Capítulo II

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El piso de João es totalmente opuesto al mío.

Mientras el mío es un apartamento pequeño, pero muy luminoso, con únicamente un salón con cocina americana, una habitación con baño y una pequeña terraza. El suyo es un piso muy grande de cuatro habitaciones y con decoración clásica. Sin embargo, tienen algo en común, que ambos únicamente están habitados por una sola persona.
João ha vivido toda su vida en Lisboa, excepto uno o dos años en los que vivió en Londres mientras estudiaba. Cuando sus padres se jubilaron, y se fueron a vivir a una aldea del interior de Portugal, sus hermanos, que son mayores que él, ya tenían sus casas o vivían fuera del país, por eso sus padres dejaron a João a "cargo del piso". Lo pongo entre comillas, porque realmente él no se ocupa de nada, sus padres pagan todos los gastos y él lleva así ya como cinco años, viviendo por la cara y sin hacer ninguna reforma o cambio de decoración con la fácil excusa de que el piso no es suyo.

Esta información la considero esencial para que entendáis el porqué João vive en la mismísima casa de la serie Cuéntame.

El piso de la familia Baro es muy sombrío, casi podría calificarse de tétrico según el lugar de la casa en la que te encuentres. Paredes de un tosco gotelé amarillento, ventanas y puertas de madera de roble con gruesas cortinas de colores oscuros, la misma moqueta y muebles de cuando sus padres compraron el piso hace cincuenta años.  Y todo esto aderezado por las fotos familiares, que invaden cualquier estantería de la casa, y cómo no, por las muñecas de porcelana que su madre colecciona desde que se casó y que dan un mal rollo de la leche.

– Sam, hay una nueva serie de hospitales de esas que te gustan.

João entra al salón con un bol de palomitas y dos copas de vino tinto, y sonríe al ver que me he levantado para ir a dar la vuelta a Amapola. Así es como su madre llama a su muñeca de porcelana preferida y que no hay mejor lugar en toda la casa, que ponerla en la estantería que está justo encima de la tele.
No recuerdo lo que vimos en la tele las tres primeras veces que vine a esta casa. Era incapaz de mirar a la televisión sin que mis ojos viajaran hasta los de la dichosa muñeca. Me sentía observada por ella. Así que un día me atreví a confesárselo a João y desde entonces cada vez que vengo le doy la vuelta para que no me mire.

– Vale, pon esa serie entonces.

Me siento a su lado en el viejo sillón de cuero marrón, bebo de mi copa y después me recuesto apoyando mi cabeza sobre su hombro.

La serie comienza, y él se gira hacia mí para dejar un beso en mis labios. Sabe a palomitas y a vino y eso me hace sonreír en sus labios. Parecía que iba a ser un beso fugaz, sin embargo, sus labios no se separan de los míos y cada vez el beso se va tornando más exigente invitándome a abrir mi boca. Su lengua entra despacio y la mía enseguida se apresura a recibirla, provocando un gruñido en su dueño al sentir el contacto.
El beso que comienza de manera lenta y suave, poco a poco va ganando en intensidad y sin saber en qué momento ha pasado, ya estoy sentada a horcajadas sobre él. Sus manos se cuelan por debajo de mi camiseta y el roce de sus dedos sobre mis pechos me hace estremecer.

Nuestras bocas ya no se separan y las lenguas ya se mueven ansiosas por la boca del otro. Mi mano se cuela entre nuestros cuerpos desabrochando el botón de su pantalón con la habilidad y práctica que los años de Paris me regalaron. Una sonrisa traviesa se escapa de mis labios cuando agarro su erección comprobando que ya está preparada.  Envolviendo el tronco con mi mano comienzo a bajar y subir su piel.
João agarra el bajo de mi camiseta y tira de ella hacia arriba cortando nuestro beso. El brillo de sus ojos antes de que sus manos se posen sobre mis pechos, me hacen sentir muy bien y querer besarle de nuevo.
Es cierto que el sexo con João no es el mejor que he tenido en mi vida. Porque en otro campo no, pero en el terreno sexual por desgracia, he tenido bastantes experiencias de todos los tipos. Pero no sería justo tampoco calificarlo como malo.
Si tuviera que poner nota al sexo con él diría que somos un siete sobre diez, y eso hoy en día no es para nada mala nota. João siempre me hace disfrutar, no es nada egoísta y me trata de manera dulce y cariñosa. Por eso no le culpo a él de los tres puntos que nos faltan para llegar al diez, de hecho, me temo que el motivo principal soy yo. Hay algo que me falta para calificarlo como perfecto, pero aún no he conseguido averiguar de qué se trata.

Chef en Lisboa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora