Camila
Despierto de un sobresalto. El sudor se derrama por mi rostro, tengo nudos en mi estómago y mi pecho se expande con cada pesada respiración. Sentándome, pongo mi espalda contra la cabecera de mi impresionante cama trineo. No he despertado así en al menos tres meses. Solía despertarme así cada noche, en ocasiones varias veces. Todavía está oscuro. Echo un vistazo al reloj despertador digital en mi mesita de noche. 04:57 am. Fan-jodi-tástico.
No tengo que empezar a prepararme para el trabajo hasta dentro de una hora y media, pero ya estoy despierta. Después de perder a mi hija y a mi madre, tuve problemas para dormir por un largo tiempo. Sigo escuchando a Mia llorar en medio de la noche y me encontraba en su muy vacío dormitorio sollozando. Realmente te necesito ahora, mamá. Lo que más extraño de mi madre son sus abrazos. Viniendo de un origen croata, fui criada de forma muy afectuosa. Nunca salí de casa sin darles a mis padres un beso en la mejilla. Podría estar teniendo el peor día de mi vida, pero un cálido, reconfortante abrazo de mamá haría que todo parezca bien. Cada vez que me encontraba de mal humor me preguntaba:
—¿Qué te pasa, Dušo? —Y siempre se aseguraba de que me desahogaba con ella sobre lo que me molestaba. Y me desahogaba.
Hornear es mi liberación. Me encanta hornear; mi especialidad son los cupcakes. Sé que mis cupcakes son buenos. En realidad, buenos es un eufemismo. Mis cupcakes son la bomba. Estás despierta ahora. Levanta tu trasero de la cama. Vamos a hornear. Me estiro y alejo mis mantas.
Pum. Bum. Miau.
Ups.
Me disculpo con mi amorcito.
—Lo siento Bear. Ven aquí, cariño —Él se estira y camina sobre mí. Lo levanto y le rasco. Cuando llego debajo de su barbilla, ronronea fuertemente y babea. Lo castigo en voz baja—. Ugh Bear, contrólate.
Cuando Mia tenía un año, dijo su primera palabra, fue gato. Como recompensa por mi super inteligente hija, conseguí a su Bear. Lo conseguí de un refugio, estaba muy gordo, pero después de meses de alimento dietético de gato, se hallaba en forma. Bear es super dulce y muy cariñoso (mi tipo de gato). Tiene un cuerpo blanco con tres grandes manchas negras en su espalda, una cola completamente negra y se ve como si estuviera usando la negra máscara del Zorro. Miro mi amigo felino y digo:
—Vamos, querido, vamos a buscarte algo para desayunar.
Bear camina a mi lado cuando salgo de mi habitación y me dirijo al baño para lavarme los dientes y la cara. Llego a la cocina, cubro mi boca y bostezo. Bear ya está en el mostrador de la cocina haciendo algo que sólo puede ser descrito como el baile de Dame Comida. Él se pavonea de un lado a otro, ronroneando con fuerza, golpeando su cabeza en cosas al azar. De vez en cuando me mira de una manera que dice: el baile está funcionando, ¿cierto?
Llego debajo del mostrador para coger uno de sus muchos tazones, pongo un poco de húmedo alimento en él, y lo coloco sobre el mostrador. Él ronronea mientras come. Rasco su cabeza y digo en voz cursi:
—Un sofisticado festín para mi sofisticada bestia. —Amo a Bear, es el gato ideal. Le digo: —Tienes cinco minutos para comer, amigo. Tengo que conseguir hornear.
Bear termina su comida y salta fuera de la barra. Limpio el mostrador con spray desinfectante y me dedico a conseguir mis ingredientes organizados. Los pongo sobre la mesa, preparo una pasta de chocolate espesa, y lo divido en partes iguales entre los moldes. Los meto en el horno para hornear y hago mi camino al baño para ducharme. Canto "working nine to five" en la ducha, en voz alta. Cuando termino, camino por el pasillo y el delicioso olor de pastel de chocolate espeso ataca mis fosas nasales. Se me hace agua la boca y sé que uno de esos bebés tiene mi nombre en él para desayunar. Mientras camino hasta la cocina, la campana del horno suena. Justo a tiempo. Los saco del horno, los cubro con un paño de cocina y los pongo en el mostrador para enfriarse. Después, caliento crema en la cocina, no demasiado caliente. Echo la crema caliente sobre un poco de chocolate semi-dulce y lentamente revuelvo. Lo aparto y espero a que se enfríe. ¡Rico! Mi estómago retumba y le doy una palmada. Pronto, mi preciosa. Vuelvo a mi habitación a vestirme para ir al trabajo. Decido ponerme un pantalón de lino y blusa combinada. Añado unas sandalias de tacón y ¡voilá!