Segunda parte de la Bilogía Arder
La negación de Madelaine Dumont a caer por Connor Hamilton no fue tan resistente como ella creía. Ella era un fuego andante, que finalmente cayó por el gran productor y empresario. En sus brazos ella sentía la segur...
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Madelaine
Muevo mi cabeza al ritmo de la canción que le sigue mientras el productor cada tanto gruñe por el estilo de música, que según él no quiere escuchar ahora, pero que sí le gusta. Yo con mis propios ojos lo he visto en esta misma ciudad, y cuando estuvimos en América latina unos días porque se haría un estreno de la película allí. Lo he visto cantando en español y bailando como nunca se podría pensar que él podría hacer. Toda esa energía, fascinación y el saber disfrutar como corresponde de un ritmo exotico se debe a su madre. Ella es la que le enseñó todo, por lo que él siente que esta cultura es la conexión más fuerte que puede tener con su difunta madre.
El poco tramo que queda hasta mi edificio es mucho más divertido y menos abrumador que el que teníamos. Connor estaciona en el parking privado y se baja conmigo.
—Hoy te quedas —digo en una afirmación mientras vamos hacia el ascensor
—Sí, hoy tengo qué.
Asiento y subo al elevador sin decir nada más. Una noche cada tanto él viene a dormir a casa, debido a que así pidió la psicóloga que lo hiciéramos por Eric, quien pasó mucho tiempo con él durante los últimos meses luego de su larga estadía en la isla, y también por si alguien nos sigue vea que estamos compartiendo techo, «supuestamente».
Una vez arriba del elevador los recuerdos sobre nosotros en este mismo espacio me invaden y mis manos comienzan a hormiguear por tocarlo. Intento controlar mi respiración, no quiero que se note. Parece que estuviéramos subiendo cada vez más lento. Maldigo vivir en uno de los últimos pisos.
Quisiera no estar así de nerviosa para poder tomar las riendas de la situación. Quisiera tener la misma seguridad y confianza en mí que construí durante años para hacer lo que quisiera, pero ahora está Madelaine es insegura. No me siento segura sobre cómo reaccionará Connor si hago algún movimiento.
Golpeo mi muslo con la palma de mi mano en una forma de canalizar mis nervios, pero mi acción no dura mucho cuando la mano grande y suave de Connor se desliza por mi dorso, rodeando mi muñeca. Hasta enredar nuestros dedos. Deteniendome mi ansiedad.
Un pequeño suspiro por la sorpresa se me escapa. No lo miro, y sé que él tampoco me está mirando. Ambas vistas al frente.
Su agarre se hace más fuerte y su dedo dibuja un pequeño patrón. Mis ojos amenazan con cerrarse por el poder que siente mi cuerpo por este mínimo contacto.
Es increíble como mi ansiedad desaparece por su contacto.
Quisiera quedarme así para siempre, en este espacio de uno por uno, seguir sintiendo su contacto. Pero no tarda mucho en esfumarse todo el momento cuando el elevador abre sus puertas. El productor suelta mi mano y sale del elevador sin mirar atrás. Con un suspiro que solo escucho yo, lo sigo.
—¿Eric está dormido? —pregunta.
—Le dije que se acostara a las ocho, pero hasta que no llego él no duerme. Por lo que probablemente no lo esté.
—Conmigo hacía lo mismo —comenta algo que yo no sabía. Pensaba que era algo que hacía solo conmigo por seguridad, siempre me esperaba sentado en el sofá o en su cama leyendo o viendo algún documental. Y siempre me dice que llegue bien con un suspiro y acto seguido se va a acostarse tranquilo.
—¿De verdad?
—Siempre se preocupa que lleguemos, muchas veces se ponía una alarma a las 6 de la mañana los fines de semana para saber si Keira estaba bien o si ya estaba en su departamento cuando salía de noche —parpadeó sorprendida—. No sé por qué lo hace y la psicóloga me dijo que como siempre vivió en la isla con sus abuelos todo el día ahí, un cambio como el de ahora con gente que va y viene puede generarle esa preocupación.
—Yo no... — «Yo no sabía eso» quiero decir, pero las palabras se quedan en mi garganta.
La conversación no continúa porque llegamos a la habitación de huéspedes que ahora es de Eric, él se encuentra sentado en medio de la gran cama viendo un programa sobre pinturas o algo así.
—Llegaron —dice emocionado.
—Hola campeón —Connor se acerca a besarle la cabeza—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, el tío Marcus ha comprado hamburguesas.
-¿Has comido hamburguesa entre semana? Luego de haber comido chatarra todo el fin de semana —le digo con una ceja en alto.
—Bueno mami, fue una sorpresa —informa con una sonrisilla nerviosa—. No lo retes al tío —me mira con ojos de cachorro que no hacen más que ablandarme.
—Bien, pero ya lo hablaremos mañana.
—Sí, mami. Como tu digas.
—Ahora tienes que dormir —me inclino hacia él para besarle la mejilla y en ese proceso mi cuerpo roza el de Connor que se encuentra sentado al lado de la cama. Intento dejar de lado ese contacto, pero me invade un calor por todos lados, asique espero que Connor salude a mi hijo y ambos de la puerta observamos cómo se acomoda para dormir y otra vez la conversación que mantuve con el productor antes de entrar a la habitación me invade, me tengo que alejar hacia el pasillo porque me siento muy culpable. Me siento culpable por la vida que le dí a mi hijo, debería haberlo dejado tener una vida normal en lugar de una encerrada en una isla con sus abuelos, tendría que haber acabado con Grigoriy desde antes, no dejar que pasará tanto tiempo.
No puedo evitar que la culpa me invada paralizandome en medio del pasillo.
—Madelaine —siento llamar a Connor desde lejos—. Madelaine —vuelve a decir unos segundos después, pero esta vez más cerca hasta que siento como me lleva a su pecho y yo lloro sobre su camisa arrugandola con mis manos hechas puños.
—Es que yo... yo no puedo... quiero no quiero que él se preocupe así por mi... por ti o por nadie... Es un niño.. Él ha pasado por mucho no ha crecido con su madre o su padre como debía. Tendría que haber cambiado todo. No debería haber nada...—. Me detengo cuando me doy cuenta de que estoy diciendo cosas sin sentido.
—Tranquila.
—Es que yo debería haber sido más fuerte y haber enfrentado a Grigoriy desde el principio. Para así poder darle una buena vida a Eric sin problema alguno, pero no. Lo lleve a la isla, lo oculté allí. No fui lo suficientemente fuerte.
—Escúchame y préstame mucha atención —dice tomándome de las mejillas con ambas manos haciendo que lo mire directo a los ojos—. Hiciste lo que debías y creías correcto en ese momento. Estuviera bien o mal ya está hecho y tuviste un buen resultado porque Eric está a salvo como tú querías —me duele mirarlo a los ojos, pero aún así mantengo la mirada—. Eres muy buena madre Madelaine. Eres una gran madre. Lo amas, le das todo, te sacrificaste y lo sigues haciendo día a día por él. No quiero que te sientas mal por esas cosas, ¿me escuchas? —. Asiento levemente y un suspiro sale de ambos al mismo tiempo.
Sus manos no dejan mis mejillas y el aire comienza a hacerse más denso y más pesado, me cuesta respirar. Estamos tan cerca, nuestros cuerpos se rozan como antes, como deberían hacerlo a diario. De pronto estamos muy cerca, nuestros labios a milímetros y nuestros ojos conectados.
Las manos de Connor siguen a los costados de mi rostro, su agarre se hace más fuerte. Sus ojos van a mi boca y yo cierro los míos. Sus labios rozan mi boca, siento como el alma comienza a volver a mi cuerpo. Nuestras bocas se separan y se unen, rozandose. No llega a ser un beso, sino que es un roce suave y pasional, que genera un ambiente tan caliente que podría llegar a derretir el ártico.
Abro mi boca y estoy a punto de darle un verdadero beso cuando Connor se aleja de mí y va hacia la sala de mi departamento dejándome sola en el pasillo.