🔯 XI. Compendio de la Legión Ardiente 🔯

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TIMOTHÉE

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TIMOTHÉE


—No sabes lo que acabas de ocasionar. Despertaste una nueva conspiración en los creyentes —protesté reprendiéndolo por lo que había ocasionado.

—La lunática de Chandelle me dio el trabajo para hacerlo —Asmodeo sonrió ampliamente con descaro. Se acercó hacia a mí y su aliento a sangre joven me embargó.

—Ya lo veo ¿y por eso tenías que ejecutarlos?

—Solo queríamos pasarlo bien —sonó divertido enseñándome los colmillos con ese acento irlandés—. Además, deja de ser un aguafiestas.

—¿Y Paimon está enterado de todas tus atrocidades?

—Él me ama, soy su fiel servidor; así que no tendría por qué molestarle.

—No estaría tan seguro —dije con un gesto amenazante—. A él lo que menos le importa es su gente.

—Esa es una muy buena razón, pero ya veo que él que le tiene miedo eres tú, con eso de que ya te tiene fichado —levantó una ceja despectiva, pasándose la mano por el pelo—. Claro, él es demasiado fuerte. Amo, perverso, asesino y calculador. En cambio tú... no sabes de qué lado estar "ángel caído". No matas ni a una mosca como lo hace Paimon, al menos no con los pobres devotos e inocentes que purgan sus vidas con confesiones tontas.

—¡Si tengo que matar a alguien lo voy a hacer antes de que Paimon lo haga primero! —exclamé con dureza y di el siguiente paso.

—Entonces... demuéstralo.

Debo admitir que me quería hacer pecar, y sabía que el objetivo de este fenómeno era despojarme de mi poca inocencia, perder por completo los valores con los que crecí hasta que... fui desterrado.

—Lo haré.

—Tienes suficiente valor para hacerlo —Sus ojos se tiñeron de rojo amilanando a todo el que lo mirara.

—Me haré mucho más fuerte y por fin tendré el respeto que me merezco.

No estaba muy convencido de lo que decía, estaba acalorado y la rabia agolpaba mis mejillas. A lo mejor, se trataba de un exabrupto o el horrible vampiro pudo haberme manipulado a simple vista.

—Seguro que lo serás.

—Por supuesto.

Nos quedamos en silencio por varios minutos, mientras él vagaba buscando algo en la cocina que no pude descifrar muy bien que era y parecía que había algo más en él que no quiso contármelo. Era muy astuto que seguramente se las arreglaría con Paimon y, por otro lado, yo aún seguía en medio de una encrucijada.

—Uhm... no hay nada aquí —Se frotó el cabello rapado con cierta ironía—. Asesinaría por una copa de vino.

—Pues entonces ve a robarle a una licorería. Aquí el experto en eso eres tú.

Cenizas Del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora