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Ezer cabeceaba mientras sujetaba su cuerpo con el arco para que no cayese al suelo y se durmiera en el acto. Estaba sentado frente a una pequeña fogata que apenas servía para calentarlo, si la avivaba más, corriera el peligro de que las bestias lo notasen.
El sentido común es que los animales salvajes teman al fuego, pero las bestias no tienen este temor y lo remplazan con curiosidad. Ezer lo pudo comprobar su primera noche solo hace dos días atrás, logró escapar gracias a que varias bestias se entretuvieron peleando entre ellas y no lo notaron, pero desde ese día no logró dormir más que pequeñas siestas durante el día.
—Tengo que alejarme de las montañas... cuanto más... mejor. Espero haberlo perdido... —Ezer habla consigo mismo para no dormirse.
Las montañas y sus cercanías están plagadas de bestias, cuanto más cerca te encuentres más posibilidades tienes de morir. Es un conocimiento general en el Norte, no existen registros claros de lo que hay más allá de ellas, solo se puede suponer con las leyendas o historias de algún loco que afirma haber cruzado hasta el otro lado y vuelto sano y salvo.
—No entiendo... como hacen los animales normales para evitar ser eliminadas por la bestia ¿Tal vez porque solo cruzan las montañas en otoño y regresan en primavera? Me encantaría... investigar... tal vez escribir mi propio libro... —Sus ojos se cierran y, al cabo de unos segundos, vuelven a abrirse intentando alejar el sueño.
—No siento nada, seguramente lo perdí. Solo voy a descansar... los ojos... un momento... —Ezer temía dormir porque desde esa noche, hace dos días, sentía constantemente que alguien lo vigilaba y perseguía.
Pero el cansancio acumulado lo vence y se duerme en el suelo como si fuera la mejor cama de terciopelo. Casi transcurre un minuto, cuando un animal de pelaje blanco avanza lentamente hacia él.
El sonido de la nieve al comprimirse despierta a Ezer, quien abre los ojos bruscamente. Por un momento piensa que es Lia, pero el tamaño, forma y en especial los ojos negros, oscuros como la misma noche que lo rodeaba, elimina por completo el sueño y sin dudar toma su arco junto con su mochila y corre con todas sus fuerzas en dirección opuesta.
El enorme oso blanco toma su tiempo y olfatea el aire, observa correr a Ezer y solo cuando casi lo pierde de vista, comienza a perseguirlo a un ritmo que para él no superaba un ligero trote, pero claramente tenía una velocidad superior a su presa.
Los árboles eran dejados atrás mientras Ezer descendía por una ligera pendiente, mira detrás suyo y ve una enorme masa blanca corriendo directo hacia él. En pánico al notar que la distancia se reducía a cada segundo, Ezer tira su mochila a un lado y solo conserva el arco junto con el carcaj y las pocas flechas que tenía además de la daga.
Logra aumentar ligeramente su velocidad gracias a esto, pero la suerte y la madre naturaleza no le favorecían hoy, un risco corta su escape y lo detiene en seco.
Al borde y sin salida, Ezer mira al abismo oscuro sin poder discernir el fondo. En el momento en el que la desesperación y adrenalina llegan al punto culminante, una sonrisa se produce en su rostro y comienza a reír.
Sin saber si se volvió loco o simplemente es una nueva feseta del miedo, Ezer se da media vuelta y apunta con su arco. No es la primera vez que se enfrenta a una bestia, pero si la primera vez que lo hace solo, ahora sabe la verdadera ayuda que le proporcionaba la manada.
Respira profundo intentando disminuir su agitación y, a 150 metros de distancia entre el oso y él, libera su primera flecha. Falla, al igual que a los 100 metros, a los 50 metros cuando sus piernas comienzan a temblar, libera otra flecha con un único pensamiento.
—Que de en el blanco.
Repite la misma palabra una y otra vez en los segundos en que viajaba el proyectil a su destino. En ese momento, como respondiendo a sus plegarias, un pequeño y casi invisible flujo rodea a la flecha acelerando su rotación corrigiendo su curso y haciendo que se incruste directamente en el ojo del oso blanco.
Con su vista bloqueada y un terrible dolor, el oso pierde el equilibrio golpeando ligeramente a un árbol cayendo hacia delante. Ezer apenas tiene tiempo para tirase a un costado cuando una masa blanca que reflejaba la luz de la luna rueda y cae al abismo en el mismo lugar donde se encontraba hace un momento.
Suspirando de alivio, Ezer escucha los últimos gritos del oso a medida que cae en el abismo. Sin embargo, los gritos se hacen cada vez más fuertes en vez de alejarse y, antes de que siquiera pudiera notarlo, un fuerte impacto sacude todo el risco destruyéndolo incluyendo la parte en donde se encontraba Ezer.
Magia, la capacidad de influenciar a la naturaleza sin tener que hacer un contacto físico. Magia que uso Ezer inconscientemente en su flecha y también la que uso el oso para destruir el risco en in intento desesperado por venganza.
El mundo se ralentiza para Ezer, quien siente cada golpe y corte en su cuerpo luego de caer en la oscuridad y comenzar a rodar sin poder detenerse. La tierra, rocas, ramas todo impactaba en su cuerpo lastimándolo y sin disminuir su velocidad, un brutal dolor asalta su hombro luego de golpearse contra lo que él cree que tal vez fue una piedra.
Su sufrimiento termina de la peor forma cuando su espalda golpea un árbol y se dobla formando una C. El dolor fue tan atroz que perdió la conciencia al instante, y aun así siguió cayendo por unos pocos metros más hasta finalmente detenerse.
Su cuerpo ya no parecía el de una persona, con cortes sangrantes, magulladuras y la espalda en una posición extraña lo cual hacía que parezca una criatura mal formada e indeseada, dejada a un lado para que no "sufra" y muera en paz.
Las horas pasan y solo hay silencio en los alrededores, la respiración de Ezer es lo único que rompía el silencio a intervalos irregulares.
Cuando el sol comienza a calentar la tierra, ojos azules observan el cuerpo inmóvil de Ezer.
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La Leyenda del Norte
FantastikTraicionado por su familia, Ezer no tiene más opción que dirigirse hacia las frías tierras del Norte donde reinan las bestias. Perseguido por hombres a su espalda y por bestias delante, debe valerse de sus instintos para sobrevivir aceptando ayudas...