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El paisaje se veía borroso a medida que el automóvil avanzaba por la carretera, estando sentado en la parte trasera observa a las dos personas delante de él. Sin embargo, no puede ver sus rostros y tampoco el suyo reflejado en el vidrio transparente. En algún punto, el paisaje se convierte en oscuridad y parece que el tiempo se detuvo, no se puede ver nada y la luz se va desvaneciendo a cada segundo. Pero antes de que todo se vuelva negro, una sonrisa y ojos llenos de amor lo miran, parece que está a punto de decir algo, aunque la oscuridad se adelanta y bloquea toda visión.

Un segundo después, Ezer despierta.

Lo único que podía ver eran tablones y ropas tiradas por todo el suelo de lo que parecía ser una cabaña de madera. Por alguna razón no podía ver con su ojo izquierdo y tampoco mover su brazo derecho, pero lo más extraño es que no recordaba nada del sueño que acababa de tener. Su nombre, quien era, sus padres, hogar, que le ocurrió, no recuerda nada.

Ezer no tiene fuerzas para entrar en pánico, su campo de visión se reduce cada vez más a medida que el sueño toma su conciencia. Escucha una puerta abrirse y los pasos de una persona, pero no le importa ya que en ese instante cae dormido.

Se vuelve a despertar luego de un tiempo indefinido para después dormirse nuevamente, y así continuamente entre fiebre y sudores fríos.

El sol golpeaba su cuerpo y la brisa que pasaba a través de una ligera apertura en la ventana detrás de él, por fin se había mantenido despierto por más de cinco minutos y ahora su mente estaba lo suficientemente clara como para reorganizar sus pensamientos y recordar quien era.

Gira la cabeza ligeramente hacia el centro de la sala y ve a un hombre sentado tallando un trozo de madera de forma continua y con una habilidad que demostraba que no era un principiante. Cabello negro al igual que su barba y una constitución física digna de alguien quien vive solo en los bosques tan lejanos como este.

—Al fin dejaste de balbucear cosas sin sentido. Tuviste una fiebre muy alta, pensé que no lo conseguirías, Niva te ha de querer mucho. —Sin quitar la vista de su trabajo habla a Ezer.

—Q-qu... que... —Intentando hablar, Ezer nota su boca seca como si hubiese comido arena.

—Hay agua sobre la mesa a tu lado. Y no uses tu mano derecha, no está fracturada pero seguramente astillada, así que la inmovilice por si acaso.

Estirando su mano izquierda, Ezer se inclina hacia un lado sintiendo un agudo y profundo dolor en la espalda que viaja hasta la punta de sus dedos de los pies, después de un tiempo el dolor fue remplazado por entumecimiento.

—Ah... olvide mencionarlo, también tienes la espada dislocada así que tampoco te puedes mover. Tu hombro estaba en el mismo estado, pero lo coloque en su lugar mientras estabas inconsciente. Aunque no pude hacer lo mismo con tu espalda ya que estabas muy débil. —Lo dice sin emoción, como si se encontrara con esa situación todos los días.

—Agua... ¿Podrías dar-? —Casi murmurando, Ezer suplica.

—Cuando termine de tallar esto, te daré agua.

Ezer aprieta los dientes ante su respuesta, tener el agua tan cerca y no poder beberla es una tortura. Su mente no deja de pensar en ella y comienza a desesperarse e intenta moverse ligeramente, aunque en vano por el dolor.

—Niño, te daré un consejo. Si alguna vez te encuentras en una situación como esta en la cual estas a merced de alguien, apela a su lado humano.

Tarda un tiempo en entender sus palabras, pero luego intenta hablar lo más fuete y claro posible, vuelve a entablar una conversación con el hombre.

—¿Qué estas tallando? —Una sonrisa aparece en el rostro del hombre al oír sus palabras.

—Buena elección, aunque es la más fácil teniendo en cuenta que lo estoy haciendo delante de tus ojos. En fin, tallando una de las patas para mi silla" Esta vez levanta la vista y mira a los ojos de Ezer al hablar.

Logró llamar la atención del hombre, ahora tenía que conseguir el agua.

—Te ayudaría si me dieras agua.

—¿Con esas heridas y sin habilidades para tallar? No lo creo. —Con un tono burlón responde.

Ezer se retuerce ante su estupidez. Por culpa de no pensar bien en lo que dijo, prometió algo que no podía cumplir. Ajusta sus palabras ligeramente y las repite.

—Te ayudaría con lo que sea si me das agua y me curas. —La resolución se puede ver en sus ojos.

—¿Y qué harías si lo hago? —Dejando de tallar, el hombre pregunta levantando su vista.

—Lo que sea, si me pides traerte comida lo haré, si me pides traer leña lo haré, si me pides arreglar tu cabaña lo haré" Echando un rápido vistazo por toda la sala Ezer nota pieles de animales, así como también goteras en el techo.

—Bien, pero no es suficiente. También quiero esto. —En su mano aparece una daga negra cuyo filo se puede notar a la distancia.

—¡Eso no te lo puedo dar! Es más que una simple daga para mí. —Aumenta el tono de su voz, pero la normaliza al instante al notarlo.

—¿No entiendes tu posición? Sin mi estarías muerto, además ¿cuánto crees que valen las medicinas que use, y voy a usar, para salvarte? No estoy preguntando, estoy exigiendo mi pago por adelantado. —Coloca la daga en su cinturón, sin dejar espacio para continuar con el tema.

—Entonces trabajaré para conseguirla.

—¡Jajajaja! se nota que no sabes cuánto vale una de estas. Esto niño, es hierro negro uno de los mejores hierros del mundo.

—No me importa, lo recuperaré como sea.

—Bien, entonces trabajaras para mi hasta que no puedas agarrar nada con tus manos por la sangre que escurre de tus dedos. —Lo dice con una sonrisa que no era amigable.

—Empezaremos poniendo en su lugar tu espalda. —Se levanta de su silla dejando de tallar y con pasos firmes.

Ezer se levanta de la cama con su ayuda y se coloca una soga que estaba sujeta al techo alrededor de su pecho soportando parte de su peso y dejando su espalda recta, también le da agua la cual toma casi atragantándose.

—No te desmayes. —Con esas palabras y sin previo aviso, Ezer siente un dolor punzante y atroz cuando el hombre vuelve su vertebra a la posición original.

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