Misiles anti Yamaguchis

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Era estúpido, Yamaguchi se estaba comportando estúpido. Todo era estúpido.  Estaba en su derecho de enojarse, sabía que le estaba mintiendo en toda su cara. Sabía que le ocultaba cosas, secretos que antes no habían tenido. 

Tenía razón en estar enojado. 

Hace días que sentía la tensión de tener a Yamaguchi cerca, lo peor que le podían dar era el tiempo para dudar. Y vaya que el pecoso había logrado que él, tan sereno, duerma, respire y almuerce dudas. 

Y ese maldito beso con Spiderman no mejoraba las cosas. Sí, le gustó, pero estaba mal que le guste. Estaba mal que lo haya visto aunque sea unos centímetros debajo de la máscara. Porque la piel de subtono oliva, y los millones de pecas eran indiscutibles. Y esa era la duda que peor lo tenía. Quería dejar de compararlos, y de buscar mil y un excusas para que Yamaguchi y Spiderman no sean la misma persona. Porque si lo eran, entonces estaría enojado. 

No, no enojado, emputado. 

Porque cómo es que nunca había visto ese lado de su "mejor amigo", cómo es que no sabía que podía responder, ser sarcático, ¿Qué sin la máscara no tenía el valor? ¿Qué sólo era un juego? ¿Lo usaba para satisfacer sus sentimientos? Si Yamaguchi era Spiderman, no sabría cómo verlo a la cara. 

Si Yamaguchi y Spiderman eran la misma persona, entonces no conocía ni la mitad del pecoso, y eso lo molestaba. 

Si Yamaguchi y Spiderman eran la misma persona, entonces le habría confesado sus sentimientos con engaños. 

Si Yamaguchi era Spiderman, sería un desastre. 

Yamaguchi es Spiderman. 

Todo es un desastre. 

Gruñó mientras boteaba el balón. Estaban estirando, en algunos minutos sería su partido contra el Jozhenji, y no podía estar de peor humor. Claro, después de la gritadera de hace unos días con Yamaguchi era complciado sentirse de un humor decente. No estaba muy orgulloso de eso, pero no se arrepentía. Estaba en su derecho de molestarse porque Tadashi no le había contado un secreto tan grande. 

Era el turno de esos extraños de jersey amarillo prepararse en la cancha, haciendo remates de práctica, saques y algunos bloqueos. 

Yamaguchi estaba concentrado llevando una nueva carga de balones a su lugar, quería enfocarse hasta en la más pequeña de las tareas para no pensar en cómo su corazón punzaba al sentir la indiferencia de Tsukishima. Iba a continuar su camino, pero una pelota a toda potencia casi vuela su cabeza. Si no hubiese sentido sus cosquillitas su nariz estaría sangrando. Se quedó algo pasmado con los ojos bien abiertos, en definitiva, estaba distraído. 

A unos metros se acercó un rubio teñido con un par de piercings en su rostro. Volteó a ver cuando el desconocido que le había coqueteado a Kiyoko llegó a su lado, o bueno, a su frente. 

Sostenía un balón entre sus manos, lo había tomado antes de que el misil anti Yamaguchis fuera disparado a su dirección. Estaba cerca de una pared, apenas había logrado pasar por la puerta. -

-¡Lo siento, lo siento! Pequitas...

El desconocido apoyó su mano en la pared, dejando acorralado y muy nervioso a Yamaguchi. No iba a mentir, era guapo, y tenía una sonrisa bonita, pero si no era Tsukki no le importaba que le coqueteen. Agradecía no tener su máscara, habría respondido algo muy diferente a un: 

-No hay problema.

Dijo bajito.

- Que bueno, pecas-chan, odiaría que esos ojitos me vean con miedo.

Dijo guiñando un ojo. Su corazón se saltó un latido, no era por nada, pero es que ¡nadie le había dicho algo así! Estaba bien gritar internamente, le subía el autoestima, el ego. Temblaba un poquito en su puesto, sonrojado hasta las orejas. 

¿¡Un Héroe!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora