Capitulo 5

3.4K 238 22
                                    

Camila

El día de inventario es el peor día del mes. Tengo a Lola y a Mimi en los días de inventario porque al igual que una criatura sufriendo foto sensibilidad, hoy no veré la luz del día.  Llámame Sméagol. 

El lugar no está muy concurrido, así que Mimi endereza prendas sueltas y Lola recibe llamadas y responde correos electrónicos por mí. Se reparten los clientes.  Oigo la puerta del almacén abrirse y cerrarse. No pienso en nada; simplemente continúo con mi monótona tarea.  Unas manos se cierran sobre mis ojos y siento una respiración junto a mi oído. 

—¿Adivina quién soy perra? 

Conozco esa voz.  Salto arriba y abajo y chillo tan fuerte como me lo permiten mis pulmones. Dejo de chillar por un momento para darme la vuelta. Ahí sonriéndome está mi mejor amiga Natalie, ¡cinco días antes!  Salto en sus brazos y las dos chillamos con fuerza durante un minuto entero. Grito a todo pulmón: 

—¡Oh Dios mío! 

La puerta se abre de golpe y Max irrumpe con un arma en la mano.  Nat y yo comenzamos a chillar pero por una razón diferente, ambas caemos al suelo y me cubro la cabeza.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —brama Max; él parece enojado.  Yo grazno con voz ronca: 

—¿Por qué tienes un arma, Max? 

Él mira a su alrededor y asimila la escena delante de él. Con el pecho agitado, baja la mano con la pistola. Dice tensamente: 

—Santa mierda nena, me asustaste hasta las malditas tripas. 

Respondo chillonamente: 

—¿Yo te asusté a ti? ¡No estoy sosteniendo un arma! 

Se mete la pistola en la cintura y extiende una mano hacia mí y Nat.  Tomamos sus manos y nos levanta a ambas. Él le pone los brazos alrededor de nuestros hombros y explica: 

—Estaba en la tienda de café y te escuché gritar como una condenada cabra loca. Pensé que alguien estaba haciéndote daño. Dejé caer mi maldito café por todo el suelo de Winnie y corrí como alma que lleva el diablo hasta acá. Es por eso que tenía mi pistola desenfundada. 

Mi rostro se suaviza. Digo: 

—Eso no explica lo de la pistola pero me alegra que estuvieras listo para ayudarme, cariño. 

Max sonríe, hoyuelos y todo. Él responde: 

—¿Quién me hará pastelitos entonces? 

Nat sonríe:  —Ahh, ella te conquistó con sus cupcakes. 

Max la mira y exclama:  —Vaya. ¡Eres muy bonita! Soy Max. 

Nat corrige: 

—En realidad, no soy “Muy Bonita”. Soy Natalie. Me mudé de Cali para estar más cerca de mi mejor amiga y esta es la bienvenida que recibo —Se ríe entre dientes—. Sólo en Nueva York.

Max se ve adecuadamente castigado y se disculpa.  —Lo siento, señora. No sucederá de nuevo.  Nat hace una mueca positivamente espantosa y escupe: 

—¡Tienes toda la jodida razón no lo hará! Si me vuelves a llamar señora te daré un puñetazo en la cara. 

Max levanta los brazos echándose hacia atrás y pronuncia: 

—¡Está bien! ¡Está bien! ¡Uuuyy! Bueno, ahora que sé que las damas están sanas y salvas, sigo mi camino.  Él se retira del almacén. Miro a Nat, sonrío y me encojo de hombros. 

Siempre Tu (g!p)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora