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—C-creo que ya estoy lo suficientemente lejos. —Articula Ezer con voz agitada por el cansancio.

Pero la verdad era otra, apenas si había avanzado poco más de dos kilómetros en una hora. La falta de experiencia al moverse por los bosques y el no haber comido nada en todo el día lo retrasaba más de lo que creía.

—Ahora no tengo frio, pero eso va a cambiar en la noche. Tengo que encontrar un lugar para dormir y rápido.

Los gruesos abrigos que llevaba puesto, que eran fabricados con pieles de animales, además del constante movimiento mantenían alta su temperatura corporal.

Al continuar avanzando se topa con múltiples huellas de animales en la nieve.

—Estas son... ¿de perros? No, son muy grandes y dudo que haya perros en esta parte del bosque. Los más probable es que sean de lobos.

—Parecen ser recientes... y son una mandada. Puede que se separan en dos grupos. —Estando en cuclillas para observar mejor las huellas que claramente se dividían en direcciones opuestas, Ezer se levanta y continua su camino sintiendo nervios debido a los animales próximos.

Se separan, así que no se si simplemente seguir en línea recta o dar un rodeo. Pero si lo hago puede que me encuentre con una parte de la manada. Y si retrocedo puedo encontrarme con el Vizconde y sus hombres. —Sus pensamientos se volvieron caóticos y no sabía que decisión tomar.

Pero lleva su mano a la daga y repite las palabras de su madre. Ahora se volvió una costumbre, cada vez que tenía un problema lo recordaba y eso lo ayudaba a tranquilizare y pensar racionalmente.

—Seguiré en línea recta, si tomo un rodeo perderé tiempo y puede que me encuentren.

Ezer no tenía idea de que los hombres del Vizconde se separaron en tres grupos generando un movimiento envolvente, uno de ellos, en su dirección. Se daría cuenta dentro de poco tiempo.

El sol hacía tiempo que ya comenzaba a descender y no faltaban muchas horas para que se ocultase por completo. Ezer continúo avanzando con un ligero dolor de cabeza, pero sin visiones. Comenzó a sentir que alguien o algo lo vigilaba y, a cada paso, la sensación se hacía más fuerte.

Alcanzó la cima de una loma un poco más grande que la anterior. En ese momento se encontró con algo inesperado

A casi doscientos metros de Ezer, dos hombres detienen su avance y miran directo hacia él. El hambre y cansancio hicieron que olvide completamente el sigilo y simplemente se concentre en avanzar, cometiendo el error de prácticamente terminar en las narices de sus perseguidores.

—¡Ah! —Ezer deja salir un grito ahogado y hecha a correr en dirección contraria y colina abajo. Los caballeros comienzan a perseguirlo en ese mismo instante.

Su garganta comienza a dolerle debido al frio aire de invierno. Escapa por los mismos lugares por los que vino y conoce, pero la pendiente y la gruesa nieve acumulada hace que caiga y pierda unos preciosos segundos, los cuales los caballeros aprovechan cerrando la distancia que los separaba.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Sus piernas dolían y cada da paso le costaba más que el anterior. En cambio, los soldados tenían un estado físico mucho mayor debido a sus entrenamientos y al tener cuerpos de adultos.

Siento que alguien me observa... ¿Podrían ser los otros caballeros? ¿Estarán intentando rodearme? Tengo que perderlos en algún lugar... —Pensaba claramente a pesar de encontrarse en una situación de peligro, una cualidad necesaria para sobrevivir.

El arroyo no me sirve... pero si buscase un río con un caudal mayor... pero tampoco puedo ir a siegas, perdería mi única ventaja de saber el terreno por el que voy. —La distancia que separaba a los caballeros de Ezer no era más que cien metros y se acortaba a cada segundo.

Mis huellas, estoy yendo por el camino correcto... en unos metros debería haber menos arboles —Ezer se guiaba siguiendo las marcas en la nieve que había dejado. —Huellas... ¡huellas! Los lobos, si logro llamar su atención puede que me ganen tiempo.

Aunque sea una espada de doble filo, es mejor que nada. —Para atraer a los lobos, que esperaba que estuvieran cerca, toma su daga y se corta el brazo los suficiente como para que sangre en una cantidad considerable pero que no dificultara su escape.

La nieve se teñía de rojo con las gotas espesas que caían de sus dedos, Ezer al ver esto comprendió lo que acababa de hacer.

—Y-Yo lo hice sin dudar... —Un niño taciturno que solo leía libros y soportaba los insultos de su familia cortó su propio brazo sin titubear para atraer lobos que podrían ser tanto su salvación como perdición.

El enfrentar la muerta cambia a una persona, o tal vez lo único que hace es liberar lo que estaba encerrado en su interior, un instinto primitivo... un instinto de supervivencia.

Pero su emoción se apagó rápidamente al darse cuenta de que su plan tenía otra falla.

—Pérdida de sangre... No lo noté, la sangre atraerá a los lobos directamente hacia mi... No importa, algo se me ocurrirá.

Continúa corriendo, no hay tiempo para detener el sangrado que, de todas formas, se detendría en poco tiempo debido a que el corte no era muy profundo. Sin embargo, la distancia entre sus perseguidores se redujo a cincuenta metros o menos.

En ese momento, Ezer tuvo que lidiar con otro problema. Visiones acompañadas de dolores ocuparon su campo de visión.

Se encontraba dentro de un carruaje que se movía suavemente, el exterior se veía borroso debido a la gran velocidad. Estaba sentado en un asiento largo y frente a él habían dos separados por un espacio en el medio, a diferencia de los carruajes que conocía, los asientos se encontraban mirando en una dirección y no enfrentados. Dos personas están sentadas en ellos y una se da vuelta dirigiendo su mirada hacia Ezer, para su sorpresa, una gran sonrisa y ojos llenos de amor lo miran.

Anonadado, Ezer eleva su rostro de la nieve, su visión había terminado y el algún punto de esta él terminó en el suelo. Mira detrás y continúa corriendo con desesperación. Veinte metros lo separaban ahora y no faltaba mucho hasta que lo capturasen.

Ezer lleva su mano a la daga y la desenvaina, la distancia es ahora de diez metros. Respira profundo... nueve metros, ocho, siete, seis. Se da vuelta y los enfrenta cuando tres metros lo separa de ambos.

—Niño, sí que sabes correr. —El caballero recupera el aliento con la espada en mano. —Esta vez no cometeremos el mismo error y te romperemos las piernas. —Un brillo sádico se refleja en sus ojos.

Ezer no responde mientras mantiene en alto la daga, con obvias aberturas en su defensa. No sabía si la amenaza era verdadera o no, pero no quería averiguarlo.

—¡Ja! ¡Parece un gato erizado!

—Si, pero los gatos rasguñan cuando lo están. —Responde su compañero con una mirada mas fría y calculadora.

—Solo a quienes no saben manejarlos.

La Leyenda del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora