Capítulo 12

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Con el corazón aún agitado, y sin poder creer todo lo que habíamos recorrido a toda velocidad para que ese grupo de personas no lograran alcanzarnos, finalmente pudimos subir al auto. Quien esté por alguna extraña razón, parecía estarnos esperando con ansias para arrancar.

Cientas de preguntas, junto con mi extraña curiosidad de siempre, hicieron vagar de nuevo mi imaginación y mente.

¿Por qué hacía todo esto?, acaso ¿no le daba miedo que la gente hablara de lo sucedido, y aún más cuando se había relacionado con una chica?

Eso podría ser casi el final de su carrera. O podría hacerse un tamaño escándalo inimaginable.

—¿Verdad Olivia? —Una voz de fondo me hace volver a la realidad y prestar atención a la figura que tenía a mi lado.

—¿Qué?

—Aish. —Se queja—. ¿Pero en qué nube tan entretenida vagas todo el tiempo que ni siquiera escuchas lo que te digo?

Ignoro su pregunta y decido expresar una de las mías. Necesitaba quitarme la duda sobre si podía llegar a verse perjudicado luego de todo este embrollo.

—¿Es probable que te cause problemas todo lo que sucedió hoy?

—Probablemente, pero no quiero pensar en eso. De todas formas encontraré una manera de resolverlo.

—Te escuchas muy seguro de eso.

—Lo estoy. Siempre lo estoy —asegura.

—Está bien, entonces confiaré en lo que dices.

—Deberías confiar siempre en lo que digo. No hay tal cosa que yo no pueda hacer o arreglar. —Su voz de arrogancia hace que quiera ponerlo a prueba.

—Apuesto a que no sabes cómo sobrevivir sin todo ese personal que tienes por tu casa... —Me interrumpe antes de que logre terminar.

—¿Crees que no puedo hacerlo? —Se quita de un jalón los lentes obscuros y me regala una mirada penetrante.

—Por supuesto que no. Morirías de hambre a la semana —suelta un suspiro indignado al escuchar salir tales palabras de mi boca.

—Y ¿qué te hace pensar eso? —Hace una pausa—. Si has logrado sobrevivir tú, ¿por qué yo no?, después de todo, tú misma me dijiste que no sabes cocinar.

—Mentí. ¿Cómo crees que aún sigo con vida?; no puedo darme el lujo de pagar a alguien para que lo haga por mí.

—Con qué sabes cocinar —suelta casi en tono de pregunta y un poco de molestia.

—Claro. Así que es muy sencillo que mueras por no saber hacerlo.

—Y ¿qué si me enseño?, no creo que sea tan complicado.

—Tendrás que averiguarlo, por lo general siempre se fracasa las primeras veces, así que se requiere de paciencia. —Al escuchar mis palabras, noto cómo cambia de expresión por una de disgusto.

—A todo esto, aún me debes una comida hecha por ti, así que la próxima vez me encargaré de supervisarte.

Por Dios, pero que rápido le saca la vuelta a las cosas.

AÚN DESPUÉS DE haber llegado a su casa y haberse acostado cómodamente en su cama, no dejaba de quejarse. Pero esta vez no eran por cosas innecesarias, sino porque al parecer le dolía la cabeza y todo el cuerpo entero.

Y al no saber qué hacer ante estas circunstancias, porque tampoco deseaba ir a ver un doctor, ni que esté lo visitara aquí mismo, solo se me ocurrió hacer la única cosa que podría llegar a curarlo.

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