Capítulo XXX

289 49 8
                                    

SAMANTHA

—Lo sabía. Sabía que volveríais juntos.

Estela saltaba dando vueltas sobre sí misma a la vez que daba palmaditas de alegría.

—Yo no te he dicho que hayamos vuelto.

Le respondí sonriendo con algo de vergüenza, porque, aunque era tarde y no pasaba mucha gente por la calle, los pocos que había se nos quedaban mirando.
Sin embargo, ella parecía inmune a las miradas de los curiosos. La pelirrosa me hacía compañía mientras esperábamos a que salieran todos nuestros compañeros del restaurante y cerrar.

—No hace falta que lo digas; está más que claro. ¡Qué guay! ¡Qué guay!

—No entiendo por qué te alegras tanto.

—Porque he visto cómo os mirabais antes y sois puro amor. Además, después de lo que me has contado que ha pasado en el despacho...

La mulata levantaba sus cejas a gran velocidad y a mí me hizo sonrojar al instante. Si hace un año me hubieran dicho que iba a contar algo tan íntimo a alguien, diría directamente que mienten. Pero es que Estela me transmite confianza y me siento bien compartiendo mi vida con ella. Es como si los problemas pesaran menos y las alegrías se incrementasen por mil. Supongo que esto es a lo que llaman amistad, el compartir tu vida y tus miedos con otra persona de manera desinteresada.

—¿Por qué pones esa cara, Sam?

—Porque eres muy fantasiosa.

—De fantasiosa nada. Ha dicho que iba a solucionar lo de Cat...

La voz de Estela se silenció en el acto y sin darme la vuelta, supe que los últimos compañeros que quedaban dentro del restaurante estaban saliendo.

—Ya puedes cerrar—dijo João cuando nuestros ojos se encontraron.

Sorprendentemente llevaba dos días sin hacerme ningún gesto de indiferencia fingida. Parecía que el cabreo le estaba remitiendo. Mientras yo estaba echando el cierre que iba anclado al suelo, sentía su presencia detrás de mí. Puede que quizá por los nervios que me provocó fue por lo que tarde más en atinar con la llave.

—¿Vais a ir a tomar algo ahora?

Me quedé tan bloqueada con su pregunta que no supe qué contestar.

—Sí, nos vamos a tomar algo al Silverio. ¿Os venís?

Estela contestó con rapidez y yo giré mi cabeza hacia ella con asombro.

—Sam, si no quieres que vaya...

—No, no. Si no es por eso, es porque no habíamos hablado nada de ir a tomar algo.

—Es que no hace falta decirlo—contestó Estela—Mañana es nuestro día libre, así que esto ya es costumbre. ¿Qué digo costumbre? Es obligatorio. Una tradición.

—¿Os venís?

Le pregunté a Pol y a Alfonso porque cuanto más gente, mejor. Estela era una alocada sin control, además de relaciones públicas innata, y quería evitar por todos los medios quedarme a solas con João.

—Yo he quedado con Mara, tiene que estar al venir. Ahora le pregunto si le apetece—contestó Pol.

—Yo paso. Estoy reventado.

—Venga, tío. Vente a tomar algo. Una rápida. Un poco de after work—le animó João a Alfonso dándole una fuerte palmada en la espalda.
El moreno dudaba moviendo su cabeza de lado a lado. Yo tenía claro que acabaría negándose porque Alfonso nunca había venido a ninguna quedada.

Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora