🔯 Prefacio 🔯

220 17 2
                                    

3:33 a

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

3:33 a.m.

«¿Voy a morir?»

De solo pensarlo, sentí un vuelco en el estómago.

Me arrancaba la piel con las uñas y me faltaba aire en los pulmones. Las luces de mi pequeña habitación parpadeaban y, de repente, caí rendida con miedo en los ojos. No quería pasar mis últimas horas en el hospital psiquiátrico de Copestone gracias a un padre ateo y una madre con creencias religiosas que yacía sepultada en el cementerio de Asheville.

Estaba aturdida, consternada y aterrorizada.

Presioné los labios a duras penas y sentí un cristal puntiagudo alojado en mi garganta.

Desde mi ventana, los altos pinos se zarandeaban, y mi cuerpo permaneció inmóvil. Cuando oí el crujido de la puerta, el sudor de mi frente fue cayendo gota a gota y eso incluía tener aptitudes psíquicas.

El incesante zumbido del aire me rodeaba.

«¿Hay alguien ahí?»

Nadie respondió.

«Respira, respira. Está en tu cabeza».

Y, sin embargo, se oyó un golpeteo en mi escritorio.

«Vienen por mí. Lo sé, lo presiento».

Era aquella niña de ocho años que le temía a la sombra.

«¡Maldita sea! ¡Todo está nublado!».

El miedo me congelaba.

«Todo empieza aquí».

La nueva era donde el pueblo arderá en fuego.


Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora