Capítulo XXXII

324 48 7
                                    

SAMANTHA

—Pero, ¿tú no puedes cortar con una novia sin que te tire algo a la cara? —dije en cuanto Aleksei acabó de relatarme la fatídica noche de los Platos Volantes.

No me podía creer que al igual que cuando cortó con Patricia, y esta le tiro un caballo metálico a la cara, Caterina hubiese hecho lo propio, pero con varios platos de la cena. Parecía una regla en su vida, llevarse una cicatriz de cada relación, y no precisamente en sentido metafórico.

—Parece que no. Debo de tener una cara que invita a la agresión—asumió divertido encogiendo sus hombros.

—¿Te duele? —dije acunando su mejilla con mi mano.

Negó con la cabeza.

—Y ¿por qué estás tan apagado? ¿Te arrepientes?

La pregunta se me escapó de la boca con mayor temor del que me hubiese gustado mostrar.

—No me arrepiento de que mi relación con Caterina se haya acabado, pero me siento mal. Al fin y al cabo, no he hecho bien las cosas y no me gusta hacer daño a nadie.

Suspiré sopesando la idea de contarle lo que ayer por la noche descubrí. Pero es que hay veces que es mejor dejar las cosas estar. Ya lo habían dejado, ¿por qué meter más mierda entre ellos?

—¿Qué pasa Samy? —preguntó Alek apartando mi mano de la nariz, que sin darme cuenta había comenzado a rascar.

—Nada.

—Nena, te conozco demasiado y sé que me estás ocultando algo.

—¿Nena? —pregunté arrugando mi nariz con sorna —¿Desde cuándo tú me llamas nena?

—¿Prefieres que te llame Caperucita? —preguntó acercándose más a mí.

—Me puedes llamar como tú quieras—respondí coqueta recortando también la distancia.

Los dos sabíamos que estar sin compromiso era una puerta abierta que se abría ante nosotros. Para un NOSOTROS con mayúsculas.

—Para, Bruja—dijo él sonriendo e inclinándose hacia atrás— Que tú solamente quieres distraerme para no contarme algo que sabes. Venga, suéltalo.

Lo había intentado, había intentado esquivar el tema, pero Aleksei era un tipo muy listo. El problema era que todavía no tenía decidido si debía decirle lo que me contó anoche João. El portugués me había hecho prometerle que no se lo contaría a nadie, pero tampoco era justo que Aleksei se sintiera tan mal por haberle sido infiel a Caterina. Sopesando lo que me importaba uno, y lo mucho que me importaba el otro, evidentemente elegí liberar la culpa de mi rubio.

—João se acostó con Caterina el día que fuimos a buscar a tu hermano al aeropuerto—solté todo de carrerilla y sin rodeos.

—¡¿Qué?! — Aleksei se quedó impresionado con las cejas tan arriba que casi tocaban su pelo—¿Estas segura de eso?

—Sí, me lo contó él anoche. Y...

—¿Anoche? — me interrumpió cambiando las cejas de posición, con un gesto inequívoco de confusión y desagrado.

Parecía que casi le había impresionado más que yo anoche hubiese estado con João, a que su novia le hubiera sido infiel.

—Fuimos a tomar algo después de cerrar y tras unas cuantas copas, me lo confesó—dije con naturalidad

—¿Vosotros solos?

Su tono era cuidadoso. Él sabía que yo me había criado prácticamente sola y en el fondo era un alma libre. Aleksei me conocía bien y sabía que, a pesar de que parecía frágil e inocente, me agobiaba que me controlasen o que mandaran en mi vida.

Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora