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Huida

—El terreno comienza a hacerse más difícil —Ezer se acercaba cada vez más a las montañas y el terreno comenzaba a cambiar. El sol se encontraba en su punto más alto y el día era hermoso, pero no tenía tiempo para detenerse y admirar el paisaje ahora que se encontraba en un sitio elevado.

—Son enormes, ya entiendo por qué las llaman las montañas blancas.

Enormes picos se elevaban cubiertos de blanco y uno al lado del otro. Ezer retoma la marcha en el empinado bosque. Al principio su ritmo de caminata fue veloz, aunque con el paso del tiempo la fatiga comenzaba a hacerse notar obligándolo a reducir el paso.

Ahora entiendo porque Rel me hizo entrenar mi resistencia, si no fuera gracias al ejercicio de buscar agua a un kilómetro, ahora estaría el doble de agotado.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido repentino en el bosque que se encontraba anormalmente en silencio.

Demasiado callado...¿Sera por la cercanía con las montañas o algo más? —Estaba en constante alerta por las bestias o cualquier indicio de que sus perseguidores se acercaban.

Le molestaba su falta de experiencia en ambientes como este, si Rel estuviera junto de seguro sabría qué hacer.

Ezer utiliza su vista periférica intentando descubrir el origen del sonido que ocurrió a sus espaldas. Nada, no hay nada más que árboles en cientos de metros.

Será mejor apresurarme, las montañas parecen tan cercanas, pero en realidad no lo están. Tengo que alcanzarlas para antes del anochecer.

La dura pendiente hacia arriba del terreno se transforma hacia abajo una vez que llega a la cima, el descenso casi costaba lo mismo que subir debido a la necesidad de regular cada paso que daba.

—Si ya es difícil así, no quiero imaginarme las montañas. Creo que empiezo a entender el porqué del respeto hacia ellas. —Aunque la realidad es dura de lo que pensaba y lo notaria cuando ponga pie en las montañas.

A mitad de camino, pequeñas rocas se deslizaron detrás de él. Se da vuelta alarmado y ve el origen de esto y seguramente los sonidos anteriores.

Dos hombres, uno alto y otro bajo, uno flaco y otro gordo, sus características eran totalmente opuestas entre sí al igual que las armas que portaban.

Ezer no duda un segundo y corre en dirección opuesta lo más rápido que puede sin perder el equilibrio. Los hombres detrás de él hacen exactamente lo mismo.

Por un momento Ezer piensa el deslizarse por la pendiente como lo hizo en encuentro con las cabras, pero la descarta notando los cientos de árboles y el recordatorio de su espalda al dislocársela.

Salta sobre un tronco podrido que seguramente llevaba años en el suelo del bosque, pierde ligeramente el equilibrio, pero lo recupera con seguridad.

Se están quedando atrás, si sigo así puedo perderlos. —Desviando la mirada nota como la distancia aumenta entre sus perseguidores.

Or también nota esto y comienza a desesperance mientras traga aire para seguir corriendo.

—No vamos a alcanzarlo así Or. —Su pelo se pegaba a su cabeza por la grasa en vez de comportarse como lo haría un limpio.

Or entiende que su amigo tiene razón, pero no se da por vencido y continúa corriendo. La codicia por el oro era más grande que la fatiga y falta de aire.

—¡Cállate y sigue corrie-! ¡Tengo una idea, ayúdame! —Con el hacha ya en sus manos comienza a cortar los pocos trozos que unían al tronco podrido, que Ezer había pasado hace unos segundos, de su base.

—¡Empuja! —Con su cara roja por el esfuerzo le grita a su compañero.

—¡Estoy en eso! —Con su esfuerzo combinado las ultimas fibras que unían al tronco se separa y este comienza a rodar hacia abajo tomando cada vez más velocidad.

—Se supone que no tenemos que matarlo, lo necesitamos con vida.

—No va a morir solo con eso... espero. —Or suelta el hacha y coloca sus manos en las rodillas mientras respira con irregularidad.

La mente de Ezer se pone completamente en blanco y solo una idea permanece en su cabeza, esquivar. El tronco rodaba ahora con una velocidad y fuerza que generaba fuertes ruidos a cada metro que se movía.

A pesar de que disminuía de velocidad cuando golpeaba algún árbol, este no cambiaba de dirección y seguía acercándose a Ezer.

Corre hacia el árbol más cercano para protegerse, pero el tronco ya está casi sobre él. Ezer logra refugiarse, pero al instante nota un problema, el árbol que usa como escudo es demasiado delgado y joven.

El tronco impacta antes de que pueda pensar en algo y se destruye junto con el árbol que lo cubría. Astillas vuelan por el cielo y caen a metros de distancia, parte de la fuerza fue hacia Ezer lanzándolo al suelo quedándose sin aire en sus pulmones por el golpe.

El cielo parece girar ante sus ojos y siente un pitido en sus oídos, trata de levantarse, pero solo da unos dos pasos antes de volver a caerse. Siente un fuerte dolor en su brazo izquierdo y costillas, pero parece que no están rotos.

Finalmente, logra mantenerse de pie al mismo tiempo que el tronco termina de partirse en dos y detenerse varios metros delante de él.

Aahhgg... dónde están esos... —instintivamente mueve su cuerpo hacia un lado al ver un objeto acercarse.

Un cuchillo de carnicero corta el aire donde hace unos segundos se encontraba. Retrocede unos pasos y enfoca la mirada en su enemigo.

El hombre estaba claramente exhausto mientras que el otro se encuentra en peores condiciones con un hacha en las manos. Ezer desenvaina su daga e intenta despejar su mente, su corazón latía con todas sus fuerzas bombeando adrenalina a cada centímetro de su cuerpo.

—Niño, acompáñanos... Solo queremos... devolverte a tu familia que te busca desesperadamente. —Or habla entrecortadamente por el cansancio.

Ezer no contesta y afirma sus pies en el suelo.

—En ese caso no tenemos otra que llevarte a la fuerza. —Al límite de su paciencia, Or eleva su hacha por encima de la cabeza. 

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