Capítulo VIII

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Caminando decidida me acerqué hacia Aleksei. El rubio apoyaba su baja espalda en la pared y tenía las manos sobre sus rodillas.
Me paré enfrente de él y noté la tensión en su cuerpo al ver la punta de mis zapatos.

Cuando los ojos de Aleksei se elevaron desde el suelo y coincidieron con los míos, un escalofrío recorrió mi cuerpo y no pude evitar estremecerme al sentir su fría mirada.

– ¿Qué haces aquí? –me preguntó cortante en francés.

Por un momento no supe si se refería a aquí en Lisboa o aquí fuera del restaurante.

Aleksei entendió mi duda y molesto chistó con su lengua para después resoplar.

– ¿Para qué sales?

Ya no me cabía ninguna duda de que estaba enfadado.

Apretaba su mandíbula con fuerza y con sus ojos me presionaba para que contestase.

– Sólo quería hablar contigo.

– ¿Hablar? – con sarcasmo, Aleksei separó su cuerpo de la pared y se estiró delante de mí.

Tuve que inclinar mucho mi cuello hacia atrás para poder mantener mis ojos en su rostro.

– ¿Ahora quieres hablar? – preguntó con desprecio.

Nunca había visto así a Aleksei. Le había visto alguna vez enfadado o molesto, pero jamás había sentido esa gélida expresión hacia mi.

– Alek....

– No me llames así – dijo mirándome con furia en los ojos– Me llamo Aleksei.

Miré al suelo. Me lo merecía. Me merecía que estuviera así de enfadado conmigo. Yo me fui sin darle explicaciones minutos después de que él me confesara que me quería.

– Aleksei, lo hice por ti.

– ¿QUÉEE??!!! – gritó acercando su cara a la mía y haciendo que mis ojos se cerraran con miedo.

Cuando volví a abrirlos él estaba revolviendo su pelo como lo hacía cuando no entendía las cosas. No paraba de moverse de un lado a otro y sus ojos brillaban por la furia.

Suspiró.

– Alek...sei, tranquilízate, por favor.

Resopló con sus cejas unidas mirándome de lado.

– Aleksei, lo siento.

– Ah, muy bien. Vamos avanzando– dijo con sarcasmo alzando sus cejas– Ahora ya dices que lo sientes.

– Por favor, déjame explicarte.

– ¿Explicarme? Explicarme, ¿qué exactamente?

– Pues ex...

– ¿Ahora? – me cortó de nuevo– ¿Dos años después cuando te encuentro por casualidad? Pues ¿sabes qué? Tus excusas llegan tarde, ahora no me da la gana escuchar tus explicaciones.

Sin decir nada más, se alejó de mí y pasó al restaurante dejándome sola y con la palabra en la boca.

Esto no podía estar pasando.

Las lágrimas habían comenzado a agolparse en mis ojos y lo único que tenía claro en ese momento es que no podía volver así a la mesa. Estaba descompuesta, ahora sí que me encontraba mal.

Volví a entrar al restaurante, pero me dirigí de nuevo hacia los aseos. Mis lágrimas corrían ya sin control por mis mejillas, pero antes de entrar se abrió la puerta de caballeros y salió. Parece que él tampoco pudo volver a la mesa sin pasar antes por el aseo. Al verle de nuevo no pude aguantar un sollozo y apresurada entré al aseo de señoras.

Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora