ENFERMOS
Sunshine
Polonia, noviembre 11.
Siento el ardor de mi garganta aun después de cuatro días, y junto a la sensación de peligro que siento crece en mi anterior tampoco me siento mejor.
No he vuelto a hablar con Isaac, lo nuestro siempre ha sido prohibido de alguna forma u otra, al principio era prohibida para ambos porque nos odiamos, y se sentía como si por primera vez hubiéramos roto el botón que daba control, lo habíamos fundido sin usarla, era como si no tuviéramos la opción de usarlo cuando del uno al otro se trata, después que volví del exilio era prohibido porque teníamos todo contra lo nuestro, y ahora él aunque no es bueno está en el lado de la ley, y yo del lado criminal que él ha jurado perseguir.
El cigarrillo se ilumina al final cuando doy una calada dejando que la nicotina se lleve todos mis pensamientos.
Aquí es donde me digo que nunca debí enamorarme de ese animal, que nunca debí volver a dejar que me hiciera el amor, y tenía que haber dicho que no cuando me pidió que le pariera dos bestias, debí haber abortado con las primera señales del embarazo, debí haberlos tirado por el acantilado en irlanda cuando nacieron... y debí decir que no cuando hace cuatro días cuando me pregunto si le iba a dar más bestias y dije que si...
Debi, debi, debi...
Pero ahora no me veo en un mundo sin ninguno de los tres y sin un futuro donde vivir para los que el animal quiere que su hembra le para. No me veo en un mundo sin ninguno de los tres porque la verdad es que yo no quiero vivir en un mundo sin Aiden, sin Ranger, y sin Isaac.
—¿Señora? —preguntan en la puerta del baño mientras dejo el cigarrillo en el cenicero.
—¿Qué pasa Laura? —pregunto. Después de la muerte de Alejandra esto debe seguir, trabajó conmigo y no tengo quejas, sin embargo los planes deben seguir, la vida debe seguir y el reemplazo de todos existe.
Laura tiene más o menos un año trabajando en mi organización y como Alejandra siempre ha sabido hacer su trabajo, siempre ha sabido mantenerse al margen cuando le toca y como todas viene de un pasado lleno de cicatrices y heridas que te vuelven malo o te vuelven malo.
—Hay problemas. —dice y me paso la mano por la cara apartando el agua.
¿Cuándo no?
Me pongo de pie porque no puedo evitar sentir el martillar de mi pecho que me lleva a pensar en mis hijos, en mis sobrinos, en mis hombres... vivimos en una batalla constante en la que no sabes cuando le toca a cada quien y cuando menos te lo esperas...
—Su hermano Steel llamó. —salgo de la bañera envolviendome en la bata con rapidez y mis ojos se clavan en la chica de cabello castaño y ojos grandes del mismo color.— Las demás y yo la esperamos abajo.