PAPELES
Sunshine
Octubre 10, 8:00.
Siempre me he adaptado a las realidades y cuando me volví la asesina más buscada de 3 continentes no fue la excepción.
Siempre me he comportado como lo que soy, antes de todo era la capitana Hoffmann-Marchetti, cuando volví del exilio todo se me desbordó y termine siendo la señora Gray, y ahora emerjo de una parte de mi que ya estaba, pero que solo se mostraba a trozos.
Las partes duras son las que más perdura por ende esta es mi última evolución y la que de una vez por todas va a sacarme a mi y a mis hermanos de todo este mierdero.
Aquí todos debemos mantenernos en nuestro papel para que todo siga marchando como hasta ahora y me pongo rabiosa conmigo misma cuando escucho al ministro hablar por telefono atraves de la puerta con la gente de Washington ya que me siento como una idiota sabiendo que el debe estar alla y que yo tengo que estar aqui.
Empujo la puerta cuando capto que Isaac ha terminado de hablar por teléfono, soy consciente de que tiene obligaciones y estas ya lo extrañan ya que debe estar al frente constantemente.
Cierro la puerta y se gira haciendo que sienta las alas dañinas en mi estomago.
—Te vas ¿Ya? —no se ni para qué pregunto.
—No me quiero ir, porque la última vez no los volví a ver. —me dice con seriedad.
Cuando escapé de Sicilia lo extrañe mucho, siento que más de lo que debí, porque me vi en un punto tan bajo y ciertamente siento que sigo ahí solo que lo he decorado a mi modo para que no sea vea tan mal.
Podría decirle que no tiene que ser como la última vez, pero la verdad es que solo me vería ridícula.
>>La última vez yo debí estar ahí, contigo, con mis hijos. —dice tocándose las sienes.
—Ya de nada sirve lamentarse. —digo— Lo que paso, paso.
—No debió pasar. —dice serio.
Me muevo y acerco mi boca a la suya, mis manos se posan en su pecho y sus labios se mueven sobre los míos. Sus manos bajan a mi cintura y el beso es largo y cargado porque los dos sabemos que pueden pasar 4 años otra vez, o algo mucho peor a este calvario.
—No quiero que te vayas. —admito reflejándome en el gris de sus ojos.
Su boca se desliza por mi cuello y mantengo las manos en su cuello mientras baja metiendo la nariz entre el vértice de mis pechos. Tomó el borde de su camiseta alzandola y descubriendo su espalda, me muevo hacia atrás y pasa las manos en los hoyuelos de venus de mi espalda.
Me tumbo en la cama dejando que se deshace de la camiseta por completo y me deshago de los vaqueros sintiendo su boca en la mía, una de sus manos baja a mi nalga, y otra entre mis piernas.