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Lexie
Septiembre 15, Servicio de inteligencia de seguridad de Canadá.
Me aliso la camisa blanca mientras cuento los días para ver a mis niños. Este fin de semana no pude encontrar un vuelo abierto, todo se puso en mi contra ya que hoy también llega el nuevo jefe y estuve apurada con el trabajo todo el fin de semana.
Pero este fin de semana si voy a verlos, y llamaré enferma el lunes para quedarme hasta el martes con ellos.
Me escondo la chapa militar detrás de la camisa cuando me miro frente al espejo terminando de peinarme, siento el metal frío contra mi pecho y respiro por la nariz cuando salgo marcando el calendario donde cruzo un dia mas para mi retiro y estar con mis niños.
Me pongo los zapatos y salgo a las calles de Canadá, reparando los edificios, la gente y... recordando que no es Washington, que no es la ciudad donde crecí, donde fui tan feliz, por esas razones no disfruto Canadá, porque no estoy aquí por gusto o vacacionando, simplemente estoy aquí, soy un fantasma que anhela estar en su casa, donde fue feliz.
Me abrazo a la cartera.
Unos dias mas y seras feliz Lexie.
Me digo.
Me subo al coche que no es muy lujoso, ni muy viejo, tampoco muy llamativo y es el que tiene cualquiera que lleve una vida normal y no un doble.
Conduzco hasta la sede y subo sintiendo el taladrar de mi cabeza cuando escucho las discusiones entre los cubículos, el reguero de papeles y los teléfonos sonar todos los juntos y todo es como una bola que me grita que este no es mi lugar, que yo debo sentarme en la mesa grande.
Llego a mi oficina pequeña donde me encierro mermando el ruido, dejo mis cosas en el escritorio y me pongo a trabajar en silencio, con la cara aquí, pero la cabeza en mis bebés, en los pequeños Steel, y en los pelirrojos que tienen la actitud de mi amiga.
Giro la cabeza cuando Clara entra a trompicones a mi oficina.
—El jefe ya está aquí. —habla rápido— Es un ex-militar.
Rápido me pongo de pie alisandome la ropa mientras solo espero y pienso que esta semana pase rápido, salgo con los demás al pasillo cuando las puertas del ascensor se abren dando paso a nuestro nuevo jefe que viene acompañado de Jeff, —el antiguo jefe—.
Mi saliva se queda estancada en mi garganta, mi respiración se pasma y siento que tengo la mirada de un arma en medio de mis cejas cuando reconozco el rostro del nuevo jefe, cuando capto el rostro que ya he visto antes y que conozco muy bien.
Es Elias, mi ex novio.
Elias...
Aun no me determina y quiero girarme pero es demasiado tarde ya que soy una de las primeras personas cuando comienza a dar la mano, extiende y alzo la cara a mirarlo detallandolo rápido, sus ojos cafés se clavan en el ver de los míos y quiero sacarle el cerebro, devolver el tiempo, porque con él aquí mi identidad peligra.