Madelaine
28 de febrero, 2022
—Era tu hijo, tu propia sangre.
—No, no te vayas mami.
Mi mente tomó conciencia de un momento para el otro, repitiendo en mi cabeza lo último que había vivido, no sé cuánto tiempo atrás debido a las drogas que me inyectó Grigoriy, para que no lo atacará ni intentará alguna otra cosa.
—Escopolamina, pero mejorada —recuerdo que dijo Grigoriy luego el primer pinchazo en el lado izquierdo de mi cuello.
Sentía que mis pies rozaban algo húmedo, me habían sacado los zapatos, dejándome los pies desnudos totalmente. Cada centímetro de mi cuerpo dolía, tal como había dicho Grigoriy en el coche sobre los efectos secundarios de esta droga modificada.
—No puedes irte.
Mi cabeza dolía aún más al estar contra el suelo duro, me costó horrores poder abrir mis ojos y enfocar, para terminar por darme de cuenta que estaba en una especie de mazamorra, tal como las que se ven en las películas de épocas, en los sótanos de los castillos.
—¿Eric? —llamé en un susurro, pero no hubo respuesta—. ¿Connor? —pregunté, pero tampoco obtuve respuesta.
El lugar estaba a oscuras, salvo por la pequeña luz que entraba por una pequeña rendija del techo, a la cual le cruzaban gruesos barrotes de hierro, olía a humedad y suciedad. Se podía escuchar el goteo del agua en alguna esquina perdida, como también los gritos de desesperación, pidiendo ayuda, pidiendo por alguien que los salve, lejanamente.
Cada mínimo detalle de ese lugar me trajo el recuerdo del día en el que Grigoriy me llevó a esa fábrica abandonada, dentro de ese barrio de mala muerte de mi ciudad natal. Cuando me mostró tan solo una ínfima parte de lo que hacía la mafia rusa. El día y el lugar en donde se quitó la máscara que había llevado todo el tiempo que estuvo conmigo para mostrar su verdadero rostro, y ese era el del mafioso.
El rostro del mafioso que se obsesionó conmigo, conduciendo su obsesión a atormentarme por años por una promesa silenciosa de que siempre sería suya y que no descansaría hasta tenerme.
Mi cuerpo dolió y protestó cuando quise ponerme de pie. Llevaba puesta mi ropa, la misma que había elegido Keira y la misma que usaba cuando fui al parque en busca de Connor y mi hijo.
Frente al gran dolor que sentía en mi abdomen, como si tuviera una gran masa de hormigón sobre este apretándolo, con dificultad levanté la blusa y vi mi estómago lleno de pequeños moretones y uno de gran tamaño a la altura de mis costillas. Al igual que encontré en mis brazos cuando arremangue las mangas de mi blusa. Imaginaba que mis piernas debían de estar igual.
Para ser la obsesión de Grigoriy, estaba muy hecha mierda.
Estaba más que segura de que el viaje hasta esta ubicación había estado bajo el cuidado del próximo Boss, pero al bajarme aquí no deben de haber sido muy amables. Pero estaba mucho más segura de que todos estos golpes no estaban al tanto del ruso.
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INCENDIO © (Arder 2)
RomanceSegunda parte de la Bilogía Arder La negación de Madelaine Dumont a caer por Connor Hamilton no fue tan resistente como ella creía. Ella era un fuego andante, que finalmente cayó por el gran productor y empresario. En sus brazos ella sentía la segur...