7.LIBERTAD PRESA.7

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Mis pies no paraban de correr por aquel pasto recién cortado, mi respiración jadeante, mis brazos a cada lado cortando el aire con las puntas de mis dedos, aquello era una libertad, bueno, una libertad presa, bajo la audaz vigilancia de aquel hombre que podría apostar que estaría mirándome fijamente sin siquiera importarle que lo notase, pero a fin de cuentas, una libertad que era necesaria para mi ser. Mi pie fallo, y con aquel fallo caí en el pasto dando un par de vueltas, las risas salieron de mi y me dejé tendido sobre el pasto observando la noche estrellada, eran las tres de la mañana según me había afirmado aquel hombre de bajos humos.

En momentos como estos, donde el agua parecía haber llegado a mucho más que mi cuello, podía replantearme muchas cosas, la primera y que consideraba que era la más notoria, jamás podría vivir una vida legal, por el simple hecho de que tengo dos maldiciones sobre mis hombros, Gustabo García y mi propio placer a lo prohibido, porque siendo completamente honestos, lo que no se puede, lo que no se debe de hacer es lo que más ganas me da por hacerlo, es lo que me mantiene completamente vivo aunque esa acción pueda llevarme a la muerte, prefiero dos minutos sintiéndome completamente vivo para perecer, que vivir sintiéndome completamente muerto.

La estrellada vista fue tapada por una por una mano, aquella mano... fruncí mi ceño dándome la vuelta seguido de sentarme, confirmando mi sospecha ─¡Tu cabronazo! ─le señalo con el dedo índice lleno de reproche, el rubio se encoge de hombros.

Un hombre rubio acuclillado me observaba con tranquilidad y una indiferencia que a cualquiera podría asustarle ─¿Qué pasa crestitas? ─me saludo dejándose caer sentándose en el pasto de manera uniforme apoyando sus codos en este.

─Por poco y me muero ahí ─le reclame mirando a mis alrededores, aquel lugar era una gran mansión llena de muros y verjas, pero aquello no le quitaba lo lindo ni de lejos, era una arquitectónica parecida a los castillos antiguos, de lejos le pude ver, sus cabellos de plata le delataban del resto de las personas, mirando con detenimiento, mi celador era un hermoso ruso de ojos tan azules como el mar. 

─¿Pero te has muerto? ─me replicó con tranquilidad, sin siquiera dirigirme la mirada, de nuevo deslice la vista a mi querido y problemático hermano ─, no, no lo estas ─afirmó ─. Debes de sentirte bien Horacio, estamos en las garras de alguien muy poderoso, ¿Tu sabes el gran beneficio que nos dará? ¡Piensalo de esa manera! 

Negué con la cabeza frunciendo mi ceño ─Yo no quiero esto Gustabo, yo no buscaba poder, yo no...

─¿Te empiezo a creer ahora? ─pregunto sentándose completamente recto mirándome, sonrió negando con la cabeza inclinándose hacia mí ─¿Me vas a decir que prefieres bailar por un sueldo de mierda siendo pisado por todos, a tener el poder y libertad? No me jodas Horacio ─alargó su mano agarrando con sus dedos mi nariz, tiró levemente de esta acercándome a él ─Llevamos muchos años juntos para saber cuando uno miente, y se que tú, tampoco es que fueras muy feliz, piensa en todo lo que vamos a ganar a partir de ahora. 

─Gustabo ─le nombre dándole un pequeño manotazo a su mano, haciendo que dejara de pellizcarme ─Estoy en contra de mi voluntad, llevo aislado en una habitación demasiado tiempo y ni siquiera has venido a verme, como para que decidas decir que es lo que me gusta y deja de gustar. Yo era feliz en ese trabajo, y me arrastraste a esto, así que como mínimo quiero que dejes de decidir que prefiero o no. 

Alzó ambas manos en modo de rendición ─De acuerdo Horacio, yo no diré lo que debas de preferir, pero en unas semanas veras como me dices; "Tenías razón Gustabo".

Asentí mirando a mi alrededor ─¿Y si no lo digo en esas semanas? ¿Me tengo que joder?

─Si en tres semanas sigues pensando lo mismo, de querer una vida normal y esas mierdas, nos vamos ─mi atención fue llamada, casi atraída cual imán.

─¿Ense...?  ─enmudecí al ver como Gustabo señalaba con la mirada atrás mío, lentamente me gire viendo quien se acercaba ─Gustabo ¿Cómo se llama ese hombre? ─le pregunté en tono bajo.

─¿El ruso ese? ─preguntó con aburrimiento ─Viktor Volkov según tengo entendido, ¿Sabías que es la mano derecha del viejo ese? Es un capullo y...

Dejé de escucharle, así que Viktor... mordi la uña de mi pulgar observando al hombre ya a unos pocos pasos de mi, me hizo una señal con la cabeza de que me levantara. 

Viktor Volkov.


Damned. VOLKACIO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora