MUEREN O VIVEN
Steel
Octubre 3, Grecia. 12:00
Los criminales no solo somos ladrones, gente mala, somos tramadores, hipócritas, y con tal de tener poder muchos son capaces de cualquier cosa, pero yo no quiero poder, quiero ganar, quiero el mundo de los buenos y de los malos a mis pies, a cada ser insignificante de rodillas ante mi y haré hasta lo mas minúsculo para conseguirlo.
La casa Georgiou esta en la parte central de Grecia, no carece de lujos, las sirvientas caminan por los pasillos dispuestas a complacer a los patrones y ahora no es la excepción, que mientras almuerzo con mis mayores socios en esto me sirven de comer y vino.
Gregory encabeza la mesa mientras los hermanos de Dimitria están sentados al frente de mi, son tres, pero la primogénita es Dimitria con 29, luego de ella Adonis de 25, Hector 21, y Ajax 18, cada uno consciente de en que están metidos, y de la familia que tienen.
Todos son medios hermanos y es que los criminales suelen tener mas de una mujer, Gregory cargó una gran responsabilidad desde joven, por ende le toco tener hijos, pero no era algo posible por sus gustos qué aunque son ocultos para todos, yo veo mucho más allá la mayoría del tiempo.
Yo tengo que adelantar esta mierda, y por ello me empino la copa de vino mientras observo al hombre que come con calma en la cabeza de la mesa.
Dulce y lento veneno. Pero veneno al fin que mata igual.
—Tienen que casarse ya, —habla Adonis— los Georgiou necesitamos asegurar la desendencia de nuestro apellido y familia.
El vino como que se me para en la garganta pero no lo muestro bajando la copa, esta gente cada que puede me tira las gotas de veneno que ni me hieren, ni me envenenan, porque yo ya estoy anestesiado.
Gregory come pero se mantiene atento, Dimitria mantiene la espalda firme junto a mi, pero sus rodillas flaquean bajo la mesa.
Llevo la mano a la servilleta limpiando mi boca.
—La mafia sigue mientras haya familia. —se mete Ajax— Dimitria no solo será la cabeza de la mafia griega en unos años, pero también la que dará el hijo varón que tomara el lugar cuando llegue a edad, y mientras el padre de este, —me mira— tome las riendas de los negocios.
—No se metan en lo que no les importa. —habla Gregory serio.
— No. —digo y Gregory me mira— Tienen razón, disculpen si me he tardado. —digo antes de mirar la hora mientras la mano de Dimitria se posa en mi muñeca alzando la mirada a mi— Podemos discutirlo cuando yo vuelva, pero si los deja mas tranquilos, —miro al punto débil conmigo que mantiene su vista en mi— si abra boda.
Calix se acerca cuando me pongo de pie, los ojos de Gregory siguen en mi pero me giro tomando el arma que me meto en la parte trasera de los pantalones, siento sus pasos detrás de mi, la percibo y entro en la casa queriendo vomitar.