🔯 XX. Cosechar tempestades 🔯

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TIMOTHÉE

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TIMOTHÉE



El aire frío emanaba entre nosotros y el suelo estaba congelado. Ángelus avanzó con pasos parsimoniosos, elevó la mirada hacia la mía y, por lo que noté, quería acabar conmigo.

Entonces, gruñí entre dientes y la intensa luz impactó contra mí.

Cuando sus ojos se clavaron sobre los míos, me preparé y mi latido se disparó. Ya no había aquel famoso brillo. Quería provocarme el mismo dolor que aquella noche. Tenía que rendir cuenta y es como si por toda la eternidad me odiara por lo que hice.

—¿Qué se siente ser derrotado? —me empujó contra el muro.

—Mejor de lo que pensé.

Me arrebató tanto que deseé no haber existido por el dolor que ya estaba empezando a sentir y un estrepitoso grito tronó de mis labios. Intenté moverme entre quejidos, sin embargo, la sangre se acumulaba. Algo tóxico recorrió mi espalda y hubo un sonido permanente en el espacio. Me encontraba bocabajo pasando por mi mente un flashback de escenas perturbadoras. En un parpadear todo se detuvo y una voz resurgió entre las sombras con ímpetu.

—¡Ya fue suficiente! —Finalmente intervino la Señora Gordon. Del mismo modo, Forest apareció echándome un vistazo—. ¡Ponte de pie! —me miró recargando su cuerpo en una silla.

—¡Jamás debieron haber venido! —Ángelus tenía miedo de que volviera a suceder; pude apreciar su enojo sin tocarlo.

—¡Detente! —Se dirigió con una voz firme y severa—. Piensa primero en lo que harás, porque luego puede irte peor.

Nada estaba bien entre nosotros. Había algo en él que nunca antes lo había notado. Era propenso a asesinar a la persona que más daño le hizo. Había un relámpago en su mirada que azotaba con fuerza y que hacía que todos lo oyeran.

Al salir, el frío era incesante y supe que en cualquier momento mi cuerpo quedaría atrapado entre la niebla espesa que se movía deprisa. El cielo se partiría en dos y los demonios vendrían por doquier, sin esconderse del mundo exterior para apropiarse lo que creían que era suyo. Paimon tenía una manera muy pecaminosa de hacerlo, era despiadado y los hacía como él quería. Lo hizo conmigo pero una parte de mí no le funcionó. Se esperaba la profecía con ansías.

Quería destruir estas ataduras y ser libre de nuevo como alguna vez lo fui.

—Eso estuvo cerca —indicó Forest con una sonrisa que descansaban sobre sus labios—. De no ser por esa mujer, habrías acabado mal.

—Dejarlo ganar es una buena opción para hacerme pagar por todas las cosas horribles que hice.

—Ángelus ya no es aquel niño.

—No lo es —dije recordando las cosas horribles que nos hemos dicho. Él no me iba a perdonar y no tenía el poder de cambiar todo lo que hice.

—El odio es una obra maestra del dolor.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora