Capítulo 22

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Madelaine

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Madelaine

—¿Entonces, Madelaine? ¿Eso es todo hasta el momento en el que despertaste? —pregunta la mujer frente a mi. Lleva un jean negro, una blusa blanca acompañada de una chaquetilla negra. Su cabello castaño está amarrado en una cola suelta y me mira a través de sus grandes anteojos.

Asiento en respuesta.

—Verbalizar, Madelaine. Sé que esto es difícil, pero que verbalices las respuestas es mejor para ti.

—Si. Todo eso ha sucedido hasta ese día —trago saliva.

—Todo lo que viviste es muy duro, y llevará un tiempo poder aceptar, superar y que no afecte en tu día a día, pero lo lograrás —dice con tranquilidad.

No respondo solo la mira mordiéndome el labio y sintiendo como mi pie repiquetea en la alfombra. Menos mal que hay una alfombra cubriendo el parque porque sino sería insoportable para Jessica el constante ruido de mi pierna golpeando la madera con mis tacos.

—¿Recuerdas no el día siguiente sino el cuarto día después de despertar?

—Sí.

—Te largaste a llorar porque no sabías por dónde ni cómo empezar a verbalizar eso que solo tú sabías. Costó varios intentos, pero lo lograste. Lograste ordenar tus pensamientos y recuerdos, lograste verbalizar lo que sucedió, cómo te sentiste en ese momento y cómo te sentías al momento de hablar. Lograste ver a tu hijo, ser fuerte para él, cuando no querías que te viera porque lo sentías incorrecto, te sentías incorrecta para él —prosigue—. Todo será duro, pero mira donde llegaste, donde progresaste y debes recordar siempre que eres capaz.

—Lo haces soñar fácil.

—Es cierto, pero no lo es. Tú, solo tú, sabes lo difícil que es esto—, pero puedes, tú puedes.

Luego de despertar, pasé una semana dentro de esa habitación, en la que sólo recibía a las personas, las escuchaba llorar y contarme de lo sucedido, también esperaba por la visita de mi fonoaudiólogo que me daba ejercicios para no arruinar mi voz, resulta que el último día en la mansión rusa grité de tal forma que llegué a lastimarme la garganta. La siguiente semana fue de rehabilitación, y desde el cuarto día después de despertar había comenzado con mi tratamiento psicológico para tratar todo lo que había vivido, desde el día que tuve que dejar Londres al momento en el que maté cuatro tipos cuando me sacaron del búnker hasta mi despertar en Los Ángeles.

Lo más sorprendente para mi, ahora, es como no había sido consciente de las cosas que hacía, como haber usado un arma para asesinar a esos hombres. En el momento estaba tan enfocada en que sucedía, donde me llevaban y en soportar ese maldito lugar que no caía en cuenta. No caí en cuenta de que en mis manos había sangre. Que tenía la muerte de ellos en mis manos, eran horribles personas y hubieran hecho cualquier cosa si lograban tomarme, pero eso no quita el hecho de que asesiné, quité vidas por mucho que se lo merecieran.

INCENDIO © (Arder 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora