Ciao
Chelsea
Mi cara dio un giro, y fui lo suficientemente estúpida como para devolverle la mirada, para que volviera a estrellar la palma de su mano en mi cara... maldición... la fuerza con la que me dio fue tanta que mis piernas tambalearon, ya había lagrimas en mi cara causadas por el dolor de los golpes.
No me atrevía a hablar.
Nunca antes me había golpeado, ni siquiera cuando lo llamaron desde la comisaría para que me fuera a recoger. No entendía por qué lo hacía ahora. Para mí, la noche no había sido tan grave como para justificar este comportamiento. Quizás estaba desquitándose conmigo su mal humor, o quizás había sufrido alguna pérdida en sus negocios.
― Tú no cambias, Chelsea. ―su voz fue una descarga eléctrica en mi alma― Pareciera que lo hicieras a propósito... ¿tratas de matarme, verdad? Eres una desgracia para esta familia. Si te portaras bien, no tendríamos ningún problema ―Cada frase era un golpe directo al corazón, un recordatorio cruel de mi lugar en esta familia.
Sus palabras resonaron en mis oídos como un eco penetrante.
― Pero.. ―traté de explicarme.
El dolor fue agudo, un chillido escapó involuntariamente de mis labios mientras otro golpe me alcanzaba. Era como si cada impacto físico fuera una manifestación de su disgusto, una punzada que desgarraba mi espíritu.
Mi mano temblaba al tocar mi labio hinchado y ensangrentado. Una sensación de horror se apoderó de mí al darme cuenta de la herida. Era como si mi sola presencia desatara su ira, como si cada palabra mía lo agobiara más y más.
― Puedo arreglar cualquier desastre que hagas ―el seguía frente a mi sin ninguna pisca de clemencia― como con aquel chico que nadie conoce, pero si llegas a joder a alguien grande como son los Kennedy, no podré ayudarte.
Sus palabras resonaban en mi mente como un eco ominoso. Me miraba con una frialdad que helaba mis huesos, recordándome mi insignificancia frente a su poder. Era como si estuviera dispuesto a perdonar todos mis errores, menos uno: involucrarme con los Kennedy.
― ¿Quién está pidiendo tu ayuda? ―no me escape de su mirada― al fin y al cabo, siempre metes tus narices en todas partes.
Era como si estuviéramos en una batalla de voluntades, cada uno luchando por mantener el control.
Y, ese si que me lo merecía. El golpe fue tan repentino y certero que me dejó aturdida, el sabor metálico de la sangre llenó mi boca mientras caía hacia atrás, sin poder hacer nada para evitarlo. Mi espalda impactó contra el suelo con un golpe sordo, mientras la puerta vibraba con los intentos frenéticos de Roy por abrirla desde el otro lado.
― No arruines la reputación de tu hermano. ―me miró como algo insignificante― eres tan escandalosa que lo aborrezco.
Seguro quería que le respondiera, solo quería motivos para golpearme.
― ¿Acaso... Yo... no soy tu hija? ―La pregunta flotaba en el aire, cargada de incredulidad y un atisbo de desesperación.
Mis palabras se deslizaron entre la confusión y el dolor, apenas un susurro que apenas lograba salir de mi garganta.
Mis palabras se desvanecieron en el vacío, sintiéndome patética por haberlas pronunciado. Era ridículo esperar alguna reacción de él, pero aún así lo había hecho. Su indiferencia era como un golpe adicional, y odiaba su falta de consideración hacia mí. Lo entendía, por supuesto, pero eso no hacía que fuera menos doloroso. Ni siquiera me miró a la cara, simplemente dio un paso al costado y me dejó allí.
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Hay quienes solo soñamos con ver arder el mundo [✔]
RomanceDenzel Kennedy Dubois, inmerso en la efervescencia de una vida social deslumbrante, donde los reflectores y los buenos modales son su carta de presentación, proyecta la ilusión codiciada de ser el niño rico con padres excepcionales. Sin embargo, det...