8.SILLA.8

245 40 16
                                    

Mi primera noche en "libertad" fue una de las mejores siendo completamente sincero, compartía habitación con Gustabo en una de las alas más desiertas de aquella enorme casa, la habitación era cómoda para ambos, aunque siendo honestos, ambos nos conformabamos con poco, pues veníamos de una vida donde una manta era más que suficiente para dormir en el lugar que fuera.

Gustabo se tomó la "molestia" de contarme cómo iban las cosas por la casa, y en general con aquel hombre mayor de dudosa amabilidad, dormí poco, pero lo necesario para ser una nueva persona. 

─Pero bueno bueno a usted quería ver yo ─hablo una voz detrás mía, sonaba cuanto menos simpática, dudoso me gire observando a un barbudo con una enorme sonrisa, era un hombre alto, con un desordenado moño sobre su cabeza y con una mirada genuina. Le mire un poco confundido por dos factores, el primero; ¿Que hacía un hombre tan amable con estos de aquí? y el segundo, pero no menos importante, ¿Por qué quería verme? ─Oh... mierda no me he presentado adecuadamente, soy Greco Rodriguez ─extendió su mano en mi dirección ─Tú debes de ser de quien todos han estado hablando, ¿Me equivoco?

Observe su mano por unos pequeños segundos para tomarla sin dejar de verle a los ojos, le sonreí un poco ─Pues... ─mire a mi alrededor observando al ruso y mi hermano sentados en una mesa, que parecía ser de reuniones ─, pues posiblemente sea yo, si... Horacio Pérez. 

─Que bonitas son las presentaciones, nuevas amistades, ¡Que bien! ─exclamó alguien sarcástico entrando por la puerta de aquella habitación, aquel hombre...

─Buenos días a usted también Conway ─saludó el ahora llamado Greco, este camino hasta la mesa haciéndome un gesto de que le siguiera. 

Aquel hombre posiblemente me había jodido la... mis pensamientos se callaron y bloquearon al oír como una silla se arrastraba hacía atrás, Viktor me miraba y señalaba la silla que había arrastrado con toda la intención del mundo, mis pies se movieron solos, por lo que antes de poder protestarme a mi mismo, me encontraba sentado entre aquel ruso y mi hermano. 

El señor canoso que me había traído a este lugar a la fuerza apoyó sus palmas en la mesa y me miró sonriéndome escabrosamente ─Al fin te has decidido putita ─decidí sonreírle con falsedad cruzándome de brazos ─Me ha dicho un pajarito que no vas a traicionarnos, ¿Verdad?

Me encogí de hombros ─A quien no voy a traicionar es a este tío de aquí ─señalé con mi pulgar al ruso que tenía al lado sin dejar de mirar a Conway ─, a fin de cuentas es él quien se ha ganado mi confianza.

Pude notar como su mirada se encendió en un feroz fuego, podría jurar que me iba a pegar un tiro ahí mismo ─, ¿Qué nos querías contar? ─interrumpió mi hermano llevándose toda la atención él, cosa que agradecí con toda mi alma, por que siendo honestos no me apetecía morir, no de momento ─Me has hecho madrugar para decir algo y solo te la pasas quejandote, esto de la edad te pasa factura, eh viejo.

Entonces los gritos comenzaron por parte de aquel hombre y las risas de mi hermano inundaron la sala, noté como una mano me rozó la pierna unos pequeños segundos y seguido de aquello, el de pelo plateado arrastró la silla por la pata en su dirección, nuestros brazos se tocaban, le mire con un poco de confusión, este llevaba sus gafas mirando a Conway, parecía acostumbrado a la conducta de ambos.

Mi tranquilidad de hacía unos pocos minutos se había evaporado, y me sentía con unos pequeños nervios que me hacía mover mi pierna con ansia. Me había pillado, por obviedad desprevenido aquella acción realizada por Viktor, deje de mirarlo dándome cuenta de que todos los gritos habían cesado y que estaba explicando algo tranquilamente.

─¡Eh tu! ─un bolígrafo me golpeo la frente, pestañeó confundido tocándome el lugar afectado, recapacitando que quien me lo había tirado era Conway ─. Que te estoy hablando mariconetti, ¿Cómo se te da pegar?

Admito que aquella pregunta me sorprendió ─¿Bien? ─dije un tanto inseguro, carraspee ─Depende de para que.

Conway asintió unos segundos para levantarse ─Tu hermano y tú podéis ir por vuestras pocas cosas a casa, no hagáis nada raro u os mataré ─amenazó el hombre caminando a la puerta, Volkov se levantó y sin decir nada se marchó junto al hombre.

─¿Barbas, nos acercas a nuestra casa? ─le pidió Gustabo en un tono jovial a Greco, este le miro unos segundos con sus ojos entrecerrados. 

─¿Me ves la cara de taxista?

─Te veo la cara de todo menos de taxista ─se burló levantándose ─, anda vamos, si me llevas te invito a un café.

Damned. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora