Capítulo 32

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Madelaine

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Madelaine

—Gracias por venir —dudo un segundo pero por primera vez en mi vida, desde que lo conozco, le doy un abrazo a Dmitriy, quien ahora sé que es mi hermano mayor, que me ha estado cuidando casi siempre. El me devuelve el abrazo suavemente y el acercamiento no dura más de unos segundos ya que ambos nos sentimos incómodos.

—Saben a qué número llamarme cualquier inconveniente —tanto yo como mi madre asentimos.

—Cuidate, Dmitriy. Por favor —mi madre sin pedirle permiso lo estrecha entre sus brazos, mi hermano no sabe qué hacer con ese gesto inesperado por parte de Juliette.

En el momento que el ruso... bueno ya no sé que tan ruso es porque si no he entendido mal ambos nacimos en Francia. Volviendo al presente, en el momento que Dmitriy va a abrir la puerta, esta se abre dejando ver a Eleonor, mi hermana mayor.

Para mi no sorpresa, Eleonor Dumount va vestida con un traje impecable color vino hecho a medida, pero si para mi sorpresa al ver a Dmitriy una sonrisa de labios cerrados pero muy perversa se dibuja en su rostro perfilado.

—Miren, miren, miren a quien tenemos acá —su tono alegre es totalmente falso y sabe que lo sabemos, lo hace a propósito.

—Deja que Dmitriy se vaya, Ele —Juliette habla normal, acostumbrada a las rabietas de mi hermana.

—Dmitriy —saborea el nombre en su boca—. Una escoria más de la mafia, seguro que tu lo has traído —habla caminando dentro de la casa sin quitar la vista de mi—. Como has traído a toda la escoria de tu miserable vida.

—¡Eleonor! —la reprende mamá.

—¿Qué pasa? Es la pura verdad, esta familia estuvo en peligro siempre por su culpa, y como si no fuera poco siguió trayendo mierda tras mierda a medida que los años pasaban.

Puedo jurar que en mi mente comienzan a aparecer una junta de todas las contestaciones, actitudes despreciativas, las miradas de desconfianza, el no querer generar un vínculo por parte mi hermana mayor, mi mente hace un click y entiendo todo.

—Tu lo sabes —me escucho decirle.

—Por supuesto que lo sé. ¿Por quién me tomas? —revolea los ojos—. Nunca has sido mi hermana y nunca lo serás —mi madre ahoga un gemido al escuchar lo que dice.

—¿Desde cuándo lo sabes? —Juliette pregunta con el tono bajo y controlado que utiliza siempre que pretende controlar sus emociones.

—¿Desde siempre? —pregunta obvio—. El año en que nació, el que ustedes se fueron de viaje por cuatro meses para hacerla pasar a esta por su hija nacida antes de tiempo, era muy pequeña para comprenderlo, pero no me cerraba su historia. Cuando era más grandes fui iluminada y los escuche manteniendo una conversación, a papá y a ti, entonces lo confirmé.

»Nunca la sentí como mi hermana, nunca lo será. Y Keira... ella si es mi hermana, pero se ha pegado a tí a pesar de todos mis intentos porque no lo haga, así que bueno... nada, es mi hermana verdadera, pero nada más, tiene mucho de tí —acusa como si yo fuera una peste.

—Eleonor, no sé qué carajos te ha estado pasando en tu mente, no puedo creer que estés diciendo todas esas cosas. Yo no te crié así, a ninguna. Por más que Madelaine no sea tu hermana, como dices tú, de sangre, es tu hermana. No siempre la familia comparte sangre, la familia se puede crear con tan solo un vínculo.

—Ya sé todo eso, pero yo no voy a considerar familia a personas que pusieron, ponen o pondrán en riesgo a mi familia —finge pensar algo antes de seguir su discurso—. De igual, ahora ya eso no me guía. No te quiero, no te considero mi familia y no lo haré nunca, ni a tí ni a tu hijo bastardo.

—Más respeto que es mi hijo —digo entredientes con mis manos hechas puños—. Me lastima que digas esas cosas —soy sincera. Por años no me he permitido mostrar mis sentimientos, he sido fría como una piedra para no ponerme en evidencia porque así podría poner en riesgo todo, poner en peligro lo que me importaba, pero ahora, por todo lo que he vivido he llegado a un momento en el que no pienso esconderme, al menos no cuando no sea estrictamente necesario—. Siempre has sido mi hermana, pensé que el sentimiento era mutuo y que tu alejamiento se debía a tu personalidad fría, nunca llegué a pensar que no me quieres por ser quien soy a pesar de haberme criado contigo...

—No gastes palabras al vicio —me interrumpe—. Tu sentimentalismo no me importa, no me interesa para nada. Si me disculpan, Madelaine, Madre tengo trabajo que terminar..

—Esto no termina aquí —el tono de Juliette es tan duro que me sorprende y provoca que mi piel se erice—, como que me llamo Juliette Dumont y soy tu madre.

—Como digas, madre —se escucha que dice mientras sube las escaleras.

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INCENDIO © (Arder 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora