🔯 II. Purificación a la acción 🔯

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EIRA

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EIRA

Aquella decisión escalofriante me heló la sangre, pestañeé con la garganta seca y, en definitiva, esperaba hacer lo correcto. De pronto, la voz del padre Francis resonó y lo que experimenté fue una sensación distinta. Quizá nada de esto era bueno. Requería mucha concentración para hacerlo.

—Buenos días. ¿Les hice esperar?

—No mucho —respondió tía—. Como le comenté, nos urgía venir cuanto antes. Mi sobrina aún sigue teniendo esa conexión con los espíritus malignos.

—Ya lo veo.

Aquí el hombre comenzó a notar mis facciones. No había manera de que pudiera cambiarlas por otras y llevaba haciéndolo por varios segundos.

Name: Eira.

Surname: Bradley.

Age: Sixteen years.

Gender: Female.

Phone: +1 615-166-8998.

¿Eso realmente importa?

«Claro que importa Eira», pensé presionando la pluma en la hoja.

La firma membretada se encontraba en el reverso del papel y a más no poder el padre Francis trajo mi mano hacia la suya y me cortó con una pinza dejando verter mi sangre justo donde quedaba mi marca personal. Solté una mueca de dolor y no pude evitar sentir aquel malestar en mi piel.

—Listo.

Segundos después, nos encaminó por el pasadizo largo de la iglesia y descendimos varios escalones hacia el sótano. Pude percibir el tenue brillo de las velas litúrgicas y sentí el calor que me transmitían. Había una puerta metálica de un metro ochenta de altura. De golpe, me di cuenta de que estaba anclada en la parte trasera del altar. Era el único acceso al terreno donde se encontraba el osario, y la parte donde residían los muertos estaba completamente sellada. Había muchas historias aquí. El padre Francis y la tía Bernadette, con los años habían recopilado historias como las que estaban detrás de ese mármol. Había otros cuerpos que clamaban por vida. Estaban encadenados bajo el señorío de la suprema autoridad de la iglesia. Decían que era peligroso dejarlos escapar, y mi curiosidad era quiénes estaban dentro. Si eran personas normales como nosotros o no. Aunque en absoluto lo eran.

Una presencia maligna nos rodeó y, en retrospectiva, el padre Francis agarró el mismo objeto que el de la ceremonia. Había una lluvia de hilos plateados que se deslizaban y una fina tela de seda con estampado de flores.

—Tiéndete en ese tablero rectangular —me indicó con mesura.

Cuando giré, no podía imaginarme que estaría aquí, la imagen concreta en el libro sagrado de mi madre había un término medio. Sabía que iba a estar entre la vida y la muerte.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora