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Sobre el risco, cuando Ezer ya se encontraba bastante lejos de él, un hombre se encuentra parado observándolo estupefacto.

—Ese niño... este loco. En el mejor de los casos llegaba al rio, en el peor terminaba ayudándolo. Pero pensar que se tiraría de un risco y usaría un árbol... No, no está loco, tiene lo que se necesita, si tuviera más tiempo. No puedo hacer más que esto, espero que me perdones. —Sus últimas palabras van dirigidas al aire y con emociones complicadas reflejadas en sus ojos.

Al atardecer, Ezer abre la puerta de golpe y se desploma sobre una silla en la sala de la cabaña, la cual tenía un cálido fuego encendido en la chimenea, la luz del sol y las llamas iluminaban el ambiente de una forma especial, pero Ezer estaba muy cansado para siquiera tomarlo en cuenta.

—¡Hey! ¡No te tires sobre mi silla recién terminada! —Rel se enoja mientras revuelve la sopa que se cocinaba sobre el fuego.

—Perdón ¿Por fin terminaste tu silla mecedora? —Lo dice mientras se balancea hacia delante y atrás.

—Si, es lo único que tengo para hacer. No hay mujeres a kilómetros, con algo tengo que pasar el tiempo. —Lamentándose, coloca más leña al fuego. —Báñate y trata esos raspones. Hay un pequeño arroyo en esa dirección, sigue el camino y no te perderás" Señala con el dedo a la misma vez que prueba la sopa.

—¿¡Si había agua tan cerca, porque me hacía traerla desde un kilómetro!?

En respuesta, Rel simplemente encoje los hombros y no le presta más atención.

—Ahh... —Ezer está muy cansado como para seguir discutiendo así que simplemente sale de la cabaña y sigue el camino hasta el arroyo.

El agua cristalina y ligeramente fría, proveniente de las montañas, limpia la manchada y herida piel de Ezer. En ese momento, nota algo extraño en su cuerpo que nunca había visto.

—¿Pelos... ahí abajo? Le preguntare a Rel más tarde —Intrigado, sigue buscando otros cambios en su cuerpo hasta que simplemente se cansa y vuelve a la cabaña.

La sopa tenía varias raíces silvestres y pequeños trozos de carne caliente y reconfortante, nada de otro mundo, pero un manjar para alguien que no pudo almorzar anteriormente.

—¿De qué es la carne? —Cuando comió la mitad de lo que contenía su plato de madera, Ezer pregunta.

—Conejo. —Rel dijo mientras tenía comida en su boca, sin importarle los modales.

Ezer detiene la cuchara a medio camino al escuchar esto, pone sus ojos en blanco ante la ironía.

La cena transcurre sin mucha conversación con el fuego de la chimenea y unas lámparas de aceite para iluminar el interior.

—Niño. —De repente, cuando ambos terminaron de comer, Rel utiliza un tono de voz mucho más serio y su mirada expresa lo mismo. El ambiente se torna pesado y Ezer, sin notarlo, se tensa ligeramente.

—Se poco acerca de lo que te sucedió y lo que no sé puedo adivinarlo. Hay un pueblo al suroeste a 8 kilómetros de distancia y se rumorea sobre un trabajo de búsqueda de un niño con cabello gris. Pagan bien, puedo asegurarte de que hay muchos que te buscan activamente y los que no lo hacen no dudarían en reportarte al verte —Luego de una breve pausa vuelve a hablar. —Tienes tres opciones. La primera es entregarte y que tu vida sea decisión de ellos, los Rolennar aseguran que escapaste traicionando su confianza y buena voluntad, tal vez te castiguen públicamente como ejemplo, pero no sé cuáles son sus verdaderas intenciones. Tienen demasiado interés en ti y creo saber por qué. Niño ¿Qué año es este? —Con esa pregunta cambia de tema totalmente

—Emm... 962 del la segunda era ¿Por qué preguntas?

—Exacto 1962 años desde la extinción de los elfos, pero solo hay una familia con un poco de su sangre en sus venas. Y si las leyendas de sus habilidades son ciertas... Niño, me habías dicho que podías ver la magia ¿no es verdad?

—No sé si fue magia, eran hilos de luces que flu-

—Eso sin dudas es magia. Nadie, ni siquiera los magos poder verla, solo sentirla.

—Pero escuche que podían lanzar bolas de fuego de sus manos ¿Acaso son invisibles?

—No, me exprese mal. Nadie puede ver la fuente de la magia, la energía, creo que se llama maná, pero no estoy seguro, no soy mago. —Encoge sus hombros ante su ignorancia. —Poder verlo es especial, y especial no siempre es bueno, más aún si lo sabe la gente equivocada. Por ello la segunda opción sería continuar moviéndote por los bosques y ocultarte hasta que se detengan. Pero ya estas casi dentro de su red con la espalda contra las montañas, es muy probable que te encuentren.

—¿Y la última? —Pregunta Ezer presintiendo que no era la mejor de las tres.

—La tercera es escapar de su red cruzando las montañas, atravesando la frontera y adentrarte a lo desconocido. Es imposible que te busquen en ese lugar, es la opción más segura, pero a la vez la más peligrosa. Así que...¿Cual opción tomarás?

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El camino estaba lleno de baches con agua y si uno no tenía cuidado el barro podía llegarte hasta el tobillo. El pequeño y pobre pueblo, con gente acostumbrada al hambre y falta de fuerzas, se encontraba más activo de lo normal.

Un anciano sentado en la misma silla durante años, babea por un costado de su boca. Ya no puede controlar la mitad de su cuerpo, así que solo espera la muerte entreteniéndose viendo pasar a las ocasionales personas y escuchar sus conversaciones.

—¿Escuchaste lo que dicen? —Su pelo caía sobre sus ojos y estaba tan grasiento que parecía como si lo lavase con manteca o ni siquiera se bañara.

—Si... yo personalmente vi los carteles, 50 monedas de oro... ¡50 monedas de ORO! Tengo la vida asegurada si lo consigo y solo tengo que atrapar a un niño. —La codicia era clara en sus palabras.

—Hay que tener cuidado, en este pueblo no dudarían en pisarse unos a otros por esa recompensa. —Remueve su pelo de sus ojos ahora que la lluvia volvía a caer.

—Pero nosotros somos como hermanos... nos cuidamos entre nosotros. —Apenas puede poner la mano en su hombro por la diferencia de altura.

—Por supuesto, por supuesto Or. —Baja ligeramente la mirada a su compañero obeso.

—¡Mierda! Esta lluvia es cada vez más fuerte. ¿Por dónde empezamos a buscarlo? —Mira a las nubes negras que solo prometen continuar con las lluvias.

—Hay un hombre, viene con suerte una vez al mes, vive alejado dentro del bosque. Podríamos preguntarle a él si no sabe nada.

—¿Nos dirá algo? Estamos hablando de 50 de oro, nadie quiere competencia y enojar a alguien tan loco como para vivir en el bosque...

—Esa es la ventaja, no sabe sobe la recompensa al vivir tan lejos —Hace gestos con sus manos para después volver a quitar su cabello de sus ojos con sus huesudos dedos.

—¡Jajajaja! ¡Bien pensado! —Con una risa exagerada golpea la espalda de su compañero con su palma.

En ese momento, un hombre se acerca por detrás de ellos.

—¿Podrían repetir lo que dijeron? —Una voz autoritaria se dirige hacia ellos.

Al ver la vestimenta y emblema del hombre, Or y su compañero no pudieron hacer nada más que asentir. 

La Leyenda del NorteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora