🔯 XVI. Un Lazo Indescriptible 🔯

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EIRA

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EIRA

Sin decir una sola palabra, estaba en el auto de mi padre repasando en lo mucho que me costó dormir y el hecho de que no me haya atrevido a comer. Veía televisión hasta altas horas de la noche envuelta en una cobija junto a mi roro (Kira), también lo llamaba Simba por el de la película animada de "El Rey León".

Vaya añadido, ¿no?

Esta vez no fui atacada por ninguna criatura extraña y mi día se sintió casi normal. Incluso tuve tiempo de prepararme el desayuno mientras tía regaba las plantas.

—Hoy estaré de turno en la noche —comentó el sheriff buscando un sitio donde aparcar.

—De acuerdo, no te preocupes por mí que estaré junto a tía e invitaré a Savannah a ver una película —dije con sosiego.

—Me da gusto de que por fin puedas tener a alguien con quien hablar.

—Resulta extraño pero lo estoy sobrellevando.

—Creí que no te atreverías a...

—Eso ya pasó —le corté como solía hacerlo todo el tiempo y me desenganché el cinturón de seguridad.

—Bien, te llamo después para saber cómo estás.

—Seguro.

Me bajé de inmediato y me despedí con la mano ligeramente levantada. Poco después, caminé por el estacionamiento hacia la contrapuerta principal y una pequeña luz calentó mis mejillas. Desde luego, me quité la chaqueta de mezclilla y me arreglé el cuello de la camiseta. Tenía la piel más pálida y, para mi mala fortuna, noté los cambios de horario. Inspiré y giré sobre mis talones.

Entrelacé los dedos y ya estaba cansada de esperar. Descubrí que a lo mejor necesitaba hablar con alguien, ya que en Howard Gates me mantenía todo el tiempo callada como si me faltara la voz y nadie notara mi presencia. Siempre ha sido así. Entonces, sentí otro destello en mis ojos. Cerca, demasiado cerca. 

—Eira ¿verdad? —Una voz desconocida me sacó de mi ensimismamiento y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Giré y había una chica de ojos claros frente a mí. Tenía el pelo corto, alta y de curvas muy bien definidas.

—Sí, ella misma —Sentí un nudo en la garganta. Aquella chica cubierta por un capuz salió de la nada y en un ritmo apresurado buscó algo de su mochila. Mi mirada se concentró y golpeó con brutalidad hacia la piedra preciosa que había en sus manos.

—Perdón por asustarte, solo quise saber si eras tú.

—¿Ah, sí? —La observé extrañada y una oscura verdad se arraigó en mi interior. Rápidamente paré las orejas y presté atención al metal de la puerta que se abría de par en par.

—Vengo de parte de Ángelus. Quería que fuera tus ojos y oídos.

—No debió molestarse —Fijé mi mirada hacia abajo y, de pronto, pidió mi absoluta discreción al respecto y algo parecía haberse dibujado dentro de mi cabeza.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora