silencio, uno al lado del otro, esperando a que el señor canoso apareciera y nos diera un reporte bastante innecesario. En ningún lado del reglamento de la institución dice que está prohibido el afecto entre estudiantes, aunque no me imaginaba a Kennedy formando parte de mi libreta roja.

Hay quienes solo soñamos con ver arder el mundo [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora