Barra de jabón

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La mala espina no le pudo durar mucho. Por lo menos no podía concentrarse en ella con el autobús lleno de adolescente hiperactivos esperando por llegar a la concentración en Tokyo. 

Todos tenían un asiento designado, al menos implícitamente. 

Suga, Daichi y Asahi.

Tanaka y Nishinoya.

Ennoshita, Kinoshita y Narita.

Kiyoko y Yachi.

Takeda-sensei y el entrnador Ukai.

Tsukishima y Yamaguchi.

Y si fuera en otra circunstancia, Kageyama y Hinata. 

El viaje era tranquilo, sobretodo con los dos de primero faltando. Tsukishima tenía sus audífonos blancos que evitaban todo contacto con el mundo. Y del resto no hacía falta explicación. Ya la mayoría se conocía desde hace tiempo. Lo únicos que no habían compartido tanto tiempo en ese club eran los de primero, y cada uno estaba en su propio mundo. 

El paisaje corría junto a la carretera que seguía avanzando. Ya habían pasado al rededor de dos horas desde que salieron, a primera hora de la madrugada. No era sorpresa que la mayoría estén dormidos. Pero, por algún motivo, Yamaguchi no podía pegar ojo. 

En sus audífonos se reproducía su lista de reproducción, con esas canciones que no se atreve a decir que le gustan. No tiene la mejor autoestima, mucho menos la seguridad de defender sus gustos por más banales que sean. Le gustaba la música estadounidense, por más básica que suene. Coldplay, Imagine Dragons, Taylor Swift, y por más que lo niegue Olivia Rodrigo. Nunca supo los gustos de Tsukishima. Ahora mismo mientras duerme podría estar escuchando las canciones de los Backyardigans, como Metallica y nunca se enteraría. 

Se sentía algo ansioso. Como un presentimiento, un cosquilleo. Sentía que algo malo pasaría, que tenía que estar atento, pero ¿atento a qué? Sentía un revoltijo en el estómago, era una sensación que no le dejaba estar tranquilo, como si una pierna se le hubiese amortiguado. Decidió ir al baño, para calmarse. Tsukishima, así como los demás estaban dormidos. Caminó y entró en el lugar. Su respiración no se ajustaba, se sentía perdido, paranóico. Quería ver de dónde salía ese presentimiento. Remojó su rostro y miró por la ventana. 

Un auto iba a toda velocidad a su lado, estaba muy pegado al autobús. Tanto que parecía que se chocaría. Intentando no entrar en pánico, toma la barra de jabón del baño y lo tira por la ventana esperando que la llanta alerte del peligro al conductor. Al menos así se detendría y el auto imprudente seguiría su camino. Reemplazó el jabón con uno nuevo que había en la parte baja del lavamanos. Tenía suerte que los repuestos estén en el mismo baño. 

Salió lo más rápido que pudo de ese lugar y se fue a sentar. Unos segundos después se sintió el levantón. Todos saltaron aún estando sentados, despertándose o sólo removiéndose para seguir durmiendo. El conductor frenó, así como Yamaguchi esperaba que lo hiciera. Bajó del autobús para revisar qué había pasado, encontrándose con una simple barra de jabón. Se entristeció un poco, ese era jabón del bueno, lo sabía porque era exactamente el que usaba. Una pena total. 

El auto que iba a toda velocidad los pasó de largo. Así como pasó el malestar de Yamaguchi. 

¿Qué fue lo que sintió? ¿Cómo sabía que había peligro?

Cada día sentía más temor de las cosas que descubre de su propio cuerpo, de su nuevo poder. Y vaya que estaba orgulloso, acaba de evitar un choque donde cualquiera de sus compañeros podría salir herido. 

-¿Qué pasó?

Preguntó Tsukishima adormilado. Era de los que despertaron por el brusco levantón. Quién diría que una barra de jabón tendría tanto poder. 

¿¡Un Héroe!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora