🔯 XVII. La Caza 🔯

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EIRA

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EIRA

La razón de mi existencia pesaba, lo sabía previamente. El enemigo me esperaba con los brazos abiertos y ellos también eran parte de esto. La densa capa nos envolvía a todos y era lo único que podíamos hacer mientras corríamos.

A diestra y siniestra, mi vista se clavó en él y esta noche el viento se sintió diferente. Al cabo de unos instantes, sentí que algunas capas de vaho se atascaban en mi garganta. Las piernas me fallaban y noté una ligera desviación. Mi piel se sintió casi como si estuviese enferma y mis labios palidecieron.

Recuerdo lo mucho que mamá decía que corriera y no me detuviera. Cerré mis manos en puños y los ojos me escocieron. Era un elemento variable en función a las circunstancias que se sobrepusieron a una experiencia realmente traumática.

Moví mi cabeza con frecuencia y él no pudo soportar verme así. Me cargó entre sus brazos y lo único que fui capaz de ver fueron sus alas extenderse para despegar. Esperé este momento. Eran enormes, con una fuerza extraña y de un color negro como las raíces que se oscurecían en sus párpados superiores. Se movió en la atmósfera, toqué sus plumas y se desató un efecto entre mis manos. Era la misma figura de "el ángel del mal".

La metamorfosis varió a los pocos minutos, en un mundo como el nuestro y prevaleció la noción del tiempo.

Entonces, lo rodeé y una pequeña sonrisa se deslizó en sus labios. Sin embargo, pude notar algo extraño, la penumbra se avecinaba y él tuvo que detenerse. No podía seguir teniéndome a mí para así evitar que cayera. Acto seguido, se miraron y, posteriormente, reculé un paso atrás. 

—No puedes pretender llevártela —El enfado tiñó su voz de forma perceptible y un hilo de energía se concentró en su sistema.

—Claro que puedo —Timothée habló fuerte sin que le pesaran las palabras y un pequeño halo de luz alumbró su rostro.

—Después de todo este tiempo sigues siendo un miserable.

Avanzó hacia él, acentuándose una expresión perversa en su semblante y tiró del cuello de su chaqueta lejos contra un vástago emitiendo un brusco golpe en la cabeza. La figura esbelta del chico tenía puntos de sangre en los labios, la nariz, pensé. Para el demonio legendario no había cosa satisfactoria que verlo derrotado y sabía lo que era bueno.

Por su lado, Chandelle se detuvo justo detrás de mí y me tomó de los brazos con tanta fuerza. Sin atreverme a pestañear, ciento de palabras resurgieron en mi mente y parecía asustada cuando un espejismo se levantó. Las hojas con ramas secas crujieron bajo mis pies, mi ritmo cardiaco se aceleró y me costó procesar cada escena escalofriante.

—Estoy cansado de escuchar lo mismo —soltó un gruñido.

—¿Recuerdas quien fue la primera persona que te ayudó?

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