Capítulo XXVII

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ALEKSEI

Miro hacia Caterina en silencio. Ella ha empezado a contarme los planes para esta noche y no para de mover sus labios intentándome transmitir algo, pero mi mente está en otro sitio, o, mejor dicho, en otra persona. Continúo inmóvil de pie en mitad de mi despacho, en exactamente la misma posición que tenía cuando la portuguesa ha entrado como un torbellino, arrasando el perfecto momento que estaba viviendo con Samantha.

Había sucedido.

Lo que durante tanto tiempo había deseado, había sucedido. Sin embargo, había algo dentro de mí que no estaba bien. Mi conciencia estaba taladrándome por dentro, porque mirase como lo mirase, le acababa de ser infiel a mi novia. Y yo no era así. Tenía que solucionar esto cuanto antes. Claro que me había sentido atraído por otras mujeres cuando tenía pareja. De hecho, con Samantha fue así. Pero cuando nuestra relación pasó de las miradas a algo físico, yo ya no estaba con Patricia. No obstante, ahora era todo diferente. Ahora estoy prometido con Caterina y lo he hecho mal.

¡¡Joder!!

Cuando Samantha se fue, la busqué por tierra, mar y aire. Incluso dejé de hablarme con mi hermano durante semanas porque él se negaba a decirme adónde se había ido. Porque eso sí, yo tenía clarísimo que él sabía dónde estaba la pelirroja y no entendía que mi hermano eligiera su amistad con ella antes que a mí, a su hermano de sangre. Pero cuando acepté mi derrota y decidí poner tierra de por medio alejándome de aquella ciudad (que ya siempre me recordaría a ella) empecé a encontrarme mejor. No es que la distancia y el tiempo lo curen todo, pero si alivian los dolores del corazón.

Reconozco que los primeros meses que viví en Londres, albergué la pequeña esperanza de que ella volviera. Que un día cualquiera, Samy llegaría sin avisar a mi pequeño piso de Londres y me confesaría que, después de haberse tomado su tiempo de reflexión, se había dado cuenta de que me quería. Pero no. Esto no era ninguna novela romántica, esto era la realidad y ella sí que había pasado página de verdad y fue entonces cuando entendí que ya no volvería jamás. Entonces mis sentimientos hacían ella cambiaron de fase. Comenzó a crecer en mí una mezcla de rabia, orgullo y amor propio, que me hizo cambiar el chip y me forcé a abrir los ojos hacia el resto de mujeres.

Fue entonces cuando conocí a Caterina, cuando más cabreado estaba con Samantha. Y seguramente ese fue el principal error, comenzar así una relación no puede traer nada bueno. Pero la guapa morena hizo que dejara de pensar las veinticuatro horas en Samy y amainó la tormenta que tenía dentro de mí. Yo creo que llevaba saliendo con Caterina cinco meses cuando decidí que, aquella bonita relación que viví en París con mi Caperucita, no se merecía que la guardara en mi corazón con ese rencor. Vale que ella no me había elegido, y seguía pensando que había sido una cobarde huyendo de París sin despedirse de mí, sin darme explicaciones. Pero tenía que pasar página, quedarme con lo bueno de aquella relación y avanzar hacia el futuro. Ahora mirando hacia atrás, puede que quizá quisiera correr demasiado rápido para alejarme lo antes posible de ese pasado, para alejarme de ELLA. Pero en ese momento creí estar haciendo lo correcto, ya no había rabia en mi interior y estaba siendo honesto con mi pareja y conmigo mismo. Por eso le pedí a Caterina que se casara conmigo, porque creía tener a Samantha totalmente superada. La recordaba a diario, sí, pero ya no lo hacía con dolor. Si no hubiese estado convencido al cien por cien de arrodillarme ante la portuguesa, jamás me hubiese lanzado de aquella manera. Pero por una vez, mi vida estaba tranquila y ordenada. Por un lado, estaba con una mujer que me quería, que era buena persona y todo me iba bien. Nunca sentí mariposas en el estómago ni que se me cortaba la respiración al verla, pero asumí que eso no tenía que suceder siempre. Pensé que eso sólo les sucedía a las personas una vez en la vida, y yo ya había gastado todas mis energías enamorándome de Samantha una vez. Y, por otro lado, mi cadena de restaurantes había prosperado muchísimo en el último año. Tenía todos mis sentidos en el trabajo, y ahora estaba recogiendo los frutos. En los últimos meses había abierto veinte locales a lo largo del Norte de Europa y tenía varias propuestas para seguir creciendo por el Sur. Como no paraba de viajar y cuando estaba en Londres me pasaba más tiempo en el piso de Caterina, dejé mi piso de alquiler y me mudé con ella a su casa de Notting Hill. Estaba tranquilo, me sentía querido, y cuando estábamos bien, estábamos muy bien. Es verdad que cuando me pasaba más de dos semanas en casa comenzaban las discusiones diarias, porque ella estaba acostumbrada a vivir sola y siempre me ha costado bastante lidiar con el egocentrismo y los caprichos de niña adinerada, pero entendía que lo compensaba con lo atenta y cariñosa que es ella conmigo. Hubo un tiempo en el que consideré que había llegado a un momento de estabilidad general y aunque Samantha nunca abandonó del todo mi corazón, estaba difuminándose en él cada vez más.

Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora