Camila
Me levanto un poco antes de que suene la alarma. Me siento asfixiada. Miro a mi izquierda para ver que Nat tiene un brazo sobre mi vientre y las dos piernas enredadas con las mías. Espera. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis piernas. Miro a mi derecha y Lauren está sobre su estómago, con las piernas también enredadas entre las mías. Somos un pretzel gigante. Trato de despertar a Lauren primero. Le aprieto la nariz, pero todo lo que consigo es hacer que sus labios se agiten y vibren cuando respira más fuerte por su boca. No puedo detener la risa histérica que brota de mí.
Estoy tan cansada. Me duele tremendamente la cabeza y los ojos. Bear se ha ido, pero sé que está con mi madre y con Mia. Tuve un sueño muy incómodo. Pero al menos estaba rodeada por las dos personas más importantes en mi vida. Y la forma en que Lauren duerme es absolutamente hilarante. Nat y Lauren se despiertan por mi risa y mis bufidos. Levantan la cabeza y me miran como si hubiera perdido la cabeza. Y, sinceramente, creo que es posible. Lauren se levanta para ducharse y cambiarse de ropa. Pasamos la mañana preparándonos para ir a trabajar. Le pregunto a Lauren si ha traído su coche, pero me dice que vino en taxi porque su coche hace demasiado ruido y que no quería despertar a Ceecee. En un momento estamos listas y nos subimos a mi coche. Después de batallar con él durante cinco minutos para que por favor se abriera, por fin mi bebé obedece. Nat sube a la parte trasera y así Lauren puede montarse el asiento delantero.
Intento arrancarlo. Nada. Nat ya se está riendo. Pasamos por esto todas las mañanas. La miro con el ceño fruncido mientras pongo mi pie en el regazo de Lauren y pateo la puerta del pasajero mientras giro la llave para arrancarlo. Arranca. Siempre funciona. Lauren no parece segura de si quiere reír o bajarse del coche. Vamos de camino al trabajo y Nat dice:
—Lau, enciende la radio.
Sacude la cabeza y responde cínicamente.
—Lo haría pero tengo miedo de que el techo se caiga.
Nat y yo nos echamos a reír. Nos reímos tanto que ambas estamos sollozando y riendo al mismo tiempo. Para el momento en que llegamos a trabajar nuestro estado de ánimo se ha aligerado. Nat besa a Lauren en la mejilla antes de ir a abrir la tienda. Lauren se queda conmigo y envuelve sus brazos alrededor de mi espalda baja. Ella dice:
—Lamento mucho que lo pasaras tan mal ayer, corazón. Pasaré toda la vida compensándote.
¿Qué? Estoy confundida. Pregunto:
—¿Qué quieres decir, cariño?
Ella responde dándome un apretón.
—Omarr. Él es mi problema, no el tuyo. Lo arreglaré. Te lo prometo.
¡Dulce salmonete de Lincoln!
Lauren se culpa a sí misma por lo de ayer. Sé que la muerte de Bear es obra de Omarr. Nadie tiene que decírmelo. Pero aun así, nadie va a decirme cómo lo hizo y, francamente, estoy de acuerdo. Algunas cosas es mejor no saberlas. Me hecho un poco hacia atrás y sostengo su rostro en mis manos. Digo:
—No es tu culpa, cariño. No pienses eso, ni por un segundo. Omarr mató a Bear, no tu. Él es un psicópata. Repito, no es tu culpa. Él puede pasarse la vida culpándote sobre la muerte de su hermano, pero eso sólo lo hace ser una persona débil. No. Es. Tu. Culpa. ¿Entiendes?
Veo como la emoción aparece en su rostro. Ella pone sus labios sobre los míos y susurra contra ellos:
—Dios, te amo —Entonces me besa profundamente.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y me pongo de puntillas. Me alejo y entierro mi cara en su cuello. Inhalo. Mientras tenga a Lauren, nada volverá a ser tan malo. Susurro en su cuello:
