Capítulo XXIII

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ALEKSEI

No había conseguido dormir prácticamente nada cuando el despertador sonó. El cuerpo desnudo de Caterina se separó de mí y se giró hacia el lado contrario de la cama cuando me incorporé y salí de la cama camino de la ducha.

Ayer cuando llegué tuve que lidiar con una enfurecida portuguesa. Por más excusas que le intentaba dar, no aliviaba su enfado por no haber querido que viniera conmigo a recoger a mi hermano y a mi cuñado. Le dije que no lo entendía porque ella siempre me había dicho que ellos no le caían bien del todo. Nunca se llevaron bien.
Sin embargo, me decía que está era su ciudad y ella era la que debería habérsela enseñado. No Samantha.
Sí. En un momento de discusión se me escapó que ella había estado con nosotros. Lo sé. No sé mentir, siempre se me ha dado fatal. Mi pretexto fue que nos habíamos encontrado con mi compañera de trabajo por casualidad y que ahí les presenté. Por suerte, ella seguía pensando que no la soportaba y por eso, no sospechó nada y la sangre no llegó al río. Y para variar, como todas nuestras discusiones, la pelea se solucionó en la cama.

Sin embargo, algo de lo que me dijo durante la discusión fue lo que provocó mi desvelo. En un acalorado momento de la disputa, la portuguesa me dijo que había ido a comer con su ex, es decir, con Joao.
A mí me molestó, pero no le dije nada a ella. Sabía por experiencia que si le demostraba que me molestaba lo más mínimo, lo usaría contra mi y a partir de ese momento lo repetiría cada vez que quisiera joderme. Y no me molestaba por celos, por suerte con Caty nunca había experimentado esa sentimiento, me incomodó porque él me caía mal. No me parecía un buen amigo, sincero y desinteresado. Además, estaba convencido de que seguía pillado por la portuguesa. Había visto cómo la miraba y se detectar cuándo un tío sigue enamorado de su ex. Lo sé muy bien. Por experiencia propia.
El caso es que me dijo que João le había confirmado que había cortado su relación con Samantha en el coche mientras volvíamos de pasar aquel día en la playa.

Hay comprendí porque Samy había hablado en pasado de él. Concretamente había dicho que su relación no tenía futuro.
Y tonto de mí, ahora estaba preocupado por ella, por sus sentimientos. Si estaba enamorada, tal y como me prometió, debería de estar destrozada si fue él el que cortó la relación. No obstante, ayer la vi feliz, como hacía mucho tiempo que no la veía. Aunque quizá fuese todo un espejismo por el hecho de reencontrarse con mi hermano.

Sonrío al recordar el fantástico día que pasamos ayer. Los momentos intensos de la mañana cuando la recogí y sonó su canción favorita en la radio del coche, sus gritos al ver a mi hermano, cómo se colgaba de sus espaldas y cómo yo tenía que desviar la mirada de su culo cuando su vestido se subía y dejaba a la vista su ropa interior.

Con solo pensarlo mi polla comienza a despertar. El agua de la ducha la recorre hasta la punta y tengo que respirar profundo apoyando mi frente contra los fríos azulejos. Mi mente sigue proyectando el movimiento de su culo debajo de ese vestido, el mismo culo que tantas veces tuve entre mis manos. Con los ojos cerrados, casi podía sentir en las yemas de mis dedos el tacto de su piel, mis dedos hundiéndose en su culo mientras la subía y empotraba contra los azulejos de mi ducha de Paris. Como sus caderas se movían contra mi cuerpo y su sexo buscaba el mío hasta que ambos conseguían entrar en contacto. Como sus pliegues encajaban con el tronco de mi polla y la acariciaban con placenteros movimientos arriba y abajo.
Mi mano comienza a masajear mi miembro porque siento la necesidad de liberar estos pensamientos. Si en un rato voy a tener que volver a pasar mi día con ella, con su olor, con ese cuerpo y esa forma de ser que me atrae desde el primer día que la vi entrar en mi restaurante, voy a tener que descargar estas ganas de ella.
Mi Caperucita, tan inocente, tan bella y natural.
Ayer fui tan feliz cuando me sonreía con sinceridad, me tocaba con la misma confianza que teníamos antes.
A mi mente viene el primer recuerdo de lo que sentí cuanto la vi completamente desnuda por primera vez. Esas tetas de pezones rosados que tan duros se ponían cuando entraban en contacto con mi lengua y que tan loco me volvieron cuando los vi.
Hasta ese momento siempre había creído que, como a todos los tíos me gustaban los pechos cuanto más grandes, mejor. Pero el tamaño de los senos de Samantha me pareció perfecto en cuanto los miré. Lo justo para que mis manos los cubrieran, el tamaño perfecto para que mis labios los absorbieran, la textura suave como la de un melocotón y tan tan ricos. Nunca probé un manjar semejante.
El agua cae sobre mi cabeza y me vienen flashes de cómo eran nuestras duchas antes de ir a trabajar A La rivé. Era imposible resistirme a entrar en la ducha cuando ella estaba dentro. Ahogo un gruñido cuando me corro recordando la imagen de Samantha arrodillada en la ducha con su boca cubriéndome por completo.

—¿Hoy no vas a salir a correr?

—No —contesto mientras me abotono la camisa.

—¿Has quedado con tu hermano y tu cuñado a alguna hora?

—No hemos quedado en nada. No sé si se pasarán por el restaurante.

—¿Me avisas? Quiero verlos.

No entiendo tanto interés repentino en encontrarse con ellos.

—Ok, te aviso. Me voy —resuelvo mientras me pongo el reloj y camino hacia la puerta.

— ¿Te vas a ir sin darme un beso?

Vuelvo sobre mis pasos para dar un toque fugaz en sus labios antes de escuchar algo que me tensa en el acto.

—Seguramente en un rato me iré con mi madre a la Catedral Sé.

—Ya hemos hablado de esto, Caterina—me quejó con hartazgo.

—Que no voy a pedir día para casarnos, tranquilo —apunta sin ocultar su rabia—Solo voy a preguntar cuándo abren las listas para el año que viene.

—Ok, haz lo que quieras. Pero te aconsejo que no reserves nada, sin consultar antes conmigo.

—¡¡¡Que sí, pesado!!! Pero te advierto que me estoy empezando a cansar ya de tus evasivas. Ya te dije que me dijeras qué fecha quieres y ¡ya me encargaba yo de todo!

Grita porque yo ya estoy fuera de la habitación y sabe que la estoy ignorando.
Con una discusión cada veinticuatro horas, tengo bastante. Gracias.

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Instagram: noemarwriter

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