Capítulo 13

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—¿Cómo es que sabes eso? —suelto una de muchas preguntas que tenía en mente y que moría por hacérselas.

—Simplemente lo sé.

—No te creo.

—Investigue. ¿Te agrada esa respuesta?

—Podrías habérmelo preguntado cuando despertara, no era necesario que hicieras eso.

—Algo me decía que mentirías, así que decidí investigar por mi cuenta para asegurarme.

—¿Qué fue lo que te dijo el médico?— Cambio de pregunta para no acabar discutiendo por algo que los dos sabíamos que habría hecho.

—Te desmayaste por cansancio y porque no has estado comiendo bien.

—Sinceramente tú tienes la culpa. No dormí por muchos días gracias al reto que me propusiste. ¿Sabes toda la presión que sentí pensando en qué tal vez no podría aprenderme nada, y menos en tan poco tiempo?

—Lamento eso. Creo que debí dar un poco más de tiempo. —Me limito a dar un largo suspiro, a la vez que tomaba asiento en el suelo. Claramente no tenía pensado seguir conversando de una manera tan incómoda, como es estar de pie—. Y ¿fue por eso mismo que no comías bien?

—Siempre comí bien, no entiendo porque el doctor dijo tal cosa.

—No creo que se haya equivocado. Así que tendrás que empezar a comer bien a partir de ahora.

—Lo haré —afirmó sin rodeos.

—Bien.

—Oye. ¿Sabes dónde está mi teléfono?, necesito comunicarme con mis amigas.

—Ellas ya lo hicieron.

—¿Qué?, ¿cuándo?, ¿qué fue lo que dijeron? —Me precipito a interrogar.

—Hoy en la mañana. Al parecer una de tus amigas se puso histérica después de contarle lo sucedido, pero se calmó cuando le dije que yo estaría al pendiente de ti.

—Ay no, necesito verlas. ¿En dónde está mi teléfono? —Me levanto del suelo con la intención de abrir la puerta, pero me detengo al instante.

—Lo tengo en mi habitación, ¿lo quieres?

—Si.

Dicho esto, alcanzo escuchar como aleja sus pasos hasta la puerta de su habitación, y pronto desaparece todo ruido que provenía del otro lado.

—Lo tengo —comenta luego de unos minutos.

Quito el seguro de la puerta de madera, y la abro a modo de solo permitirle a mi mano el paso hacia afuera. Espero un poco para que él me entregue el móvil, y después vuelvo a cerrarla con llave.

—Gracias —digo, y en seguida enciendo la pantalla del aparato para ver qué novedades tenía, pero la hora que fijaba este mismo llama por completo mi atención.

11:51 p.m.

—Es tarde —susurro para mí—. Lo más probable es que las chicas estén dormidas.

—Mañana podrías decirles que vengan aquí. Serán bien recibidas.

—De ninguna manera, en cuanto amanezca me iré de aquí.

—Deja de hablar tonterías, ¿no escuchaste todo lo que dije? —alarga las últimas palabras como si se quejara.

—Agradezco que quieras supervisarme, pero no quiero seguir aquí.

—Muy bien, entonces prepararé mi maleta para irnos a tu casa mañana a primera hora.

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