Capítulo XXXIII

311 45 5
                                    

ALEKSEI

—¿Te lo has pasado bien?

—Ha sido un día maravilloso. Me declaro fan de FxFactory.

Samantha sonrió posando su mano sobre la mia, que en ese momento se encontraba apoyada sobre el cambio de marchas.
Aprovechando el siguiente semáforo en rojo me incliné hacia ella para besarla.

—Te quiero.

De mi boca salieron aquellas dos palabras sin pasar antes por la razón. Salieron directamente de mi corazón y no las pude detener. Samantha abrió sus ojos de par en par sorprendida por mi atropellada declaración.
Después de un instante de silencio, el coche que estaba detrás del nuestro, presionó el claxon con impaciencia por el nuevo cambio de color del semáforo y yo arranqué sin dudarlo.
No le había dicho aquellas palabras esperando a que ella me respondiera lo mismo, simplemente me salieron así, de manera natural y sincera.
Era de noche, habíamos pasado todo el día en aquel sitio tan mágico y alternativo. Habíamos reído a carcajadas y compartido momentos que se quedarían para siempre en mi memoria. Con ella había vuelto seis años atrás y me sentía rejuvenecido, con una ilusión y una felicidad que hacía mucho tiempo que no sentía.

—¿Donde vamos?—preguntó Samy rompiendo el silencio

—Iba hacia el hotel, pero si prefieres que te deje en tu casa...

No quería presionarla. Sin quererlo sentía que  mi confesión había creado una tensión incomprensible entre nosotros.

—No, vamos al hotel y devuelves el coche, que te va a costar una pasta.

Tampoco aclaró si iba a querer subir a dormir conmigo a la habitación, por eso en cuanto llegamos frente a la puerta del hotel y paré el coche, me giré hacia ella.

—¿Quieres subir?

—Es tarde, y mañana tenemos que madrugar.

—Vale, como quieras—contesté serio sacando la llave del contacto.

Podía recordarle que me había prometido, no, mejor dicho, me había jurado que volvería conmigo a la habitación, pero no quería presionarla. Quería que hiciera las cosas porque le apetecían, y si tenía que ir despacio, iría al ritmo de una puta babosa si de esa manera impedía que jamás se volviera a separar de mi.

—Pero—me volví hacia ella al escucharla hablar de nuevo. Ella me miraba con una sonrisa divertida y con un gesto de mis cejas la invité a hablar—Pensé que insistirías un poco.

Me reí al escucharla. Definitivamente esta chica me volvería loco.

—¿Si insistiera tendría alguna posibilidad de convencerte para que durmieras conmigo esta noche?

—Puede—respondió juguetona.

Mi corazón volvió a latir.

Me incliné hacia Samantha acortando toda la distancia que el cambio de marchas me permitió y después de lamer el lóbulo de su oreja comencé a susurrar.

—Me muero por dormir contigo, pero será después de follarte duro dentro del jacuzzi de mi habitación.

Escuché como su garganta a duras penas consiguió dejar pasar la saliva. Y cuando me separé solo un poco, pude ver cómo sus mejillas se habían coloreado. Me encantaba ver cómo mis palabras calientes aún seguían teniendo ese efecto en ella.

—¿Convencida?

Su respuesta fue un beso apasionado que me la puso dura al instante.
En el ascensor, un nuevo beso aún más anhelante hizo que su cuerpo se enroscara al mío y haciendo volar un par de botones de su camisa conseguí sacarla un pecho y metérmelo en la boca. A trompicones entramos en la habitación y confieso que no conseguimos reunir la paciencia necesaria para esperar a que el jacuzzi se llenara. La penetré sobre la encimera del baño y sus gritos de placer cuando llegó al climax me hicieron empujarla como un animal.

Pero no fue suficiente, ambos seguíamos hambrientos de la carne del otro y, solo nos hicieron falta diez minutos desnudos dentro del jacuzzi, para arder de nuevo.
Apoyándola en el borde, conseguí con mi lengua que se corriera en mi boca y cuando sentí sus labios en mi polla perdí  completamente el sentido e hice lo propio en su garganta. Relamiéndose de mi esencia la besé absorbiéndola entera. Era evidente que había cambiado y en lo sexual no iba a ser menos. Ahora era mucho más activa que antes.
Según sus propias palabras, a pesar de que los desgraciados de los monjes ya habían abusado de su cuerpo, conmigo descubrió a disfrutar con el sexo. No obstante, esa niña había quedado atrás, muy muy atrás, no obstante seguía conservando un toque dulce y delicioso que hacía que conservarse su esencia original. Toda ella era deliciosa.

Con la respiración entrecortada y aún ajetreada por los dos polvazos que acabábamos de echar, apoyó su frente sobre la mía y entre susurros habló.

—Yo también te quiero, Lobito.

Dios sabe que llevaba muchísimos años soñando con escucharla decirme algo así y con que pasaríamos un día y una noche tan perfectos como los que hoy habíamos compartido.

Creo que en mi vida había dormido tan bien.
Apoyado en sus pechos desnudos y sin poder dejar de abrazarla por la cintura me dormí como un bebé. Sin embargo, cuando la alarma de mi móvil sonó para ir a trabajar, ella ya no estaba. Volví a coger el móvil para comprobar si tenía algún mensaje suyo y me decepcionó no ver ninguno.
Desanimado, me levanté y justo antes de entrar al baño para ducharme, reparé en una nota que había sobre una pequeña mesa de despacho que había a un lado de la sala.

"Lobito, me he tenido que ir a casa porque tenía que cambiarme de ropa y dar de comer al gato. Nos vemos en el restaurante en un rato. TQ"

A pesar del tiempo, ella seguía siendo tradicional y había elegido antes una nota escrita a mano a enviarme un mensaje de WhatsApp.

El sol brillaba, los pájaros cantaban, y yo iba como Goku encima de la nube de camino al trabajo, sin embargo, no todo puede ser siempre perfecto.
Un mensaje de Caterina diciendo que me recordaba que mi pasaporte estaba en sus manos y que si no iba a su casa a recogerlo en una hora, lo quemaría, me bajó de la nube de un hostión.

Ese mensaje reflejaba que su humor dos días después de la cena maldita no había amainado en absoluto. Como sabía que no dudaría en cumplir la amenaza y cuando estas fuera de tu país valoras más el pasaporte que uno de tus riñones , desvié la dirección de mis pasos y cogiendo el primer taxi, le di al conductor la dirección de la portuguesa.

 Como sabía que no dudaría en cumplir la amenaza y cuando estas fuera de tu país valoras más el pasaporte que uno de tus riñones , desvié la dirección de mis pasos y cogiendo el primer taxi, le di al conductor la dirección de la portuguesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora