🔯 VI. Símbolos de destrucción 🔯

100 8 3
                                    


TIMOTHÉE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

TIMOTHÉE


Había pasado un poco más de dos días que no estuve allí para recibir órdenes. Los vi deambular en el bosque, cazando y embarrándose la ropa de sangre.

Habían aumentado el número de desaparecidos en Asheville y no sabía cómo sentirme al respecto. Eso provocó que me dieran ganas de irme muy lejos de aquí; sin embargo, eso sonaba casi imposible, porque Paimon haría cualquier cosa por encontrarme y me haría pagar muy caro.

Él no toleraba la deslealtad, se las cobraba hasta tenerte de rodillas.

La indiferencia con la que me trató hizo que lo odiara más, y era inútil mantenerlo fuera de mis pensamientos. Los restos de odio estaban inyectados en mis venas y, al llegar, me detuve en seco. Mantuve la luz roja a raya.

En una fracción de segundo, me dirigí a la cocina, abrí el refrigerador y hallé la cabeza de un hombre congelado. Sentí la densa sensación, así que inmediatamente evité ese fétido olor que eludía la marcha de mi olfato y, entonces, mis oídos pitaron con el exagerado ruido del reproductor multimedia.

—¿Dónde te metiste? —Asmodeo llegó a mí avivadamente dejando a su chica desangrarse en la isla de la cocina. Era su cena de hoy.

—¿Eso importa?

Me dejé caer en el taburete, cerré los ojos con fuerza y doblé mis brazos sobre mi pecho.

Intentaba no prestarle demasiada atención, era lo mejor que pude haber hecho y, sin decir nada, agarré un libro de la mesita. Quería darles una lección muy bien merecida, en cualquier otra circunstancia lo habría hecho. Me di cuenta que así era como debía sentirme y centrarme en otra cosa.

—Claro que importa, somos una maravillosa familia que se preocupa el uno por el otro —dijo limpiándose la sangre de la boca.

—¿Qué pretendes hacer? —Se metió Madame Chandelle, dejando caer el café sobre la mesa—. Si lo que tratas es ignorarnos, bien hecho. Pero sabes que es difícil librarte de nosotros, y pasarás el resto del día tomando por sí tus intentos fallidos.

Intentaba atormentarme, claro que lo hacía y tomaba el viaje más oscuro, previendo las probabilidades de causarme un enorme atropello visual. Era de las pocas personas que no se rendía y aplastaba cuerpos con solo una mirada. Jugaba con la mente y reajustaba los pensamientos hasta provocarnos un vértigo.

—Haces bien en tomarme de esa forma ¿eh? —La vi con una densa oscuridad en los ojos y el infierno parecía perfectamente diseñado para mí.

—No me dejas otra opción querido —Chandelle con sus dos dedos levantó mi barbilla y de un solo movimiento puso en marcha su acción. El dolor se hizo insoportable en mi cabeza, solté un gruñido y me arrastré como un gusano ofreciendo un gentil espectáculo. Por un instante, dejó de importarme, pero vi que esto estaba llegando demasiado lejos y no pude aguantarme que expulsé al suelo un líquido carmesí y viscoso.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora