31.SILENCIO.31

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Su silencio era agónico para muchos, necesitábamos escuchar lo que fuera que hubiera ocurrido, aún que yo internamente tampoco quisiera saberlo, pero, de haber intentado que dijera algo no habría valido de nada, Horacio se mantenía sentado, cabizbajo en un silencio casi mortal rodeado de personas que tenían sus ojos sobre el, no se escuchaba nada más que unas pocas respiraciones y algún que otro sonido aleatorio a causa de la impaciencia humana.

—Cuéntanos algo Horacio —suplico el médico que nos había estado dando impecables resultados desde su alianza con nosotros, era un gran doctor —, lo que sea.

Horacio pasó la mirada por todas las del resto, llegó a la mia, esperé que se quedara conmigo, realmente lo anhelaba, que como siempre, me eligiera única y expresamente a mi, pero esta vez no lo hizo y como al resto paso deprisa hasta el doctor, tal vez Horacio ya no era quien era, y aquello me dolía.

—Me escapé —susurro en un tono tan sumamente bajón que de no haber sido por que estábamos al pendiente de él habría pasado completamente desapercibido —simplemente quise huir, no salió bien.

—¡Eso es mentira! —exclamó en un tono dramático, pero muy enfadado Gustabo, camino hacia el medio de aquel círculo que habíamos formado para mirar al chico, se puso delante de Horacio, tapando momentáneamente la vista de él, hasta que se acuclilló, apoyó sus codos en la rodillas de este, y alzó una mano acariciandole la mejilla —, ¿Que fue lo que realmente pasó? —le preguntó, algunos estaban atónitos con el acto de aquel hombre, nadie esperaba una reacción tan gentil por parte de aquel chico que solo hacía que joder al resto, fue entonces cuando pude darme cuenta de que Horacio sacaba las mejores partes de los demonios más feroces, que él con aquella genuina inocencia, hacía feliz a los demás y él se atormentaba más y más, odiaba entender a Horacio, por que eso significaba que me acercaba mas a su triste personalidad, y por ende crecieran mis ganas de querer cuidarle como si realmente pudiera —si no me dices no puedo ayudarte.

—Me fui —volvió afirmar pero sin un solo sentimiento de por medio.

—Mientes, me estás mintiendo —Gustabo empezaba a impacientarse —, ¿Te han pedido que no digas nada? ¿Una amenaza? ¿Es eso? ¿Una barata amenaza? ¿Horacio por que no me miras, joder? —la última pregunta fue más brusca, agarro el mentón y le obligó a verle ambos se miraban a los ojos —, sabes perfectamente que hemos pasado por esto más veces, y que una amenaza nunca nos ha detenido de vengarnos ¿Que te pasa? ¿Acaso dudas de mi? ¿De lo que pueda hacer?

—¿Tanto te cuesta entender que me fui por voluntad? —le gritó empujándole, Gustabo cayó quedándose completamente sentado en el suelo, tan o incluso más atonico que los demás de esa sala —, ¿Tanto te cuesta entender que se pensar solo en mi de vez en cuando? Dijimos que nos iríamos Gustabo, y aquí seguimos, ¿Que te cuesta entender que tal vez fui yo el que me fui? ¡Que fue mi decisión! —las lágrimas brotaron sutilmente de sus ojos.

—Siempre has creído que solo pienso en mi —le señalo mala manera levantándose del suelo —, pero no puedes estar más equivocado, sé todos tus jodidos patrones, y se que si te hubieras ido por culpa de tu impulsividad habrías vuelto, de rodillas, suplicando un perdón, pero no a mi, ni a ese viejo de ahí —señaló con desgana a Conway, me dio una mirada fugaz, y entonces me señaló con su dedo pulgar —, el amor te mueve, sea o no sea correspondido, sientes con esa estupida pasión, que esa es tu única puta "criptonita" te importa una mierda el resto, te importa una mierda tu propio ser —se giró rápidamente a mirarme, estaba enfurecido —, quita esa jodida cara ¡Dime! ¿Se disculpó? ¿Confesó que se marchó? ¿¡Lo hizo!? —gritó, le mantuve la mirada —¡Por supuesto que no lo hizo! De haber sido así, Horacio estaría a un lado tuyo con otro tipo de animo, ¿me equivoco?

—Ya basta de jueguecitos —no gritó, tampoco alzó la voz, tan solo entró en la conversación Jack Conway al instante enmudeció Gustabo —¿A donde quieres llegar con todo este pleito?

—No se que ha pasado, que te han echo, dicho, sugerido, enseñado —decía sin siquiera ver a su hermano, dándole la espalda —, pero esto no va a quedarse así. Cuanto antes hables, antes saldremos de esta mierda.

—¿Cuantas veces me has dicho eso Gustabo? ¿Cuantas? —Horacio se levantó de aquella silla un tanto adolorido —¿Cuantas promesas de ese tipo me has roto? ¿Cuantas me has fallado?

Ambos hermanos estaban cara a cara —¿¡Y tu!? ¿¡Cuantas veces me has roto promesas a mi!?

—Menos que tu, y más de lo que me gustaría admitir —dio unos pasos hacia delante y de nuevo vio a todos —podéis creer lo que os de la gana, podéis escuchar mi versión y creerlo, o simplemente no, yo me fugué por mi propio pie, he vuelto porque no tengo donde caer muerto, hacer conmigo lo que queráis, pero no seáis necios, dejar de no querer ver las cosas que son como mi hermano. Esa noche yo me fugué borracho.

Nunca imaginé que pensaría que estaba de acuerdo con el rubio, Gustabo y yo no tenemos la mejor relación, ni siquiera somos cercanos, nos repelemos simplemente con vernos, pero esta vez está de parte de él. Que irónico.

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⏰ Última actualización: Mar 27 ⏰

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